Capítulo X
Pasos definitvos
Uriel movía su cuello de un lado a otro quejándose con todas las maldiciones que sabía. El dolor no era algo que experimentaba todos los días, así que el hecho de estarse recuperando de una de las palizas más significativas de su existencia, entraba en la categoría de lo incómodo.
Estaba lloviendo y el arrecife en aquella abandonada y bestial playa se sacudía con tal fuerza que algunas rocas caían desprendidas hacia el estrecho de agua salada que se había formado cuando la marea subió lo suficiente. El obelisco logró llegar apenas a tiempo.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado inconsciente en aquel apestoso pantano. Aunado a eso, le llevó varios días recuperarse lo suficiente como para poder moverse. La idea de haber enfrentado la muerte se arremolinaba en su mente y le causaba algo similar a la emoción. Los humanos ponían su cuello en juego todos los días disfrutando de actividades que para su decadente cuerpo, representaba un peligro; la última batalla era algo así como su equivalente de un viaje en los rápidos para un humano común. De cualquier manera, le sorprendía el hecho de seguir con vida. No había duda de que el hecho de que un Parac-to no lo hubiese asesinado, representaba malas noticias a futuro. Adam no perdonaría a un traidor de no tener una buena razón y algo era seguro: aquel monstruo sólo se detendría previa orden del monarca de Parac-do. Pero ya pensaría en eso después.
Quizá lo único que habría lamentado de su propia muerte, sería haber fallado en alcanzar su objetivo; tomando en cuenta la cantidad de tiempo y paciencia que había invertido, resultaría relativamente frustrante.
Estaba a unas horas de que el agua alcanzara el nivel necesario para que la entrada se revelara, y mientras balanceaba las piernas sentado en la orilla del arrecife, lanzaba miradas esporádicas que se asimilaban a un perro esperando pacientemente la llegada de su dueño. Quizá en un par de horas más, calculó.
Se quitó la gabardina que tanto amaba y la observó con algo de frustración. Estaba rasgada y manchada por sabe qué tantas cosas del indeseable lugar que había visitado días antes, en busca de su hermano mayor.
- Es la última vez, te lo advierto –le dijo a una imagen mental de Miguel Ángel.
Acababa de enviar un mensaje con su energía a Rafael, confió que sería suficiente para avisarle de la ubicación del pequeñuelo (así solían llamar a Gabriel cuando eran una “familia”) además de dejarle en claro su propio paradero, lo que resultaría en develar una pista de sus intenciones. Todo como parte del plan que había trazado desde los tiempos del colapso.
Sabía que su rubio hermano, debido a su ridículo y poco práctico gran corazón, saldría en busca de Gabriel antes de siquiera pensar en atraparlo a él. Eso le daba el tiempo suficiente para terminar el paso que se disponía a dar, pero sabría que contaría con la conveniente presencia de ambos en el momento clímax de la función que maquilaba desde detrás de bambalinas.
“El inteligente” solía llamarle Miguel Ángel. Se maravilló al recordar que fue precisamente en aquel lugar, hace ya muchos, pero muchos años, donde el mayor de sus hermanos le había apodado por primera vez con ese mote.
Alcanzaron la cumbre del pico que años antes su padre Andemián, había cruzado en persona. El aire, tan espeso como algodón, se filtraba en los poros de ambos obeliscos. Subieron andando cual si fueran simples humanos por un sendero incrustado de piedras y terracería. El más joven y pelirrojo de los dos, se llevaba constantemente la mano a su frente, para demostrar la vehemente animadversión que sentía por el sol. Siempre había preferido deambular por terreno humano cuando la noche alcanzaba su destino “turístico”; aquel día, sin embargo, acompañaba a su hermano mayor en una misión personal.
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Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.
Novela JuvenilDavid ha tenido sueños muy extraños, tanto, que su mente ya no sabe distinguirlos de la realidad. En otro mundo, muy lejano, una guerra entre dos dimensiones pone en peligro la existencia que con tanto trabajo, los humanos han logrado establecer. El...