Capítulo XVI
Sobreviviente
Bäem miró con pereza el pasaje subterráneo por donde los mercenarios habían ingresado. Él estaba seguro de que Miguel Ángel no podía encontrarse ahí, lo supo en el momento en que se acercó a esas latitudes; nadie podría sobrevivir lo suficiente para llamar aquello un hogar, o en este caso, un escondite.
Decidió pues, que los humanos entrarían a cerciorarse de esto; ellos eran, por supuesto, sacrificables. Lo único positivo de aquel viaje, es que se desharía de esas cucarachas sin levantar un dedo.
Su atuendo de dios del rock había confundido al grupo de mercenarios que ahora estaba bajo sus órdenes. Al principio, reacios a creer que él sería quien los comandaría, pidieron pruebas de su autenticidad como “ser de las sombras” (ese apodo le había parecido hilarante), y lleno de hastío, casi los asesina con sólo pensarlo. Se detuvo a tiempo, recordando la orden de Adam, de no asesinar a ningún humano “aliado”. Esa simple palabra le causaba un asco indescriptible, y estuvo a punto de perder los cabales mientras torturaba a los ocho hombres bien armados, con la pura presión de su energía. Era obvio que no les necesitaba para cazar a un obelisco; serían más un estorbo y una inútil carga, pero ahora se alegraba de no haberles asesinado. Aquellas ruinas se encargarían de hacerlo y le ahorraban a él, una molestia considerable.
Bäem permanecía sentado en la parte alta de una de las ruinas menos derruidas. Quizá en algún momento aquel lugar fue de suma importancia para los humanos; la forma en que la energía aún vibraba en los alrededores era la prueba inequívoca de esto. Así pues, obviamente, él le faltaría al respeto lo más posible. Solamente lamentó que nadie estuviera en esos momentos para observar cómo, con su dedo índice, lanzaba líneas de Arum a las piedras concienzudamente labradas y a las construcciones antiguas y relativamente bien conservadas, causando agujeros aquí y allá. Estaba comenzando a aburrirse.
Trató de imaginar en qué momento, los cientos de cuerpos que habían encontrado al llegar, habían perdido la vida. Por lo menos un decena de humanos que habían metido las narices en donde no debían, se encontraban regados y sin pulso alguno a lo ancho y largo del selvático suelo. A él, por supuesto, le tenía sin cuidado.
“Tulum”, se repitió a sí mismo el nombre de aquel antiquísimo centro ceremonial. Por la forma en que el Lumen se comportaba, parecía sensato pensar que ese lugar era especial en muchas formas que ni siquiera sus constructores alcanzaron a apreciar, o que los nombrados cadáveres habían logrado descubrir. La energía no era constante ni tenía el nivel habitual de un paisaje como ese, de hecho, daba la impresión de estar absorbiendo la energía de todos los alrededores, en una especie de vorágine; un hoyo negro voraz. Es por eso que entendía la imposibilidad de que Miguel Ángel estuviese escondido ahí, al igual que entendía que aquellos, eran los últimos minutos de los mercenarios que inocentemente habían entrado en el agujero por órdenes suyas. Agujero que parecía haber sido provocado recientemente para acceder a las entrañas de ese templo construido a las orillas del mar.
No estaba interesado, como fuese, en plantearse preguntas innecesarias ni en tomar un viaje por la historia. Su único anhelo, como lo había sido desde el primer día en que se supo vivo, era el de encontrar a alguien lo suficientemente fuerte, para pelear con él. Eso era lo único que su espíritu requería: batallas encarnizadas y grandes oponentes. El futuro de su pueblo o la gran revolución que Adam buscaba, resultaban ideas insípidas, soporíferas. La parte divertida sería asesinar para obtenerlo, después de eso, no había meta que a él le resultase apetecible.
Él era un guerrero; tan simple como eso.
Cuando por su mente pasaba la idea de largarse de ahí sin mirar atrás y dejar a esos estúpidos humanos morir sin remedio, estos comenzaron a salir del agujero de uno en uno. Llevaban las armas bajas (y por lo que Bäem podía ver, también su nivel de Lumen aunque de esto último, los mercenarios, por supuesto no tenían idea alguna), lo que significaba que, como ya lo había asumido, Miguel Ángel no estaba ahí.
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Focus Lumen 2: Los herederos de Escanón.
Novela JuvenilDavid ha tenido sueños muy extraños, tanto, que su mente ya no sabe distinguirlos de la realidad. En otro mundo, muy lejano, una guerra entre dos dimensiones pone en peligro la existencia que con tanto trabajo, los humanos han logrado establecer. El...