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Miguel tocaba desesperadamente la puerta de la habitación de Hiro con la esperanza de hablar, pero el chico Hamada le negaba el acceso, ni siquiera se  alejó del balcón cuando escucho la voz del moreno, Rivera al sentirse cansado decidió abrir la cerradura de la misma forma en el que lo hacía en México cuando olvidaba las llaves de su pieza, solo necesitó una tarjeta y unos cuantos minutos para acceder a aquel cuarto. Analizó el lugar lentamente, la luz apagada  le dificultaba un poco todo, pero no tardó en divisar a su chinito... Se acercó a él y lo tomo de la mano, aunque Hiro se separó bruscamente.

Miguel lo observó por unos segundos, su rostro parecía afligido, sus ojos se notaban brillantes y acuosos y sus labios fruncidos le hacian saber a él Méxicano lo que pasaba en el corazón de Hiro. Molestia, tristeza, celos, miedo,  frustración y enojo era todo aquello que estaba atormentando al asiático, sentía una combinación extraña de todos esos sentimientos que pocas veces en su vida llegó a percibir.

Pasaron varios minutos antes de que alguno de los dos se atrevía hablar, porque si ambos fueran sinceros sabrían a la perfección que el contrario también estaba temeroso de los que fuera a suceder luego de que se iniciará esa charla.

— Hiro... — Dijo Miguel intentado hacer que el mitad japonés conectará su mirada con la suya — Yo no quería que te enterarás de la mudanza de esta manera.

— Bien, las cosas no siempre suceden como las personas quieren — Respondió cortante, y de nuevo sus emociones lo hacian actuar de forma irracional.

— Hiro, por favor, escúchame — el chico del lunar intentó acercarse a su pareja fallando rápidamente.

— No Miguel, solo detente, te irás a Osakawa y ya.

— ¿Y nosotros? ¿Qué pasa con nuestra relación, Hiro? — Miguel se sentía lastimado.

— No hay nosotros, acéptalo, te irás al otro lado del país y... — el mexicano interrumpió a su pareja.

— Hiro, se que en realidad no quieres decir esto, se sincero conmigo, di lo que sientes — intentó persuadir el latino.

Pero funcionó de manera contaría a lo esperado, todo aquello que Hiro no había podido expresar comenzaba a salir de forma hiriente.

— ¡¿Qué sabes tú de mi?! — gritó el asiático— llegaste hace solo unos meses ¿y crees que sabes algo sobre mi? Eres ridículo.

— Creí saber más de lo me estás mostrando ahora — respondió Miguel, y esas palabras llegaron directo al corazón de Hiro, pero ya no había vuelta atrás— creí conocer la parte más sensible del corazón de Hiro Hamada.

— Sería un imbécil si mostrará mis debilidades, no te creas tan especial Rivera, deberías irte ya a Osakawa.

— ¿Estas seguro de lo que dices? — cuestionó Rivera — yo queria mantenernos juntos sin importar que no viviera aquí, quería seguir creando más recuerdos contigo.

— Se supone que me conoces, deberías de saber que mis decisiones siempre son firmes — dijo Hiro— si los recuerdos son lo que te impiden irte ya, en cuanto llegues a la empresa puedes cogerte a Shannon y listo,  serán los mismos recuerdos "especiales" que se supone que tuviste conmigo.

— Hiro, ya basta — pidió

El mitad japonés no sabía que más decir para alejar a Miguel antes de que les lágrimas que trataba de ocultar viajarán por sus mejillas y su novio se diera cuenta de que en realidad todo lo que estaba saliendo de su boca era lo contrario a lo que realmente quería decir, así que recurrió a las acciones. Empezó con el primer detalle que el del lunar había tenido, lo tomó, respiró profundamente y destruyó aquel objeto en frente del moreno.

Poquito a poco cada presente era demolido por Hiro y con ellos cada sentimiento que Miguel había puesto en los objetos, partiendo el corazón del Rivera menor, incluso las lágrimas del que parecía más fuerte habían comenzado a salir y por primera vez en 19 años Miguel se había sentido realmente devastado. Cuando Hamada termino con los regalos dirigió su vista a él menor notando las lágrimas que recorrían sus mejillas, al ver aquella escena Hiro por fin se había dado cuenta de lo que había hecho pero ya era demasiado tarde.

— Ya no hay más recuerdos si eso es lo que te atormentaba al irte.

Miguel tenía la necesidad de atacar a la persona que se encontraba aplastando cada uno de sus sentimientos, por impulso tomo a Hiro de la camiseta, pero poco tiempo pasó hasta que recordó que la persona que lo estaba lastimando también era la persona que más amaba además de su familia, soltó la prenda de Hiro y se acercó a la puerta.

— Esta bien, si tanto quieres que me vaya lo haré — respondió  limpiando sus lágrimas sutilmente— dentro de unos días nos iremos de aquí.

Miguel salió de la habitación azotando la puerta y cuando Hiro escucho sus pasos alejarse rompió en llanto, lágrimas amargas que salían en silencio con el fin de no llamar la atención siguiendo con su máscara de fortaleza que había creado en su niñez, consolandose a él mismo sentado cerca del balcón. Miguel por su parte no pudo evitar llorar a mares, el amor nunca habia sido tan doloroso para el chico de diecinueve años, el también se encerró en su habitación y comenzó a empacar en las mismas mochilas con las que  llegó a San Fransokyo.

Inmediatamente los demás habitantes de la residencia Hamada supieron que la discusión era mucho más complicada que las pequeñas discusiones anteriores, está vez algo estaba mal.

Los siguientes días en la casa todo estaba tan silencioso, el animo de todos era triste, Marco, Miguel y Héctor terminaron de empacar justo a tiempo para la mudanza. Los Hamada se encontraban despidiéndose de los mexicanos, primero Cass y luego Tadashi, pero no había rastro de Hiro, aunque dolía Miguel trato de no darle importancia. Los menores subieron a la camioneta que JWP les había proporcionado para su translado, luego esperaron a que Héctor terminará de hablar con Tadashi.

Algo bueno tenía que haber entre tanta tragedia, Héctor y Tadashi habían decidido comenzar una relación formal a pesar de la partida de el mayor de los Rivera, pero estaban dispuestos a todo para lograr que funcionara, ellos no se dejarían llevar por la situación como los Hamada y Rivera menores, y después de todo Tadashi Hamada era realmente distinto a su hermano menor.

La camioneta que sería conducida por Héctor arrancó en cuanto termino la conversación de los mayores,  los mexicanos se estaban despidiendo a San Fransokyo mientras Hiro los observaba desde su ventana.






















How To Fall In Love With A Hamada (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora