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Las manos de Hiro comenzaron a templar, la peluca que antes sostenía ahora se encontraba en el suelo,  Teodora seguramente lo mataría por eso, pero no era momento de preocuparse por eso, lentamente intentaba acercarse más a Miguel, pero el mexicano aún no podía asimilar lo que estaba sucediendo, estaba confundido y al igual que el asiático tenía muchos sentimientos encontrados, porque después de tres años de no ver a su chinito de repente llegaba a su camerino vestido de chica, realmente era mucho para el moreno.

— ¿Qué haces aqui Hiro? — preguntó Miguel aún confundido.

— Quiero hablar contigo —respondió el asiático— te necesito a mi lado, Miguel.

— ¿Y luego qué Hiro?— cuestionó el latino— cuando estaba a tu lado me lastimaste, me destrozaste, tú mismo me pediste que me fuera.

— Lo sé, pero me arrepiento tanto de haberte dicho todo eso, no sabes lo — el Méxicano interrumpió a Hiro.

— No Hiro, solo detente, quiero que te detengas— pidió Miguel— vuelvo a verte después de tres años, vienes vestido de chica y diciendo todo esto ¿Por qué lo haces? ¿Por qué regresas ahora cuando aún después de tanto sigo tratando de olvidarte?

— Porque te amo Miguel — contestó el mitad japonés— y no planeo irme hasta que Shannon deje de ser tu prometida.

— Deja de ser tan idiota — soltó Rivera— ¿Solo es por eso? ¿Por qué no quieres que esté con ella? Hiro, sabía que podías se arrogante y egoísta, pero estás pasando los límites.

Entonces el Hamada menor reaccionó a lo que había dicho, una falla al expresarse le había costado todo el esfuerzo que días antes tuvo que poner en aquel plan, y todas las expectativas que se había hecho antes de entrar a aquel camerino se derrumbaron como los efímeros castillos de arena, pero lo que más le dolió fue que Miguel nunca le había hablado con tanto desprecio como en ese momento, su corazón había sido estrujado sin piedad por las dudas palabras del mexicano, aquel sentimiento devastador que invadió a Hiro Hamada el día que Miguel se fue de San Fransokyo regreso a su cuerpo y por tercera vez en todo el día el pelinegro sintió la necesidad de romper en llanto. Rivera no quería ser tan duro con su chinito, pero él pensaba de debía hacerlo, pensaba que tenía que hacer que el asiático se marchara antes de que sus sentimientos actuarán en su contra, porque sabía que había tenido aquella necesidad de besarlo desde que inició su carrera artística, y sabía que si no hacía que Hiro saliera pronto de aquella habitación era capaz de escapar con el a un lugar donde ningun Williams pudiera interferir, porque Miguel estaba preparado para dejar su sueño si eso significaba seguir con Hamada.

— Miguel, no quise decir eso...

— ¿Entonces que quisiste decir, Hamada? Seguramente creías que sin ti no podría estar — comenzó el mexicano— pero te diré lo mismo que tú me dijiste ese día... No te creas tan importante.

— Miguel, escúchame — rogó el chico de ojos rasgados—

— Pero todo cambio, es demasiado tarde Hamada, ya no quiero, no te necesito, no te amo, incluso creo que comencé a odiarte — parloteaba el Méxicano, lastimando a su gran amor con cada palabra que el decía. Las palabras parecían tatuarse en la memoria del mayor, porque comenzaba a creer que nunca olvidaría aquello tan hiriente, y luego pensó que  se lo merecía porque tal vez todo lo que el estaba sintiendo en ese momento lo siento Miguel aquel día— lo mejor es que ahora Shannon y yo...

Para ese momento Hiro ya estaba hecho un mar de lágrimas, las primeras lágrimas que derramaba frente al latino, pero fue entonces cuando en medio de todo el llanto tomó valor de lo más profundo de él para correr y besarlo.

How To Fall In Love With A Hamada (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora