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Los acercamientos entre ambos jóvenes comenzaban a ser más continuos, aunque sutiles, estaban llamando la atención del mexicano mayor, algo no le estaba pintando bien de esta situación a Héctor, no solo porque el vato afeminado de Hiro parecía no poner atención a la situación, sino también  porque ese japonesito traía pero bien apendejados a los dos chamacos hormonales con los que había llegado a San Fransokyo, y no sabía que tan buena o mala era esa situación, a final de cuentas tenía que rendirle cuentas a mamá Elena.

Así que mientras los dos chicos estaban juntos el tenía que estar enfocado en su trabajo, pero bien que dicen: "un ojo al gato y otro al garabato", mientras hacía cualquiera de sus labores se ponía siempre atento a lo que cualquiera de los tres menores podrían hacer, debía actuar como el adulto responsable que se supone que era, no quería que ninguno de los dos morenos le salieran con su domingo siete.

Jueves por la tarde, habían cerrado el café durante una hora, como siempre, aprovechando ese tiempo para comer y preparar las cosas para los eventos nocturnos que hacían en la cafetería, por ello, después de degustar una sabrosa comida casera hecha por la señorita Cass se dividieron las tareas entre todos y comenzaron a hacerlas. Esta vez (para la fortuna de Miguel) el y su chinito tenían que hacer los deberes juntos.

La tarea de Miguel y Hiro para el día de hoy: preparar el equipo de sonido para el jueves de karaoke.

— 1, 2, 3, probando— dijo Miguel a través del teléfono— ¿Ya se escucha bien, Chapitas?

Héctor paro la oreja, ¿Incluso ya tenían apodos?

— no lo sé, se escucha un poco raro aún — comento mientras manejaba la consola que dirigía todo lo importante— inténtalo de nuevo, Miguelito.

Bueno, al menos parecía que el de los ojos rasgados parecía no ponerle mucha atención a su sobrino.

— ¿Puedes venir a intentarlo tú, chinito? —preguntó el moreno— creo que el micrófono tiene problemas también.

— oh, si, de acuerdo.

Hiro se acercó al micrófono quedando demasiado cerca del mexicano, ya que el antes mencionado no se quería mover ni un milímetro para estar junto al asiático, y lo mejor aprovecharía la situación, poquito a poco se acercaba a Hiro con palabras bonitas, diciendo que bajaría el cielo y las estrellas por el, y cuándo noto que el sonrojo en el más bajo era evidente comenzó a acercarse para besarlo, estaba seguro de lo que haría, despacio hasta estar cada vez más cerca...

—¡Eh, eh, eh! Chiflando y aplaudiendo, chamacos, chiflando y aplaudiendo —grito Héctor llamando la atención de ambos muchachos, haciendo que se separaran inmediatamente— ya casi termina la hora, apurenle.

[...]

Consejo #6

Los Hamada somos bastante tímidos, así que la mayoría de veces tú vas a tener que dar el primer paso, además de que somos bastante despistados en cualquier tema amoroso,

Asi que no te preocupes si no entienden las indirectas tan rápido, suele necesitar ayuda para que lo capte, o tiene que ser demasiado obvio.

Dato curioso: Hiro no ha dado su primer beso, desde que tiene memoria no le interesan las chicas o el amor, así que no le toma importancia a eso.

Suerte

- Tadashi"

[...]

La noche llego bastante pronto, todos escuchaban ya a las personas bastante emocionadas por cantar cualquier canción, sea de forma afinada o no, parecía que cada una de las personas del lugar disfrutaban de lo que estaba sucediendo en ese momento, incluso las familias Hamada y Rivera, aunque se encontraban demasiado ocupadas. El trabajo era tanto que los especiales de la noche se estaban acabando demasiado rápido para el gusto de los dos morenos que de encontraban cocinando, Miguel y Marco se cansaron demasiado rápido de hacer todos esos postres y pasteles para los clientes así que cuando las cosas se calmaron un poco Miguel se relevo con su tío Héctor para ayudar un poco a Hiro para llevar los siguientes suministros a la cocina.

— Bien, ya están en las cocina los mangos, las manzanas, las mermeladas y la harina, ¿Falta algo más? —preguntó el mexicano

—Creo que no... —comentó. Luego recordó que si faltaba algo— espera, nos faltan los otros jarabes para las bebidas.

Hiro intento tomarlos, pero para su mala suerte estaban en el estante más alto del almacén, Hiro no está bajo de estatura, en realidad, estaba en la estatura promedio, pero a su tía se le ocurrió hacer aquellos muebles demasiado altos aunque ni ella los alcanzaba, al menos antes estaba Tadashi, pero ahora tenía que ingeniarselas para alcanzar las cosas altas.

— mi vida, espera, yo los bajo —dijo Miguel al ver lo difícil que estaba siendo para Hiro— déjame hacerlo

El moreno se acercó por la espalda al mitad japonés para tomar los jarabes que necesitaban, sin embargo el pelinegro comenzó a removerse nervioso entre el mueble y Miguel hasta quedar de frente al Méxicano.

—Hiro, no te muevas tanto, no puedo agarrar las botellas

Hiro se movía cada vez más nervioso en un intento de salir de la incómoda situación para el, estaba tan inquieto que  decidió girar en el momento menos indicado.

Sus labios se juntaron sin querer formando un beso torpe al momento que el asiático giró, ambos sorprendidos tardaron solo unos segundos en separarse, ambos sonrojados no podían ni verse a los ojos, ninguno de los dos se atrevía a decir algo,  Miguel tenía una sonrisa de tonto de oreja a oreja, estaba a punto de decir algo cuando Hiro salió de la habitación rápidamente dejando al chico del lunar con los ojos bien abiertos.

Poco tiempo después salió Miguel del lugar, y al igual que Hiro tenía un sonrojo en el rostro que no pasaba desapercibido, pero por alguna extraña razón, Héctor no noto esto en ninguno de los dos chicos.

How To Fall In Love With A Hamada (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora