Me encontraba en una crisis existencial, los recuerdos del accidente venían a mí como flash cada segundo, no podía mantenerme en ninguna posición en la cama, porque al minuto ya me estaba moviendo para otro lado, dejaba la almohada, la tomaba de nuevo, el punto era que no podía dejar de moverme.
El dolor regreso de nuevo llenando mi corazón salvajemente, haciendo que recordara el momento más impotente de mi vida, cuando estaba en el hospital sedada.
Cada segundo en ese lugar fue un martirio para mí, quería levantarme de esa camilla y salir corriendo a buscar a Jonathan, quería noticias de él, necesitaba saber donde se encontraba como estaba. Los gritos que pegaba en la habitación preguntando por Jonathan con histeria para poder saber algo de él, asustaba a mis padres y a las enfermeras, ocasionando que me sedaran a la fuerza.
Era así como se iba el dolor momentáneamente. Pero al instante se encontraban de nuevo ahí, atorado en mi garganta, oprimiéndome el pecho y mi corazón marchitado por el dolor.
Los gritos de mi padre hicieron que regresara a la vida real, me aferre a mi almohada. Escuchar como reprendían a mi hermano ya no era divertido ahora, me sentía tan llena de culpa.
Era tan irónico, hace unos momentos estaba encantada que estuvieran molestos con Nathaniel por todo lo que me había hecho, y ahora estaba completamente confusa y dolida, si, me dolía escuchar cada grito que mi padre le decía, cada palabra que expresaba con horror y que podía escuchar hasta mi habitación, era una total tortura para mí.
Quería que se detuviera, quería que parara de una vez por todas
-¡Ya por dios, dejen de gritar!-exclame, poniéndome una almohada en mi rostro.-
Las lágrimas empezaron a salir, y en un segundo ya tenía la almohada húmeda, la avente al otro extremo de la habitación, me levante desubicada, agotada y terriblemente triste.
Salí de la habitación guiada por la voces de abajo, baje las escaleras acomodando mis risos alborotados con mis manos, mis pies descalzos tocaban la madera con torpeza en el momento que llegue al piso principal. Camine cruzando la sala, mirando por el rabillo del ojo un bulto en el sillón, me importo poco, iba en una dirección y ese era el despacho de mi padre.
Al llegar a ella me quede estática enfrente del despacho, escuchando con atención todo lo que decían.
-¡¿Esta historia cuando carajos va terminar?!- exclamaba mi padre. –Sabes lo que nos costó sacarla de ese cascaron en el que se metió en la cabeza y quieres meterla de nuevo.-
-¡No! Tú no lo ves, ella sigue ahí papá todavía está en ese cascaron, yo lo siento.-
-¡Patrañas!- exclamo.- Es mi hija y la conozco como la palma de mi mano. –
-Papá estas mal, te lo digo yo... ella es mi gemela y la conozco, siento... estas... no sé cómo dar explicación a lo que estoy sintiendo...-
No sabía que pensar, estaba tan confundida.
Me pase una mano por mi cabello alborotado, necesitaba terminar con esto de inmediato.
-¡No me jodas, no me jodas! ¿Ahora me vas a decir que tú la conoces más?-
Ya no aguantaba más, no quería que las personas que quería demasiado discutieran por mi culpa, esto se tenía que terminar ahora.
Estaba a punto de entrar, pero mi hermano volvió hablar.
-Papá, todos tomamos el dolor de diferente manera, y Natasha pide a gritos con sus acciones que la ayudemos, y si tu no lo vas a hacer, lo hare yo.-
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Domando A Una Diva
RomanceEsa niña con el corazón herido todavía seguía ahí. No adaptaciones ni copias.