Capitulo 4

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Me hizo prometerle que sí alguna vez me enfermaba, viviría con intensidad y no pasaría por lo que ella pasó. Jhon, no me mires así. ¿Sabías que los síntomas de esta enfermedad son exactamente los mismos que los que alguien muere por deshidratación? El cuerpo se comporta igual que si dejará de beber agua. Curioso ¿Verdad? Por eso tan rápido implacable y tan incurable -pronuncio "incurable" con fuerza para que sé de por vencido.
-No puedes pedirme como médico que te deje pasar por esto sin intentarlo todo.
-Tienes razón, por eso te pido como amigo.
-Joder, Aurora... -me constesta en voz baja-. Ve a casa y recapacita. Hazme caso. Hablamos está noche.
-Vámonos a tomar algo, John le pido a mi amigo. No quiero irme a casa sola ahora mismo.
-No puedo ahora me quedan tres horas de consulta, te llamo al salir y voy a verte, me dice con cara de decepción. Triste y abatido. Puedo como se le humedecen los ojos en un intento absurdo de disimularlo y empieza a contarme todos los descubrimientos de los últimos años sobre mi enfermedad. Con todo el tacto y cariño de los que es capaz, dados nuestros sentimientos. Somos amigos desde que dejó de ser el novio de mi compañero de piso en el campus de la facultad. Se acercó a mí para que lo ayudará a volver con él, y aunque nunca lo logré, al final nos hicimos íntimod amigos.
Deje se escucharle. Me levanto de la silla y salgo de la consulta con un movimiento mecánico y robótico, como si no fuera yo misma. Ni siquiera digo adiós. Él lo respeta. Ni soquoera trata de detenerme. Lo dejo a medias. Me alejo de su despacho. Camino como una zombi. Piloto automático. Todo empieza a sonarme a voz en off. Cobo el ascensor y me dirijo a la cafetería más cercana. La de hospital no, gracias.
Empiezo a andar y encuentro un bonito café de esos de moda  dos calles de allí. Me pudo un chocoñate con leche de soja y me petrifico en una butaca preciosa y comodísima de color beige que hay en la esquina del fondo. Pegada a un gran ventanal que da a una avenida pequeña pero repleta de gente. Me quedo mirando al vacío como si esta vida ya no fuera conmigo.
Debo haber pasado bastantes horas con la mirada perdida en la ventana porque cuando la chica encantadora que me ha servudo se acerca y me dice es hora de cerrar me parece surrealista. Ya son las ocho de la tarde y, calculando que he tenido la consulta a las cuatro, he pasado aquí más de tres horas atrapada en un estado de insconciencia absoluta. Casi hipnosis. No ¡Qué Diablos! Hipnosis del todo.

Una mirada al océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora