Mark
Por fin empiezan mis merecidas vacaciones. Después de estos terribles meses de dudas, de engaños. Soy un cobarde por no haber sido sincero con Aurora. Joder, no quiero perderla. Ella lo es todo para mí. Tras tres semanas sin noticias de Thais, me siento tranquilo. No entiendo cómo he podido equivocarme de esta manera tan patética.
Me machaco una vez más mientras estoy a punto de llegar a casa de Aurora. No quiero que se entere nunca, quiero recuperar nuestra relación, nuestra vida. La distancia tras su decisión de quedarse en la costa me hizo sentirme solo y cometí la mayor estupidez de mi vida. Pero por fin tengo estas dos semanas para recuperar lo que tenía con ella. Al fin y al cabo, es con quien quiero compartir el resto de mi vida.
Aparco el coche de alquiler que he cogido en el aeropuerto y me dirijo hacia su casa con el ramo de flores que le he comprado. —¿Aurora? —Abro la puerta con mi juego de llaves. Y me sorprende lo vacía que está la casa. Más que la última vez. Veo cajas y bolsas. Me dirijo a la mesa del comedor para poner las flores en un jarrón y veo una nota. La cojo. Más bien es una carta. Siento un latigazo, algo no pinta bien. Lo sé desde hace dos meses y medio exactamente. Sé lo de Thais. Y lo más irónico es que he sido incapaz de preguntártelo. De pedirte una explicación. Aún hay días en que no me lo creo. Me lo he tragado todo este tiempo sin decirte nada. Pero hay algo que yo tampoco te he contado.
Hace dos meses y medio, un viernes cualquiera, de aquellos que solías venir a casa, me enteré de que tenía la misma enfermedad que mi madre. No hace falta que te diga qué enfermedad es. Estuviste a mi lado cuando sucedió con ella. Sabes lo que es. Sabes que me muero. Aquel viernes, seguro que recordarás qué día fue, llegué a casa, dispuesta a contártelo, para que me apoyaras, para que me ayudaras a pasar por esta mierda. Con perdón. Pero por casualidad abrí mi correo y descubrí que estaba el tuyo abierto.
Te juro que fue sin querer, pensando que era mi correo abrí un mensaje de tu bandeja de entrada. Era de Thais. Sí, Mark, ese día que te diste la vuelta de camino a casa porque ella te escribió. Ese día que fingiste que se te había averiado el coche. Ese día fue el que me enteré que me moría, qué irónico. Porque me mataste tú en el instante que leí ese mensaje de ella. Tú y yo, que habíamos sido la pareja perfecta. Tú, siempre tan atento, tan honesto, y yo, que siempre te quise tanto, que no imaginaba la vida sin ti, sin tus abrazos todas las noches. Pero decidiste que no era suficiente, decidiste que necesitabas algo más. Qué pena. Ahora poco importa, me queda tan poco tiempo... Pero ¿sabes qué? Te he perdonado, te perdoné al día siguiente. Cuando se me pasó la rabia, cuando lloré toda la noche mientras tú te dabas la vuelta y volvías con ella, vomité, me ahogué, y encima con la noticia de mi enfermedad. Aún me pregunto cómo pudiste fallarme así. Yo jamás lo hubiera hecho. Eras toda mi vida. Quiero darte las gracias. Gracias por haber salido de mi vida, porque no tengo ni idea de quién eres, no tengo ni idea de quién has sido ni serás. Ni quiero saberlo ya. Pero gracias. Porque gracias a tu traición conocí a alguien. A alguien que sí estuvo a mi lado todos los días malos. A alguien que está dispuesto a acompañarme de la mano hasta que llegue mi momento.
Que por desgracia será pronto. Espero que entiendas que no haya tenido el valor para contarte nada. Esto es más difícil de lo que te imaginas. Bueno, en realidad, entiendes perfectamente lo difícil que es contar algo así a tu pareja. De verdad, no te guardo rencor. Porque como persona te quiero. Te quiero mucho. Y siempre lo haré. Por todos nuestros buenos momentos. Por todos los días que sí estuviste aquí. Que fueron muchos. Me quedo con esto. Tú puedes quedarte con todo lo demás. Con las mentiras, las lágrimas, las ganas de morirme.
Solo guardo amor en mi corazón en esta última etapa. Ahora eres libre, ya no tienes que fingir, ya no tienes que seguir mintiendo. Puedes ir junto a Thais. Pero me voy a tomar el derecho a pedirte un favor. No se lo hagas a ella. No la traiciones. Porque es un dolor que no le deseo ni a mi peor enemigo. Espero que ella te haga feliz, que te llene y te dé todo ese amor que parece que yo no supe darte, aunque creía que sí. Te deseo lo mejor, de verdad. Por todos estos años felices. Si necesitas saber más, habla con John, él lo sabe todo. Y ya que sé que lo harás, dile de mi parte que estoy bien. Y que no se preocupe por mí. Dile que he seguido a mi corazón. Él lo entenderá. Hasta siempre, Mark. Sé feliz, tú que tienes toda una vida por delante. A URORA Me arden los ojos. No puedo soportarlo. He sido un auténtico cabrón y lo peor de todo es que no quiero a Thais, que todo fue un error. Me siento la persona más miserable del mundo. Llamo a Aurora al instante, aún incrédulo. Pero no da señal. Me dice que el número ya no existe. Siento como si alguien me golpeara los pulmones. No puedo respirar.
Todo esto se puede arreglar. Tengo que arreglarlo. La amo, joder. Llamo a John histérico, quedamos en vernos en una hora en casa de Aurora. Recorro la casa rincón a rincón mientras lo espero buscando algún indicio de dónde puede estar. No puede estar lejos. Nunca se alejaría de aquí. Cuando par de días que no hablamos. Y ahora entiendo por qué. Pero mierda, tengo que hablar con ella. —No entiendo nada, John.
¡ EXPLÍCATE !
—alzo la voz sin querer por los nervios. —Mark, hace tres meses le di el resultado de unas pruebas que no eran las suyas. —No entiendo una mierda. —Pues que hubo un error en el laboratorio y los expedientes se cruzaron. Hace tres días falleció un paciente mío por la misma enfermedad que Aurora creía que tenía.
Un paciente cuyas pruebas le dieron negativas. Un paciente que según su expediente estaba sano. Me extrañó tanto que pedí que reanalizaran su sangre y tacs y entonces dieron el mismo resultado que los de Aurora. Por eso ella no presentaba síntomas. Le dieron el expediente de él y a él el de ella. —¿Cómo coño pudo pasar algo así? —Eso mismo me pregunto yo. Ayer mismo presenté la demanda contra los laboratorios. Encima, ella es tan cabezota que no quiso repetir las pruebas y ahora... —John relee la carta y por un instante le cambia la cara—. Pone que ha seguido a su corazón...
—¿Qué significa eso? Parece que John acaba de comprender dónde está Aurora. —Mark..., tú la cagaste y si ella quisiera que supieras dónde está, te lo habría dicho. Lo siento mucho, tío. Pero será mejor que rehagas tu vida. No sé dónde está Aurora, pero sí sé con quien está. —¿Me estás diciendo que se ha ido con otro? —le pregunto fuera de mí. —Mark, fuiste tú quien se fue con otra. —Pero cree que se va a morir. ¿Y si comete una locura? Sabemos lo impulsiva que es. —No lo hará. Tiene a alguien a su lado que no lo permitirá. —¡Ah, genial! —Me enfado sin ningún derecho—. No quiero perderla.
No quiero que esté con otro. Soy un cabrón pero no quiero perderla. —Mark..., todo esto de la enfermedad es terrible y voy a seguir tratando de encontrarla para que pueda vivir tranquila. Sin miedo. —Y mientras, ¿qué? —Pues... mientras vivirá cada día como si fuera el último. Como si fuera un milagro. Como ha hecho los últimos meses.
Es la tía más fuerte, sensata y sensible que conozco. Y afrontará cada día como un regalo. Si nos paramos un momento a pensar... ¿acaso no lo es? ¿Acaso no es un milagro para todos despertarnos cada día y tener un poco de tiempo más? Las palabras de John me atraviesan el corazón y comprendo que los errores se pagan.
Que toda acción conlleva una reacción. Y el último recuerdo que me viene a la mente antes de coger el coche y volver a Los Ángeles es la cara de Aurora hace unos años, sonriéndome, diciéndome en broma: «Deberías creer más en el karma, cariño». Con sus preciosos ojos verdes de gata. Ojalá nunca hubiera tenido que toparme con él. Pero tenía razón. El karma existe y en esta vida todos pagamos por nuestros actos. Aurora se va a convertir en una desconocida para mí. Y me costará reponerme de ello. Pero está sana. Y feliz. Y aunque me mate por dentro, me lo merezco. Por gilipollas. Las palabras de John no paran de repetirse en mi cabeza: «¿Acaso no es un milagro despertar cada día y tener un poco más de tiempo?» Tiempo. Justo lo que voy a necesitar para superar todo esto. Solo yo sé cuánto me arrepiento de todo.
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...