Mientras abro el estudio para esperar a que lleguen los peques para la clase me suena el móvil. Es Cloe. —¿Te olvidas de las amigas o qué? Capto al momento a lo que se refiere. —Iba a llamarte para contarte cómo fue la cita con Paul pero llegué supertarde y Mark llegó casi a la vez que yo.
—Ya claro, ¿y hoy? Ya son las seis de la tarde, no has tenido ni un segundín, ¿no? Ya te vale —me dice regañándome con cariño. —Tía, no paro de pensar en Narel.
—¿En serio? —Sí... No sé qué me pasa. La cita con Paul, por cierto, genial. Supernatural e inocente. —¿Inocente? —Sí, bueno, claro que hubo un mínimo de flirteo pero no sé, fue como sano, no me sentí nada mal. Se casa dentro de nada y es feliz y ¿eh? Tomando algo «que no pasa nada» después de trabajar.
—Gracias por recordármelo. —Que no, que no, que solo es que no digas que no fue nada. Porque fue una cita. —Vale, pues una cita genial, que acabó como amigos que realmente se desean lo mejor y no vuelven a verse nunca más. —De acuerdo, si tú lo dices. Tienes cosas más raras a veces... —contesta incrédula—.
¿Y qué pasa con el surfista? —No es surfista. —Me río. —Bueno, pues con el guapísimo de Narel. —Pues no lo sé, es extraño... No paro de pensar en él y mirar el teléfono. —¿Tanto te gusta? —Ay, no sé, no, no sé. Es decir, no soy consciente, es solo algo que no puedo evitar. —¿Qué quieres? —No quiero nada, solo hablar con él, verlo.
Solo eso. El sábado me vio con Mark, así que... —Sois «amigos», ¿no? Tampoco pasa nada... —Pasa algo muy extraño. —Sorpréndeme. —Que me dan ganas de contárselo todo. —¿En serio? Pues hazlo. Hazlo, por favor. Que solo lo sepamos John y yo es tan... duro.
—Ya, pero ¿qué necesidad tengo yo de contarle eso a él? O mejor dicho, ¿para qué le voy a contar mis penas? —Pues quizá porque él te contó las suyas y tú te callaste. Incluso la existencia de Mark. —Pues tienes razón... —Aprovecha hoy al acabar la clase para invitarlo a tomar algo y hablar.
—No con la niña, imposible. —Ay, hija, pues no sé, busca el momento. Te irá bien tener un amigo y confidente. Y te ayudará quizá a no enamorarte de él por miedo a hacerle daño. Aunque a mí me encantaría que os enamorarais. —Pero ¿qué dices? ¿Cómo le voy a hacer eso a alguien? Sabiendo que en pocos meses podría no estar, cómo voy a ponerme a jugar al amor.
—Eso no es un juego, cielo, y no se elige. —Bueno, ya veré lo que hago. Oye, te dejo, que llegan las primeras mamis. —Vale, amor, cuídate y llámame cada día contándome cómo avanzan las cosas y cómo te encuentras. Por lo que más quieras. ¿Pongo a John al día? —Ay, sí, porfa, que no tengo ganas de ir contándolo todo dos veces.
—Nos reímos y colgamos a la vez. Miro por la ventana del estudio a ver si llegan Narel y Sam, pero parece que no van a venir hoy. No puedo esperar más y empiezo la clase de dibujo sin dejar de pensar en por qué no habrán venido y esperando que aparezcan en cualquier momento.
Pero parece que han merece una explicación. Dos tonos y al tercero descuelga Sam. —Hola, Sam, soy Aurora, ¿Cómo es que no has venido hoy? ¿Te encuentras bien? —Sííí, es que papi me ha llevado a un parque de atracciones muy guay que hay aquí cerca. Aunque yo quería ir a tu clase. —Ah, qué guay. Te lo habrás pasado superbién. Me pregunto por qué Narel no ha querido traer a Sam hoy, tampoco tiene sentido que se haya molestado tanto como para no traer a la niña.
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...