Llegamos a casa pasadas las nueve de la noche y estamos agotados. Narel y Sam se han ido a su casita del faro. A mí me apetece encargar comida a domicilio pero justo antes de hacerles la propuesta a mis amigos pienso en los potes de plástico y bolsas que vamos a gastar y recuerdo todo lo que he aprendido.
Así que enciendo un par de varitas de incienso Nag Shampa, mi favorito, me dirijo a la cocina, y abro la nevera a ver si me inspiro.
Está llena de frutas y verduras, aparte de mis tarros con conservas, pasta y legumbres, así que me decido por unos burritos de frijoles, cebolla, pimiento y berenjena. Con mi salsa favorita, tikka masala.
Una receta india que aprendí chafardeando por YouTube. Corto todos los ingredientes bien finitos y los pongo en la sartén con bastante aceite, los dejo que se doren un poco y añado un poco de ajo, jengibre, salsa de tomate, curri y un preparado de especias de la India que lleva cúrcuma, comino, cilantro, cebolla en polvo y algo más para dar ese toque delicioso a mi salsa.
Cloe me ayuda calentando la masa para las fajitas y en poco más de media hora lo tenemos todo preparado. Vamos a cenar en el porche y se me ocurre invitar a Esmeralda, que se niega cuando le explico que el menú es algo picante, asegurando que a su edad no le conviene.
-Te lo digo de verdad, me gusta este chico para ti -dice John de sopetón. Me sonrojo como una adolescente. tantos pensamientos contradictorios. -¿Cómo te encuentras? ¿Algún síntoma? -John no puede evitar sacar su faceta médica. -Ni uno, te lo prometo. -Genial. -Suspira aliviado-. Y con Mark, ¿cómo está el tema?
-Pfff... -Resoplo porque realmente estoy hecha un lío-. Pues la verdad es que no lo sé, quiero decir, lo estoy evitando, me da la sensación que quiere confesarme lo suyo.
O para dejarme o para sentirse mejor. Si creyera que es para dejarme, pues casi que me haría un favor, pero me huelo que no. Me escribe continuamente, me llama, me cuenta que está pasando una mala racha... Y yo, pues no tengo ganas, ni de verlo, ni de hablarle... Pero me niego a pasar por una ruptura.
-Pero, Aurora, cielo, ¿no crees que sería lo mejor? -Cloe trata de ayudarme. -Cloe, tú sabes lo que es una ruptura, es una mierda, es pasarlo mal, duelo, aunque lo nuestro esté acabado, quizá es comodidad, miedo a sufrir...
A que él cambie, luche por lo nuestro y tenga que contárselo todo, sinceramente ya no sé qué es lo correcto. Quizá soy egoísta, todo empezó como algo altruista para que él no sufriera cuando yo no esté, pero ahora ya no tengo tan claro lo que es... -Pues pídele un tiempo sin veros. Que estás agobiada, qué sé yo -propone John. -Pues sí, lo había pensado... Conozco mucho a Mark, es leal, o solía serlo. Por más que esté enamorado de ella, no me dejará. O eso creo, vaya... Tampoco tengo fuerzas ni interés para hablarlo.
Si las cosas fueran diferentes, afrontaría la verdad. Pero no me apetece. No quiero tener malos rollos en mis últimas semanas. Entendedme, por favor -les ruego ante sus caras confundidas. -Yo te entiendo. -Me tiende la mano Cloe.
-Si tuviera toda una vida por delante, ya habríamos hablado, pero me niego a pasar ni un solo día mal, triste... Por más que ya no esté enamorada, ¡es Mark! Son muchos años, recuerdos, convivencia... Me importa y le quiero... Es difícil. Y claro, me duele su traición. No quiero afrontarla. No puedo ahora.
-Es difícil. Porque, aunque luego estarías mejor, es verdad que una ruptura es siempre dura y eso te haría estar mal unas semanas. Pero luego... -No tengo unas semanas y un luego -interrumpo a John. -Vale, Au, debes hacer lo que te haga feliz. Sé egoísta, es tu vida -me dice John empatizando conmigo.
Pasamos el resto de la noche hablando de mi doble relación con Narel y Mark y mientras lo expreso en voz alta, con total confianza, creo que la normalizo, me parece menos extraña, menos cruel, menos fea. Nos acostamos muy muy tarde con un par de copas de más y mil recuerdos revividos.
El domingo amanece nublado y nos quedamos toda la mañana en casa sin hacer nada. A veces, junto a las personas adecuadas, es el mejor plan.
Pero según avanzan las horas me voy sintiendo más animada y me entran ganas de quemar adrenalina, así que les propongo pasar el día en el parque de atracciones que hay al lado de la playa en Santa Cruz Beach, que está relativamente cerca. Les parece una idea genial y me animan a que llame a Narel y Sam.
Sam se pone como loca y Narel propone ir en su coche. Así que nos vamos sin comer siquiera; Narel nos recoge en media hora. El camino hasta Santa Cruz por la costa es muy bonito y aunque durante el trayecto John y Narel no paran de hablar con Sam de las atracciones, yo me quedo embobada con la cabeza apoyada en la ventanilla contemplando el océano mientras el aire me despeina la melena.
Desconecto y reflexiono en lo mucho que ahora mismo sintonizo con el mar. Como si fuera un descubrimiento, como si nunca le hubiera dado el valor que tiene. Y me muero de ganas de volver a nadar con las ballenas, le pediré a Narel que me lleve pronto.
Es extraño cómo ciertas personas aparecen en tu vida y ponen en primerísimo plano cosas a las que antes no prestabas la mínima atención.
Para mí, el mar era poco más que un decorado de fondo. Yo siempre he sido del cielo, de quedarme prendada mirando hacia arriba y descubriendo nuevas constelaciones, la Vía Láctea, las auroras boreales, y ahora descubro que hay algo similar e igual de grandioso que el cosmos debajo del agua. Y que del que se ha enamorado Sam.
Es genial lo bien que se han acoplado mis amigos a Narel y a la pequeña, y la verdad es que me olvido de todo y disfruto del día sin pensar en nada más. A última hora de la tarde toca un grupo en vivo y nos quedamos a escucharlo.
Son las fiestas de Santa Cruz y el ambiente veraniego ya se palpa en el aire. Bailamos y cantamos hasta acabar rendidos. Llegamos a casa agotados un día más. Comparado con los fines de semana de relax con Mark, este ha sido intenso y superdivertido.
Mis amigos recogen el equipaje de su visita breve, me despido de ellos y espero de corazón verlos pronto. John me suplica una vez más que me pase por la consulta esta próxima semana. Pero como no tengo síntomas ni ninguna molestia insisto en que no hace falta, si me encuentro mal, ya lo avisaré. Son las once de la noche cuando me quedo sola en casa, en mi nueva casa, porque desde luego no parece la misma.
Cojo el móvil para mandarle un mensaje a Narel: Aurora: Ha sido genial este fin de semana, bueno, con vosotros es genial siempre. Me encantáis. Buenas noches, Capitán Ballena. Al momento contesta: Narel: Buenas noches, Chica ya no tan triste. . Te vemos mañana en la clase de pintura. Besitos muy fuertes de parte de los dos.
Aurora: . Se me escurre una palabra un «Os quiero», pero no me atrevo a escribirlo. Aunque estoy segura de que les quiero, como personas, como amigos, como pareja, aunque no lo seamos oficialmente, y como a una hija, la hija que nunca tendré. Me doy una ducha rapidita y me pongo un camisón lencero muy viejo que me encanta.
Apago todas las luces de la casa y dejo encendida una lamparita de sal naranja que proyecta una luz cálida y suave ideal para conciliar el sueño. Me tumbo en la cama y, como ritual, me unto el cuerpo con mi crema de manteca de karité.
Enciendo una vela de canela que tengo en la mesita de noche y cojo mi bloc de notas. Lo abro y sin dudarlo tacho la lista de posibles citas.
No necesito más. Todo lo que podría sentir con esas citas lo estoy sintiendo con él y me es más que suficiente, es con quien quiero compartir mis últimos días.
By: Anonimo_0526
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...