Capitulo 25

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E l domingo amanece nublado y nos quedamos toda la mañana en casa sin hacer nada. A veces, junto a las personas adecuadas, es el mejor plan. 

Pero según avanzan las horas me voy sintiendo más animada y me entran ganas de quemar adrenalina, así que les propongo pasar el día en el parque de atracciones que hay al lado de la playa en Santa Cruz Beach, que está relativamente cerca. Les parece una idea genial y me animan a que llame a Narel y Sam.

Sam se pone como loca y Narel propone ir en su coche. Así que nos vamos sin comer siquiera; Narel nos recoge en media hora.

 El camino hasta Santa Cruz por la costa es muy bonito y aunque durante el trayecto John y Narel no paran de hablar con Sam de las atracciones, yo me quedo embobada con la cabeza apoyada en la ventanilla contemplando el océano mientras el aire me despeina la melena. 

Desconecto y reflexiono en lo mucho que ahora mismo sintonizo con el mar. Como si fuera un descubrimiento, como si nunca le hubiera dado el valor que tiene. 

Y me muero de ganas de volver a nadar con las ballenas, le pediré a Narel que me lleve pronto.

 Es extraño cómo ciertas personas aparecen en tu vida y ponen en primerísimo plano cosas a las que antes no prestabas la mínima atención. 

Para mí, el mar era poco más que un decorado de fondo. Yo siempre he sido del cielo, de quedarme prendada mirando hacia arriba y descubriendo nuevas constelaciones, la Vía Láctea, las auroras boreales, y ahora descubro que hay algo similar e igual de grandioso que el cosmos debajo del agua.

 Y que del que se ha enamorado Sam. 

Es genial lo bien que se han acoplado mis amigos a Narel y a la pequeña, y la verdad es que me olvido de todo y disfruto del día sin pensar en nada más. A última hora de la tarde toca un grupo en vivo y nos quedamos a escucharlo.

 Son las fiestas de Santa Cruz y el ambiente veraniego ya se palpa en el aire. Bailamos y cantamos hasta acabar rendidos. 

Llegamos a casa agotados un día más.

 Comparado con los fines de semana de relax con Mark, este ha sido intenso y superdivertido. Mis amigos recogen el equipaje de su visita breve, me despido de ellos y espero de corazón verlos pronto. 

John me suplica una vez más que me pase por la consulta esta próxima semana.

 Pero como no tengo síntomas ni ninguna molestia insisto en que no hace falta, si me encuentro mal, ya lo avisaré. 

Son las once de la noche cuando me quedo sola en casa, en mi nueva casa, porque desde luego no parece la misma. 

Cojo el móvil para mandarle un mensaje a Narel: Aurora: Ha sido genial este fin de semana, bueno, con vosotros es genial siempre. 

 Buenas noches, Capitán Ballena. 

Al momento contesta: Narel: Buenas noches, Chica ya no tan triste. .

 Te vemos mañana en la clase de pintura. 

Besitos muy fuertes de parte de los dos. Aurora: 

 Se me escurre entre los labios un «Te quiero», pero no me atrevo a escribirlo. 

Aunque estoy segura de que les quiero, como personas, como amigos, como pareja, aunque no lo seamos oficialmente, y como a una hija, la hija que nunca tendré.

 Me doy una ducha rapidita y me pongo un camisón lencero muy viejo que me encanta. 

Apago todas las luces de la casa y dejo encendida una lamparita de sal naranja que proyecta una luz cálida y suave ideal para conciliar el sueño.

 Me tumbo en la cama .

Enciendo una vela de canela que tengo en la mesita de noche y cojo mi bloc de notas. 

Lo abro y sin dudarlo tacho la lista de posibles citas.

 No necesito más. 

Todo lo que podría sentir con esas citas lo estoy sintiendo con él y me es más que suficiente, es con quien quiero compartir mis últimos días.

Una mirada al océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora