Capitulo 27

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Dejo los zapatos tirados y me dirijo directa al baño a tomar una ducha. Yogui se tumba en la encimera del lavabo a mirarme mientras me aseo, como siempre. Pienso en mi madre cada día más a menudo. Debe ser el miedo a que se acerque la hora. Llevo unas semanas de ensueño, pero debo admitir que hay momentos en los que pienso en Mark y me siento mal. Ha estado enviándome mensajes a los que he contestado siempre muy seca y distante. Hace días que me llama y no le cojo el teléfono, cada día con una excusa diferente. No se cómo alargar más esta situación sin que sospeche que algo extraño pasa. Me pregunto cómo puede una pareja empezar tan enamorada y acabar de este modo. Qué extraño es el amor. Justo entonces suena el teléfono en el salón y me temo que vuelve a ser Mark.

Cojo aire, salgo del baño y voy a buscarlo. Efectivamente, es Mark. —Hola... —respondo pausadamente. —¡Gracias a Dios! Au..., ¿estás bien? —Su voz, cálida y familiar, me recuerda nuestros primeros años. —No mucho... —Lo sabía. ¿Qué ocurre? Suena tanta culpabilidad en su voz... Y miedo, miedo de que lo haya no tendría que contármelo él. —De verdad, Mark, es solo que nuestro cambio de vida me ha afectado más de lo que me temía y no me he sentido muy bien últimamente. Solo necesito tiempo para encontrar mi espacio aquí. Sin ti... —Miento y me siento fatal. —Quiero que volvamos a estar juntos. —¿Cómo? —«Mierda, mierda, mierda». Sus palabras me sobresaltan el corazón. «¡De ningún modo!», me prometo. —Pues que quiero volver a casa... —No entiendo, Mark. ¿Pretendes dejar el trabajo? —Lo que haga falta. Si tú no quieres venir, voy yo. Empiezo a idear mil teorías. Se ha cansado de Thais, Thais lo ha plantado. Se siente un cabrón. Se ha dado cuenta de lo que está perdiendo. 

Thais ha muerto. La ha matado. En fin, lo que sea. Me niego, me niego a que haga como si nada, a que se salga con la suya. Además, yo estoy genial con Narel y no me apetece nada pasar por esto ahora. Me da igual ser egoísta. No me da la gana ceder. —No, Mark... No funciona así. Me ha costado muchísimo hacer mi vida aquí sola y ahora que empiezo a sentirme bien, no voy a irme. —Te he dicho que vuelvo yo... De hecho, estoy enfrente de tu casa. —¿Qué? —Doy un salto hacia la ventana y veo el coche de Mark en la puerta. «¡Joder!»—. Te pedí un tiempo, Mark. Cuando tú pides cosas, yo las hago —le digo muy enfadada. —Vaya..., pensé que valorarías la sorpresa... ¿Puedo entrar al menos? —Pues las cosas no funcionan así —le suelto desconcertada sin dejar de mirar su coche desde la ventana. —Aurora, que soy yo... Le cuelgo y me dirijo hacia la puerta. Por suerte, no trae maletas. Porque eso sí sería el colmo. 

—Buenas noches. —Me da un beso en los labios que no me espero.

Después de un mes y medio sin verlo, es como si ya no fuéramos los mismos. Sé que es por Narel. «¡Mierda, le dije que lo llamaría!». —Hola —respondo seca y molesta. —No pensé que fueras a enfadarte. —No es eso. Te pedí un tiempo porque lo necesitaba y te presentas aquí... ¿Qué ocurre? —le suelto con ganas de que me lo cuente todo. ¡Que le den al plan! —A mí no me ocurre nada. Eres tú, te siento distante y me da miedo perderte.

 «Será cabrón». Encima, es incapaz de confesarme que se siente mal porque me ha estado engañando con otra y queriéndose mucho por ahí con ella. Y quién sabe, quizá hasta viven o han vivido juntos. Siento asco por él por primera vez. —Mark, ha sido un cambio muy radical y de verdad que estoy rara. No tengo ganas de nada... No sé explicarte. Por eso necesitaba unos días. —Ha pasado un mes y medio... —Bueno, pues no sé... —me excuso sin tener ni idea de qué más decir. —Tranquila, salgo mañana a primera hora para el aeropuerto, tengo una reunión en Washington, pero antes quería pasarme por aquí. —¿Washington? ¡Guau, Mark! —digo y en realidad estoy alucinando de que en tan poco tiempo sea tan desconocido para mí, tan extraño. —Sí... —¿Has cenado? —Me tranquiliza saber que se marcha a primera hora y me relajo. —No tengo hambre. —Yo tampoco.

 —Las emociones del día me tienen abatida—. He tenido muy mal día hoy. Ha habido un accidente en la bahía con una ballena, ha sido muy desagradable. Pensaba acostarme temprano. Miro el reloj, ya son las nueve de la noche y la verdad es que no tengo ganas de nada con Mark aquí. —Vamos a la cama si quieres. Yo también estoy cansadísimo y mañana Le doy un beso en la cabecita y deseo ser un gato en mi próxima vida. Ellos sí que viven bien. Me miro al espejo y me pregunto cómo se supone que debo actuar. Es la situación más extraña en la que me he visto en la vida. 

A pesar de la rabia que me da todo, siento cariño por Mark y jamás le desearía nada malo. Y menos ahora. Me temo que mi distanciamiento le ha hecho darse cuenta del estúpido error que ha cometido y por eso todo este numerito de dejarlo todo. Pero no cuela. Ya no. Con la nueva Aurora no. Escribo un mensaje a Narel. Aurora: Buenas noches a los dos. Me voy a la cama, que estoy agotada y sin mucho ánimo. Sigo pensando en lo de hoy y te mando todo mi amor, Narel, de verdad. Has estado increíble. 

Mañana me paso a desayunar con vosotros, si me invitáis, claro. Os quiero. Primera vez que escribo o pronuncio la palabra «querer» dirigida a Narel. Pero ahora mismo es lo que siento. Y al ser en plural, parece menos fuerte. Apago el teléfono y me voy a la cama. Mark está tumbado mirando el teléfono también y me pregunto si habrá bloqueado a Thais para que no nos sorprenda una llamada o mensaje a media noche. Me tumbo a su lado sin ganas. Mañana le contaré a Narel la visita inesperada de Mark, pero ahora no quiero preocuparle después del disgusto de hoy. —Buenas noches, Mark. No me encuentro muy bien. —Le doy un beso en la mejilla y le doy la espalda. Oigo cómo toma aire con paciencia y se acurruca detrás de mí. Me abraza por detrás y me besa levemente el cuello.

Rezo para que no intente nada más porque no me apetece en absoluto tener que rechazarlo y montar un drama. Por suerte, capta mis ondas negativas y ni lo intenta. Cierro los ojos y, por un momento, su abrazo me resulta familiar de nuevo.

Es Mark y eso no lo cambia nada. Tantas noches durmiendo en sus brazos que ni queriendo podría parecerme extraño. Toda la rabia se desvanece y decido que esta será nuestra despedida. Me acomodo contra su pecho buscando que me abrace más fuerte, mientras en silencio en mi cabeza retumba: «Gracias, Mark, por los años felices. Ojalá tengas una vida larga y llena de cosas bonitas». No puedo reprimir que se me escape una lágrima y disfruto de mi despedida de Mark, que es solo mía, quedándome dormida plácidamente en sus brazos. Me desvelo a las cuatro de la mañana y veo la luz del baño encendida. Casi pronuncio el nombre de Narel cuando recuerdo que estoy durmiendo con Mark. —¿Te he despertado? Perdona, cielo —me dice al verme desperezarme en la cama. —Tranquilo... —Le sonrío, mucho más tranquila que ayer. Se dirige hacia mí medio vestido, se sienta a mi lado y me acaricia el pelo mientras me besa la frente. —Vuelvo de Washington en dos semanas y ya cojo vacaciones. Prométeme que las pasaremos juntos. Te echo de menos. —Sigue acariciándome el pelo.

 —Vamos hablando estos días, ¿vale? —¿Eso es un sí? —No me presiones, porfi, Mark —le digo tan dulcemente que se lo toma como un sí. —Te veo en dos semanas, cariño. Le noto el miedo a que lo haya descubierto y por eso no pregunta demasiado qué me ocurre, ni si estoy bien. Es listo. Acaba de vestirse y se prepara para marchar. Se acerca a darme un beso, y para esquivarlo, lo abrazo y le beso la mejilla. —Ve con cuidado. Y disfruta en Washington. 

Me pasa por la cabeza la idea de que podría ser la última vez que lo veo y no puedo evitar sentir pena. Lo abrazo con más fuerza y, justo cuando sale por la puerta, se me escapa: —Te quiero, Mark. Disfruta. —«De la vida» termino la frase para mí misma semanas más. Pero deseo que este sea nuestro último encuentro. Suspiro y me emociono al pensar de nuevo en Mark.

 Hemos sido un gran equipo durante años y ahora se ha acabado. Una vez más me dan ganas de llorar pero respiro hondo y me doy la vuelta para seguir durmiendo. Yogui sube a la cama de un salto, se tumba en mi cojín y empieza a ronronear. Me abrazo a él y recuerdo el abrazo cálido de esta noche y tantas otras. «Hasta siempre, Mark».

Una mirada al océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora