Capitulo 19

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Suena el teléfono a primera hora de la mañana y me arranca de una terrible pesadilla. -¿Diga? -pronuncio de mal humor. -¡Despierta! -Oigo la voz de John y me dan ganas de mandarlo a paseo. -John, no son ni las siete de la mañana.

-Y un cuerno, son las siete y dos minutos, cariño. -Te mato... ¿Qué? ¿Qué quieres? -¿Podrías venir hoy a la consulta? Me huelo lo que pretende, convencerme para hacer algún tratamiento, y me niego. -No, John, lo siento. -Cuelgo medio dormida. Vuelve a sonar el teléfono. Descuelgo sin pronunciar palabra. -Aurora, ¿me has colgado? -¿Yo? Jamás... -bromeo. -No voy a insistir, pero este fin de semana nos vemos.

Recojo a Cloe y vamos a verte. ¿Nos acoges en tu casa el sábado por la noche? -¿Y estas ganas repentinas de verme? -No seas tonta, venga... Imagino que estará Mark. ¿Te apetece? -Sí sí, la verdad es que lo prefiero. Así no tengo que estar a solas con él. -Genial, llamo a Cloe. Te quiero, fea, cuídate. -Yo también, da recuerdos a tu futuro marido.John rehúye el matrimonio y yo siempre le hago la misma broma. Después de colgar por segunda vez me desvelo y ya soy incapaz de volver a dormir. Me levanto con ganas de hacer algo de ejercicio, así que me decido a hacer algo de yoga en la playa, pero antes cojo el móvil y busco el contacto de Narel. Aurora: Que tengáis un bonito día. Un abrazo fuerte. Ayer compré sin bolsas. Primer día superado.

Me pongo un pantalon , una bluda y rebusco el reproductor de mp3 por todos mis cajones. Donde quieres que este aparece, dónde lo habré puesto. Tras media hora y mil papeles por los suelos y más desorden, lo encuentro. Siempre tuve miedo a envejecer y a la muerte. Pero ahora solo siento esperanza, una nueva oportunidad. Narel tenía razón, nunca sabemos cuánto nos queda. Nadie lo sabe.

Es un error vivir dando por sentado que viviremos cincuenta años más y dejando las cosas para mañana. Por primera vez me voy a hacer algo de deporte a la playa porque me apetece, no para adelgazar ni por salud, y asombrosamente, voy más motivada que nunca. Tengo ganas de ver a mis amigos este fin de semana y que las horas junto a Mark sean las menos posibles. Estamos a principios de junio y pienso saborear cada hora de esta última etapa.

Me como una manzana y un par de galletas de avena con coco y chocolate y antes de salir no puedo evitar mirar el móvil. Narel: Disfruta de tu día tú también. ¿Te apetece comer conmigo y unos amigos mañana en el faro? Cocino yo. Aurora: ¿Unos amigos? Y yo que pensaba que era tu única amiga aquí. . Jeje. Narel: Lo eres. .

Es que hace años conocí a un tipo en unos seminarios sobre ecologismo en Tennessee y nos hicimos muy amigos. Está de vacaciones por la Costa Oeste con su chica. Ella es de Nueva York y han venido a pasar unos días. Así que los he invitado a navegar y a comer en casa. ¿Te apuntas? Te caerán bien, ella es artista también, hace fotos y tiene un estudio como tú. ¿Me está invitando junto a otra pareja en calidad de amiga? ¿De acompañante, de novia? Sea como sea, me muero de ganas.

Aurora: Cuenta conmigo.

Narel: Los recogeré en el aeropuerto a las nueve, nos vemos a las diez en el muelle.

Aurora: Genial, qué ilusión que hayas pensado en mí.

Narel: Pienso en ti más de lo que quisiera.

Aurora: Jiji. Calla... Un abrazo.

Narel: Otro para ti.

Sonrío como una tonta mirando la pantalla. Un poco nerviosa por la situación pero con ganas. Cojo mi toalla y salgo enérgica hacia la playa. Hace un día precioso, el sol brilla como nunca, se nota que ha empezado el verano.

La gente empieza a salir a desayunar al porche con vistas al mar de sus casitas en la playa. Igualito que en las típicas postales americanas. Estiro todo el cuerpo mientras suena mi música favorita en los cascos y me relajo un rato tumbada en la arena. Tras dos horas de yoga, relax y un batido de plátano, manzana, limón y espinacas, recojo mi equipo para ir al estudio un rato. Tengo que empezar a arreglar varios asuntos aunque me niegue a hacerlo. Hay ciertas gestiones que quiero dejar cerradas y solucionadas antes de que la enfermedad asome con los primeros síntomas. Intento no ponerme triste pero es inevitable. Me parece terriblemente injusto que me tenga que morir, nadie debería pasar por esto tan joven. Pero me ha tocado a mí.

Cojo mi famoso bloc de notas y empiezo a apuntar. -Estudio de pintura: Ponerlo en venta con una inmobiliaria. -Mis cuadros: contactar con empresa de subastas. (Espero que quien los compre los sepa valorar). -Mi casa: avisar a mi casero de mi situación. La verdad es que familia no tengo mucha, una tía a la que hace años que no veo y sus hijos con los que nunca nos llevamos muy bien. Problemas entre mi madre y ella. Mis abuelos fallecieron hace ya algunos años y por parte de mi padre, ni idea.

Así que por ese lado no tengo mucho de que preocuparme. A veces me pregunto cómo hubiera sido crecer en una familia normal, de las que se reúnen para comer todos los domingos, las Navidades, Acción de Gracias... Siempre anhelé tener algo así y estaba convencida de que yo crearía mi propia familia con muchos hijos y muchas comidas familiares. Injusto. Me pregunto si vale la pena preparar mi vida para el día en que yo falte o si es mejor pasar y que se espabilen los que se quedan.

Siempre he sido muy pasota en este aspecto, pero de algún modo me gustaría hacer las cosas bien hechas por esta vez. Por última vez. Todo el positivismo de esta mañana se desvanece con estos pensamientos y me digo que he de acostumbrarme a estos cambios de humor de ahora en adelante. Trato de no ponerme más triste y decido dejar los papeleos para más adelante.

Paso el resto del día dibujando un poco en el estudio y pensando inevitablemente en mañana. Me da un poco de vergüenza conocer a los amigos de Narel, pero tengo muchas ganas de volver a navegar con él. Llego a casa muy tarde y sin ganas de cenar. Yogui se pasea por el jardín como un gato salvaje. En cuanto me detecta, corre a frotarse contra mis piernas. Lo cojo en brazos y entramos. Me he dejado el móvil en casa y veo dos llamadas perdidas de Mark.

Le devuelvo la llamada y así aprovecho para contarle el plan con Cloe y John este fin de semana. Descuelga al primer tono. -Buenas noches, cariño. -Buenas noches, perdona, no me he llevado el móvil. ¿Qué tal el día?-Cansado. -Bueno, eso está bien... -Sí, supongo. -Se ríe forzado y se nota que no tiene mucho que decir. -¿Tú qué tal?

-Pues muy bien. Creando una nueva colección y con ganas de acostarme también. Por cierto, te quería contar que este fin de semana vienen John y Cloe a casa. Espero que no te importe. -Ah, tranquila. Tengo ganas de hablar contigo y contarte cosas. Se me hace un nudo en el estómago y me invade un pánico atroz a que me cuente la verdad. No quiero saber más. Solo quiero olvidarlo. -¿Estás bien? -No mucho, la verdad...

Y hace mucho que no hablamos -me dice. -Hablamos casi cada día y cada fin de semana, Mark. -Me refiero de nuestros sentimientos. -Entiendo... -contesto sin ganas-. Bueno, pues seguro que encontramos un hueco este fin de semana, ¿vale? -Trato de zanjar el tema porque lo que menos me apetece es que me lo suelte por teléfono. -Sí, descansa, ¿vale? Te quiero mucho. -Yo también te quiero. Buenas noches.

Cuelgo antes de que pueda contestar y tomo aire despacio. Está claro que le quiero, si no, no estaría haciendo lo que hago, no me aguantaría los mil reproches que me vienen a la cabeza cada vez que lo veo, escucho o leo lo que me dice. Trato de reafirmar mi decisión del primer día y me dirijo a la cocina. No tengo hambre, así que como un poco de melón y pienso en qué puedo ponerme mañana. Suena el WhatsApp.

Narel: Tengo ganas de verte. Mañana a las diez en el muelle.

Sonrío como una tonta y me olvido de Mark.

Aurora: Yo también. Muchas.





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