Capitulo 14

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Son más de las once de la noche cuando por fin entro en casa. Aún sin cenar y todavía empapada por la lluvia primaveral que nos ha alcanzado. Me siento feliz y en paz, por fin, tras estos días tan extraños. Parece que empiezo a llevar mejor la situación. Pongo un poco de música en el viejo tocadiscos, hoy le toca a Matt Corby, pero flojito, música ambiente.

 Sin entender muy bien por qué, noto que tengo ganas de ver a Mark, por increíble que parezca. Creo que hacer por un día lo mismo que él con Thais me ayuda a odiarlo un poquito menos y entender por qué lo ha hecho. Entender lo que es sentirse ilusionado de nuevo. Cojo el móvil para llamarlo a ver por dónde va y veo el mensaje de Narel aún sin responder. 

Suspiro, y a la vez me muero de ganas de salir al mar con él. Debo admitir que estoy un poco hecha un lío. Aurora: Hola, Narel, ¿qué tal? Gracias por pensar en mí. Este fin de semana me es imposible pero a partir del lunes cuando quieras. Me desconecta al momento. Decepción. ¿Qué esperas, Aurora, que esté ahí por y para ti? Intento dejar de pensar en él y centrarme en mi reencuentro con Mark, al fin y al cabo es mi chico, y no tengo ni idea de cómo estará pasándolo él. 

No he vuelto a pillar ninguna cosa más de su desconocida relación con Thais y, la verdad, es que lo prefiero así. Hacer como si nada hubiera pasado. Corro hacia la puerta al oír las llaves. —¡Cariño! —dice mientras entra en casa. —Buenas noches. —Lo abrazo nada más entrar—. ¿Cómo ha ido el viaje? —Bien, agotado de tantas horas al volante, pero ahora ya bien —me dice mientras me da un beso suave pero tierno. —He preparado algo de cenar, ñoquis con pesto de calabaza. —Mmmm, suena bien. 

Te he traído algo —dice mientras saca un paquetito de su mochila—. Ábrelo. —¿Y esto? —Sin duda se siente culpable, pero yo no puedo juzgarlo, yo ahora soy igual que él. Bueno, igual no, que yo lo hago por despecho. Pero qué demonios, lo hago porque me nace, porque me apetece y porque me hace sentir un poquito mejor. Lo abro y veo un colgante con el símbolo de la paz que tanto me gusta. —Vaya, es precioso —le digo sincera mientras me lo pongo—. Gracias. ¿Cenamos? —Sí, lo vi y supe que te encantaría. 

—Me da un beso en la frente y nos dirigimos a la cocina. La noche pasa tranquila, le cuento mi reunión de hoy con John y Cloe y ni mu de la cita en el puente. Nos acostamos enseguida porque ambos estamos cansados y planeamos ir a la playa mañana. Las sábanas se me pegan cuando Mark está en casa, es como si me diera la oportunidad a mí misma de dormir sin preocuparme de la hora. Es fin de semana y no me hace sentir mal despertarme casi a la hora de comer. Hace calor y Mark ya no está en la cama cuando logro abrir los ojos. Lo oigo en la cocina y antes de que me dé tiempo de levantarme aparece por la puerta con un zumo de naranja natural y unas tostadas con tomate y aguacate.

 Él siempre ha sido así. Y a pesar de todo, sigo viéndolo con los mismos ojos. Lo miro por un momento como si fuera un desconocido, y él me sonríe. ¿Cómo puede el ser humano esconder un mundo interior tan inmenso e incomprensible? —Vamos, tómate el desayuno y vamos a pasear por la playa. Necesito desconectar del trabajo y me apetece darme un baño, cariño. —Vale, gracias por el detalle —le digo mirando la bandeja. Desayuno con calma mientras Mark se ducha y yo miro el mar por la ventana. ¿Nunca os ha pasado algo similar? Algo que creíais imposible, como querer a alguien y a la vez pensar en otro, o como perdonar una infidelidad cuando creíais que vosotros jamás pasaríais por eso. 

Me dan ganas de hablarlo con Mark. Siempre nos lo hemos contado todo. De hecho, me extraña que Mark no me haya contado su aventura-historia-relación con Thais. No me aguanto las ganas de decirle que lo sé, que no pasa nada, que le perdono si deja de verla... Pero luego vuelvo en mí y me reafirmo en la idea de seguir con el plan. Me ducho rápido y me quedo plantada ante mi armario. No sé por uno playero de color verde. A juego con mis ojos. Un collar de monedas antiguas, el pelo mojado que ya se secará con la brisa marina y ni un ápice de maquillaje. Vamos andando hacia el mar y de camino me compro un libro que tenía muchas ganas de leer. Otro para la colección de mi abarrotada librería. 

Una mirada al océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora