Última llamada para el vuelo 8234». La voz robótica de la azafata me hace acelerar o no llegaré a la puerta de embarque. Como siempre, voy tarde. Por fin llego, la última como siempre. Sudando y jadeando con dos mochilas a cuestas. Encuentro mi asiento y me preparo para dieciséis horas de vuelo con escalas. Y por un momento me entran las dudas. ¿Y si no están donde yo creo? ¿Y si me han estado llamando para contármelo? Decido abrir el teléfono de nuevo y enviarle un wasap: Aurora: Hola, chicos... Disculpad la ausencia de estos días, no ha sido fácil. Espero que estéis bien. Estoy a punto de cometer una locura. Nada tiene sentido sin vosotros. ¿Me recogeríais en el aeropuerto en dieciséis horas? No es broma :) Os echo de menos. Veo a Narel en línea al momento.
Narel: Aurora, ¿de veras? ¿Cómo estás? Dime algo... No me lo puedo creer, ¿de verdad vienes aquí? Dios mío. Gracias. Ahí estaremos. Te quiero, te quiero, te quiero :) Sonrío y apago el móvil. Tanto evitar y reprimir esto y al final me siento mejor que nunca. Una nueva emoción recorre mi cuerpo. Una nueva vida, dure beso. Solo hace tres días que se fueron pero la idea de que fuera para siempre ha hecho que sea tan doloroso como si fueran meses. Me acomodo el vestido de flores que he elegido para la ocasión y me preparo para mi nueva vida. Lo he dejado todo atrás. Solamente una carta para Mark en casa, la verá el día que llegue. Abro el móvil y leo el wasap de Narel: Narel: Estamos junto al Starbucks del aeropuerto. Nerviosos. ¡Qué cosas! Muero por besarte otra vez. Sonrío como una niña con la mirada fija en la pantalla. Tomo aire y lo hago. Desmonto el móvil. Saco la tarjeta y la tiro en la papelera más cercana.
Se acabó. Adiós móvil. Ilocalizable. Lo guardo. Muerto. Inerte. Adiós a todas las amistades que solo me recuerdan mi pasado. En cuanto a John y Cloe, hemos estado llamándonos casi a diario estos últimos meses. Pero la última semana que pasé con Narel no paraban de presionarme para que probara el tratamiento que John había encontrado, hasta el punto de agobiarme y hacerme sentir mal. Sé que, aunque no la compartan, entenderán mi decisión. Por un tiempo prefiero estar desaparecida y que no me escriban pidiéndome que vuelva e ingrese para hacerme las nuevas pruebas. Me conocen bien, sabrán que me he ido con Narel. Ahora mismo no tengo ganas de hablar con nadie. Ni fuerzas.
Algún día los llamaré. Pero por ahora, solo quiero volver a abrazar a Narel y a Sam. Y pensar en mí. Veo a lo lejos el Starbucks iluminado. Me pongo nerviosa, más si cabe. Me suelto el pelo, me lo coloco bien para estar guapa. Tomo aire y veo a la pequeña Sam corriendo hacia mí. Cruzando todos los comercios del aeropuerto. —¡Chica triste! —grita desde lejos abriendo los brazos. Suelto las mochilas de golpe y me arrodillo. Salta a mis brazos con tanta fuerza y velocidad que nos tambaleamos y casi nos caemos. La abrazo, la beso; es mi pequeña.
—¡Has venido, has venido! —Es que os echaba mucho de menos, Sammy. Ella me mira y me vuelve a abrazar, alzo la vista y veo a Narel acercándose a paso lento con la mirada fija en nosotras y una sonrisa que no le cabe en el rostro. Me levanto separándome de Sam con delicadeza y Narel, aún a unos diez metros, me hace una señal con el dedo para que vaya hacia él. Y salgo corriendo, él acelera el paso y me lanzo en sus brazos como Sam ha hecho conmigo. Nos besamos y me olvido de dónde estoy, de Sam y del mundo. Cuando recobramos el aliento, Narel me susurra: —Han sido los dos peores días de mi vida.
No te lo puedes ni imaginar. —Lo siento, lo siento —le susurro entre besos. —No sientas nada... Pero ¿cómo has cambiado de opinión? —Verás —bromeo—. Revisé nuestra lista de cosas que hacer antes de morir y nos dejamos dos. Plantar un árbol y cruzar el planeta. —Déjame adivinar. ¿Compraste un árbol, lo plantaste y compraste unos billetes a la otra punta del mundo? —¡Ohh, vaya! ¿Tan previsible soy? —le pregunto entre risas. —Sí, voy conociéndote, creo. —Me besa de nuevo—. Y te voy a hacer la mujer más feliz de mundo. Te lo prometo. —Ya lo has hecho... —Cada día será una aventura, una oportunidad, un milagro. —Sí... —Uf... —Suspira sin creer que esté ahí. Sam nos abraza. —Os quiero, chicos. —¿Eso significa que vas a ser mi mamá? —¿Podré reñirte cuando hagas cosas malas? —Sí sí. ¡Siempre que quieras! —me dice con su peculiar manera de hablar.
—¿Y te comerás todo lo que te cocine? —Sí, y me dejaré desenredar el pelo aunque me des tirones y me iré a la a esta niña que se ha ganado mi corazón. —¡¡Bieeeen!! Me da la mano entre saltitos de alegría y siento una vez más que la vida es mucho más sencilla de lo que imaginamos. Mucho más minimalista. Que la felicidad siempre depende de uno mismo y que todo, absolutamente todo, depende de nuestras decisiones. Cada camino que elegimos puede hacer que nuestra vida dé un giro radical de 180 grados.
—Vamos. —Me tiende la mano Narel y coge mis mochilas—. Vamos a mostrarte tu nuevo hogar. Espero que te guste nuestra cabaña frente a la playa. Conocerás a Isla, ha venido esta mañana al enterarse de que venías, histérica por conocerte. Sam me mira, sonriendo como nunca la había visto. Me coge la otra mano y empezamos a caminar juntos. No tengo ni idea de adónde vamos, pero me siento más en casa que en toda mi vida. Y esto es todo lo que necesito ahora.
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...