A la cabeza que debo revisar todos sus correos. Sí, exacto. Necesito leer lo que él le escribe a ella. «Qué masoca eres, Aurora». Pero necesito leer lo que él siente. Bajo corriendo los escalones, pero justo en ese momento John llama a la puerta. Abro. Me lanzo a sus brazos, así tal cual, destruida, sin esperanzas, hecha polvo. Me abraza, me levanta en brazos y tira de mí hacia dentro para cerrar la puerta. —Cariño, cuéntame —me dice mientras me escurro entre sus brazos y nos dirigimos al sofá. —Léelo tú mismo. —Le paso el ordenador. Tras un minuto en silencio, sopla con fuerza y suelta: —Pfff... Aurora... —Vamos a buscar más correos —le interrumpo. Me coge el portátil a la fuerza, pero me resisto. —No hagas eso. —¡Por supuesto que sí! Mark está al llegar y necesito saberlo todo. Introduzco el email de la tal Thais en el buscador de la bandeja de «Te equivocaste al escribir hoy, Thais», pienso para mis adentros. ¿O quizá no? Quizá lo hizo porque sabía que le podría pillar. Sí, seguro que es eso, la muy... Abro uno al azar. John, con la cabeza apoyada en las manos y la mirada clavada en el suelo, resopla de nuevo: —¿Estás segura? Ya no tengo ganas de llorar.
El golpe ha sido tan devastador que ahora ya solo siento ira. Ni pena, ni miedo. Ira. En estado puro y sobre todo, curiosidad. Necesito entender. Entenderla. Mensaje de: Mark Steven (mark.smith@lettvi.com) Para: Thais Francis (francis.thais@lettvi.com) Hola, Thais, ¿cómo te encuentras? No puedo parar de dar vueltas a lo nuestro. Me siento fatal por Aurora.
Sabes de sobra cuánto la quiero y cuánto me duele hacerle esto. Siento que no puedo continuar. Sabes también todo lo que siento por ti. Sabes que lo nuestro tenía un 0,0001 % de posibilidades de ocurrir. Porque sabes la clase de hombre que soy, pero ocurrió. Jamás me había planteado en mi vida cómo actuar ante una situación así porque yo no soy de esa clase de tíos capullos que engañan a sus novias. No sé cómo hemos podido llegar tan lejos. Quiero a Aurora, lo siento, pero es así. Pero me he enamorado de ti. Traté de evitarlo. Lo sabes, pero fue imposible. Me sentía solo, incomprendido, y probablemente si te hubiera conocido en cualquier otro lugar, lo habría frenado. No te hubiera vuelto a ver.
Me habría jodido por no molestar a ella. Pero tenerte cada día al lado en la oficina, en las reuniones, ha sido imposible. No puedo detener ni cambiar mis sentimientos. Intenté luchar contra esto, por mí, por ella y por ti. Y ahora estoy perdido. Me siento una descarada. Es que has sido tan buena, siempre entendiendo y respetando la situación, tratando de no ponerte en medio de mi relación, respetándome. Y yo reprimiendo lo que sentía. Ese compañerismo que se convirtió en amistad. Tus consejos cuando estaba mal con Aurora, el modo en que siempre me mirabas como si yo fuera un puto héroe cuando lo que soy es un gilipollas. Trato de buscar la mejor solución. Me encantaría que lo nuestro fuera fácil. Pero no puedo separarme de Aurora, tenemos unos planes, que, aunque se quebraron el día que te di dos besos, yo sigo sintiendo como nuestros. Tenemos un futuro y nosotros, joder, el mejor presente de toda mi vida. Una relación en calma, cosa que sabes que siempre he anhelado junto a Aurora, pero ha sido imposible. No sé, Thais..., dame tiempo, por favor, dame tiempo... John me mira con los ojos como platos y comprendo al instante lo que quiere transmitirme: Mark no es un cabrón. Mark no es un cerdo. Solo es un humano al que le ha pasado algo que le podría pasar a cualquiera. Eso no hace que me duela menos, pero ver que se siente mal, cómo no para de repetirle que me quiere, imagino lo duro que habrá sido para él ocultármelo todo este tiempo, ir en contra de sus sentimientos. Sé que nuestra relación se ha enfriado, que ya no hay pasión, que no me intereso por sus cosas, que no soy tan cariñosa como él querría. Y mira que lo he sido siempre, dulce, cariñosa, casi susurrada de mi amigo capta mi atención. —No puedo, John, te olvidas de lo mío. —¿De lo tuyo? ¿Qué quieres decir? —Al leer el mensaje de Thais he querido matarlo, matarlos, odiarlo.Pero ahora, leyendo esto, leyendo cómo le dice que está enamorado de ella, pero que aun así lo hubiera intentado evitar. Es su compañera de trabajo, joder. ¡Tú sabes mejor que nadie lo que es eso! —le reprocho a John, que está saliendo con un enfermero de su misma planta en el hospital. —Sí, lo sé; sé lo que es que una amistad se convierta en amor y no poder remediarlo. Pero me da igual lo enamorado que esté Mark, a mí me importas tú. Y ahora mismo no puedes afrontar lo que te viene, fingiendo que nada de esto ha ocurrido. ¿Qué quieres? ¿Qué estás pensando? —me pregunta mientras se dirige a la cocina a hacer un par de tés y me deja en silencio. Mi mente creativa empieza a divagar, a pensar, a inventar. Imaginar. Mark es un buen tío. Siempre lo ha sido. Desde que lo conozco, pondría la mano en el fuego a que jamás me ha fallado. Sin embargo, yo si le fallé a él.
Al poco de salir juntos, terminamos la carrera y él tenía que volver a Los Ángeles, donde se crió y donde vive toda su familia, pero al final se mudó a California por mí, a pesar de odiar la costa. Le prometí que le debía una y que cuando él quisiera volver a la ciudad iríamos juntos, pero no lo hice. Fui egoísta y no le devolví lo que él dio por mí. No le excuso. Sé que lo que ha hecho está mal y si esto lo hubiera leído esta mañana, antes de conocer los resultados médicos, nada más llegar le habría tirado todas sus cosas a la cabeza acompañadas de mil insultos. Por mi impulsividad. Por su traición. Pero ahora mi vida ha cambiado. Y, sobre todo, mi visión de ella.
Según John, me pueden quedar tres o cuatro meses como mucho antes de... Paso de pronunciarlo. ¿Qué se supone que debo hacer? Quiero a Mark, le quiero. Siempre ha sido un buen novio. Siempre ha renunciado a sus sueños por mí, por eso le pedí que aceptara su gran oferta de trabajo. Sé que la habría rechazado si se lo hubiera pedido. Mark siempre ha sido esa clase de tío de los que, si tienes frío, se levanta y va a por una manta, sin pereza y sin tardar. De los que, si se te antoja un helado a las dos de la madrugada, sale en pijama a buscártelo a la primera gasolinera que encuentre abierta. Nunca se ha quejado de mis defectos, de mi caos y mis turbulencias. No es que sea rara, pero soy difícil, difícil de complacer porque soy muy exigente y siempre quiero más. Mi vida es una búsqueda constante de emociones, de nuevos proyectos. Y él siempre me ha aceptado y comprendido.
Quizá por eso nunca hemos tenido grandes discusiones. Si alguna vez hemos discutido he sido yo sola, desahogándome, y él escuchando sin juzgar. Aunque imagino que aguantar sin explotar nunca también le ha quemado. Mierda, Mark. Con lo felices que hubiéramos podido ser... Antes de leer estos emails estaba convencida de que lo más justo era contarle lo de mi enfermedad, para que estuviera a mi lado. Porque de algún modo sabía que pediría una excedencia en el trabajo para volver a casa y cuidarme. Aunque en realidad no estoy segura de que sea eso lo que quiero. Es muy triste estar al lado de alguien y ¿Para qué? ¿Qué conseguiría con ello? Yo amo a Mark, le amo, aunque se haya equivocado. Y lo único que conseguiré contándoselo todo es que se sienta peor aún, que renuncie a su gran sueño y a... Thais.
Cómo me duele pronunciar este maldito nombre. Pero si en tres o cuatro meses yo no estoy, ¿para qué voy a fastidiar toda su larga vida? Parece que acabo de asimilar que mi paso por este mundo empieza a llegar a su fin y que debo arreglar todo lo que tengo entre manos. Mark, mis amigos, mi familia... John aparece con dos tés. —No voy a contarle nada, está decidido. Así que no me repliques. No quiero hacerle daño. En otra situación lo mandaba a..., ya sabes, pero ahora no puedo. —Mark es mi amigo también y le aprecio.
No esperaba esto de él. Él no es así. Pero ¿qué puedo decir yo? Empecé a salir con Loren hace un año y sabes de sobra la historia. Ambos teníamos pareja cuando nos conocimos y tratamos de luchar contra lo nuestro. Son cosas que pasan, Aurora. Lo siento, sé cuánto te debe doler... No voy a decirte qué hacer, porque no tengo ni idea. Tu enfermedad es algo imprevisible, aunque parece avanzada nunca se puede saber del todo porque no da síntomas hasta la última semana de... —De vida, John. De vida —acabo la frase por él mientras baja la mirada.
Jamás en toda mi carrera me había costado tanto pronunciar estas cuatro letras—. Llegando a casa me sentía perdida, al leer el primer email me he querido morir, pero ahora, no sé, al leer a Mark...
siento que hay esperanza. Llevo todo el día sintiendo que la vida se acaba, pero ahora comprendo que solo acaba para mí. Que la vida sigue... —Por favor, Aurora... —John trata de callarme, porque le duele. Porque es mi amigo. —Tienes que hacer algo por mí. Por favor, no se lo digas a nadie. No voy a contarlo. No, no quiero que nadie lo sufra. —Pero tienes que contar con alguien. Cloe, al menos. —Cuento contigo. Cuento con que no me falles. Y sí, a Cloe sí le contaré. —Pienso en nuestra mejor amiga en común y en que le debo un café y una larga explicación. —Joder, ¿por qué siempre tienes que elegir la versión más difícil? —Porque si no, no sería yo —le digo mientras le golpeo flojito con el codo. Me siento cada vez más calmada. —Me voy a casa, Mark estará a punto de llegar y no tengo ningunas ganas ahora mismo de cruzármelo. No sé cómo actuar, de verdad. Espero que tú sí sepas. Y hagas lo que hagas, por favor prométeme que estarás bien. —Te lo prometo. Te llamo mañana —respondo mientras me besa en la frente y coge su jersey para irse. Lo acompaño hasta la puerta y le doy un fuerte abrazo. No sé qué haría sin él.
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...