Durante el trayecto de regreso al muelle y a su casa le hago un resumen sobre mi enfermedad y lo que ocurrió con mi madre.
Me explayo en el capítulo en el que la obligué a someterse a tratamientos y que lo único que logré fue arrebatarle el único mes de vida que le quedaba.
Se muestra comprensivo en todo momento y sutilmente asustado. No quiero hacerle daño pero sé que será inevitable si lo que ha sucedido hoy entre nosotros sigue adelante.
Aurora, sobre lo de antes... Me he dejado llevar por... No sé, no quiero que creas que yo soy esta clase de tío que... Vuelvo a ver en él al chico reservado y distante.
Lo que quiero decirte es que no quiero que pienses que eres una más. Hace tanto tiempo que no estoy con alguien que a veces siento que se me ha olvidado cómo manejar la situación. —Soy yo quien ha empezado. No tienes que excusarte.
Le hago una mueca de complicidad y al instante se relaja—. Yo también me he dejado llevar por el momento... —No quiero decir que me arrepienta.
—Me mira dudando de repente de si se está expresando bien. Realmente se le nota que no es el típico hombre que liga con mil chicas. Alzo la mirada y le respondo directa y sinceramente: —Yo tampoco. Pasamos de largo el muelle del pueblo desde donde se ve su coche y ante mi cara de extrañeza, se me adelanta:
—No hace falta coger el coche para ir a nuestra casa. Vivimos en el acantilado, en el faro, y tengo amarre, ya sabes, por mi trabajo y tal.
—Claro, no había caído. —Soy como una niña pequeña descubriendo un nuevo mundo. Nos vamos acercando al acantilado con su precioso faro de madera blanco.
—¿De veras vivís en el antiguo faro? —¿Antiguo? Lo acaban de restaurar y es la casa más bonita en la que hemos estado.
Creo que me va a dar una pena terrible irme de aquí cuando acabe la tem... temporada —titubea al hablar de su partida como si las cosas, prioridades o planes le hubieran empezado a cambiar. —Siempre que paso por delante me pregunto cómo será por dentro.
—Pues ahora lo comprobarás. A pesar de sentirse contento y en confianza sigo notando en él ese halo de misterio y timidez. Trato de reprimirme las ganas de preguntar pero no puedo: —¿Siempre eres tan reservado? —¿Reservado? —Sí. —Creo que contigo no estoy siendo nada reservado... Cuando tienes una hija, las cosas cambian. Ya pegados a la costa, Narel salta por la borda hasta el pequeño pantalán del atraque.
Me ayuda a desembarcar y tomamos el camino hacia su casa. Recorremos un tramo de arena por la playa, que al estar escondida debajo del acantilado y solo poder accederse desde el agua, es una playa desierta. Inhóspita y muy excelente.
Me ayuda a trepar por unas rocas para alcanzar el sendero que lleva hasta la casa de madera blanca que hay adosada al faro. —Quiero decir que mi vida se centra en ella. En que Sam sea feliz, en que a Sam no le pase nada, en que no eche de menos nada... Me he olvidado de mí, la verdad. Y luego están las ballenas, mi otra gran pasión.
No tengo tiempo para otras cosas, siento que mi vida está llena, pero luego ocurren cosas... Como conocerte. —Mariposas en el estómago—. Que me hacen volver a ser el chico que era antes. Lo he pasado muy mal, Aurora, cuando la madre de Sam me trajo a la niña, fue todo tan duro. —¿Puedo preguntar qué pasó exactamente? —Hace ahora seis años, cuando aún trabajaba en Australia, un buen día llamaron a la puerta de mi casa, por aquel entonces vivía en un buen apartamento con mi hermana.
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Una mirada al océano
Teen FictionAurora es una artista libre e impulsiva que vive rodeada de velas en un precioso estudio frente a la playa de un pequeño pueblo al sur de California. Adora las piedras naturales, los gatos y andar descalza contemplando el cielo nocturno. Pero todo d...