Luz Voreal

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Lentamente abrió los ojos...Hermoso...Todo era hermoso.

Cuando oyó el relinche por parte del animal, despertó de su trance. Soltó su agarre y lentamente se irguió hasta quedar sentado -de la manera correcta- sobre el lomo del caballo.

-...Esto es hermoso, Seiya...—Sonrió y miró todo a su alrededor.

En Asgard, él siempre gozaba de andar a caballo, sin embargo, el sentimiento era tan...tan diferente. Por primera vez subía a un pegaso y por Odín...Era magnífico.

No solo el animal en sí.

Seiya galopó hasta el límite del Olimpo y regresó al lugar en donde estaba Kise. Lentamente y con cuidado, aterrizó y agitó su melena, para seguidamente plegar sus alas. El rubio rápidamente se acercó a ambos y acarició el hocico de su compañero, agradeciéndole en murmurllos. Luego se dirigió hasta el nórdico y lo ayudó a bajar del animal.

-...¿Y? ¿Qué tal estuvo, Kasamatsucchi? —Preguntó, temiendo que no hubiera sido lo que esperaba.

-...No sabría describir lo que siento...—Rascó su nuca con pena y desvió la mirada—...Pero te agradezco que me dejaras subir en él...Alivió mi angustia...Al menos por el momento...

-...Siempre he dicho que Seiya era un pegaso mágico...—Rió y acarició la suave cril del caballo—...Siempre sabe que hacer para que el ánimo vuelva a mí...Es mi mejor amigo.

-...¿Tu mejor amigo? —Preguntó curioso.

-...Sí...—Rió un poco—...Aunque parezca algo raro...Mi padre nunca me dejó salir del templo...Nací y crecí ahí...No conocía a nadie más que a él y a Seiya...—Besó el hocico del animal.

-...¿Qué padre, en su sano juicio, mantendría encerrado a su propio hijo? —Hizo una mueca, indignado.

Oh pobre Kasamatsu, él no conocía todo de Odín todavía.

-...No lo sé...—Se encogió de hombros—...Siempre me dije que lo hacía por protegerme...Aunque no sé de qué...—Rió un poco y volteó hacia el templo—...¡Hola, Kurokocchi! —Saludó al marino, quien los veía desde hace unos momentos.

-...¿Te sientes mejor? —Preguntó, acercándose a él a toda prisa.

-...Sí...Solo fué por la sorpresa...—Asintió el oji-celeste, mirando de reojo al rubio—...Lamento interrumpir su cortejo...—Ambos rostros se tornaron rojos.

-...¡N-No es...! ¡N-Nosotros...! —Kasamatsu intentaba buscar algo para explicar aquello. Volteó a ver al rubio, pero este le evitaba la mirada, mimando a su pegaso—...Traidor...—Pensó.

Kuroko alternó la mirada entre ambos y sonrió levemente. Pese a que sus personalidades no eran parecidas, parecían acoplarse de una manera extraña. Al menos desde su punto de vista.

Suspiró. Vería si podría ayudar al rubio con su cortejo.

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-...No dejes que nada malo te pase, Ryo...—Sonrió la mujer con debilidad. Sus labios estaban muy morados, su piel era demasiado pálida, el cancaneo de sus dientes era incesante, mas no dejaba de sonreírle al pequeño niño que estaba abrazado a ella, totalmente normal.

Casi parecía que frío no le calaba en el cuerpo.

-...¿Mami? —Preguntó una vez dejó de oír el cancaneó de siempre. Los ojos de la mujer estaban cerrados, su agarre se había aflojado y ya no veía las nubes de vapor que hacía con cada respiración.

Había muerto.

El pequeño niño no entendía nada, así que simplemente pensó que se encontraba durmiendo, por lo que se apegó más a ella y con una sonrisa, se dispuso a dormir también.

Kamigami No BasketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora