Eres tú...

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Observar a un oriental meditar, siempre era interesante, pues nunca sabías que podía pasar.

Algunos mortales contaban que los habían visto levitar, otros decían que hacían crecer flores a su alrededor y otros que era como entrar en un estado de sueño muy profundo.

Pero ninguna de estas era cierta. O al menos eso comprobaba Teppei, al observar fijamente al pelinegro en la cueva. Este solo parecía estar tranquilo, pero a su vez no, pues mantenía su ceño muy fruncido.

Miró de reojo al griego que se había dormido sobre las pieles que habían llevado, así que, tratando de ser silencioso, se acercó a su pelinegro.

Jumpei sabía que se estaba acercando, podía sentir su aura y calor, hasta que sd detuvo a unos centímetros frente a él.

-...¿Qué quieres? —Preguntó sin abrir sus ojos o cambiar de posición. Teppei dió un brinco y bajó la cabeza, agachando sus orejas.

-...Perdón si te desconcentré...—Murmuró, entreabriendo el hocico.

-...Para nada...—Negó y abrió sus ojos, posándolos en él—...Aún no lograba meditar correctamente...—Abandonó su posición y ladeó el rostro—...¿Necesitabas algo?

-...Pues...—Agitó su cola suavemente, miró su cuerpo con descaro, haciendo sonrojar al oriental.

-...Oh no, eso no...—Frunció el ceño y se alejó un poco, pero el licántropo se acercó nuevamente—...No Teppei.

Sin embargo, el lobo no le hizo caso y se abalanzó sobre él, tratando de colocársele encima. Hyuuga huyó lo más rápido que pudo, brincando sobre pequeños montículos de nieve, que el licántropo también saltaba, buscando alcanzarlo.

Estuvieron así por varios minutos, hasta que uno de los montículos en el que el pelinegro saltó, cedió y lo dejó enterrado en el mismo. Teppei se le acercó, vencedor y con su hocico lo haloneó fuera de la nieve, lo soltó y mientras el contrario trataba de ponerse en pie, el castaño adquirió su forma humana y le sostuvo en su posición.

Hyuuga se sonrojó al sentir algo duro presionando su trasero.

Volteó el rostro hacia el castaño, recibiendo un beso sorpresivo. Sus ojos se abrieron tan grandes que poco faltaba para que salieran de sus cuencas, los labios del lobo se movían lentamente, presionando un poco con sus dientes, tratando de no dañar la piel. Su lengua se delizó con calma en el paladar ajeno y probó su sabor con dedicación. Hyuuga tembló entre sus brazos, bajó una de sus manos a la parte baja de la túnica divina del oriental y con cuidado bajó el pantalón que cubría su trasero. Retiró sus propias prendas y una vez tuvo el acceso, no dudó en introducirse en él de una sola embestida.

El gemido del pelinegro murió en la boca del nórdico. Separó sus bocas bruscamente, jadeando en busca de aire, desesperadamente. Kiyoshi tenía la mirada entrecerrada, temblando un poco por la presión en su pene. La simple sensación estaba a nada de llevarlo a un orgasmo. Un caliente suspiro murió en la nuca del oriental.

Comenzó a moverse.

Lento.

Profundo.

Con cuidado de no lastimarlo.

Hyuuga se aferró a la nieve, tratando de tomar lo suficiente para tirárselo al más alto, aún sabiendo que no serviría de nada hacerlo.

Teppei lamió la nuca ajena con paciencia y calma, preparando la zona, disfrutando el sabor de su piel algo fría. Pasarían varios minutos en ello hasta que por fin sintió el cosquilleo que llegaba a él al momento del clímax. Sus movimientos se aceleraron, un gruñido escapó de sus labios a la vez que sus dientes perforaban la tierna piel ajena. Hyuuga abrió sus ojos de golpe y gimió, liberando su propio esperma en la nieve.

Kamigami No BasketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora