Mirada de fuego

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-...Lalalalalalalala~ —Tarareaba Tatsuya, yendo al templo de su adorado "hermanito menor". Se suponía que ese día regresaría de su primera misión en la tierra.

-...Ahhhhh~ —El peli-lila gruñó frustrado. Su siesta había sido interrumpida por ese molesto tarareo—...¡¿Quieres callarte?! ¡No puedo dorm- ! —Sus ojos se abrieron de par en par al ver de quien se trataba.

La joya del Olimpo.

-...Ah...Perdóname...¿Te molesté? —Preguntó preocupado, mientras el resplandor en su cuerpo se hacía más brillante.

-...Nah, descuida...—Rió nervioso—...No me molestó en lo absoluto.

-...Ah, que bueno entonces...—Sonrió—...Permiso...—Hizo una pequeña reverencia y continuó subiendo las escaleras.

Murasakibara lo siguió con la vista y cuando estuvo lejos, suspiró aliviado. Casi mete la pata.

Afrodita, o mejor dicho, la joya del olimpo, era el protegido de Zeus. Habían testigos que afirmaban haber presenciado los castigos de aquellos quienes habían hecho que la Diosa se quejara, llorara o perdiera su sonrisa y su brillo. Los castigos eran horribles, un mortal no sobreviviría.

Su predecesor le había instruido muy bien, sino ya hubiese estado en problemas. Muy serios problemas.

Suspiró y volvió a concentrarse en su siesta. Debía recuperar energías por la mañana, para por la noche hacer bien su trabajo.

Himuro no pudo evitar mirar de nuevo hacia el lugar en donde aquel chico dormía ¿En serio era cómoda esa rama? Rió y negó levemente, para continuar con su caminata.

Por poco pensó que había hecho algo para incomodar a uno de los suyos. Sonrió más, aumentando su brillo. Era como una luciérnaga en la noche.

Escuchó los sonidos inconfundibles del fuego que tanto tiempo había conocido. Elevó la mirada y sonrió enormemente al ver el carruaje de oro y fuego pasar por sobre él, yendo al templo al que se dirigía.

Levantó su túnica un poco y comenzó a correr por cada escalón, tratando de no tropezarse en el transcurso. Llegó hasta el templo, cansado pero contento.

-...¿Tatsuya? —Levantó el rostro y observó, con pequeñas lágrimas, al pelirrojo frente a él—...¡¿Eh?! ¡¿Estás bien?! —Se le acercó a prisa.

-...¡Tiger! —El pelinegro se le lanzó encima y se le aferró con brazos y piernas—...¡Te extrañé mucho, Tiger! —Tomó su rostro entre sus manos y lo lleno de lindos besos melosos.

-...Yo también te extrañé, Tatsuya...—Rió un poco y acarició la larga cabellera negra—...Si sigues dándome besos, las abejas van a atacarme~ —Sonrió burlón.

-...Déjame demostrar mi amor, Tiger...—Pucheó.

-...Si sigues dándome "amor", pensaré que quieres conmigo...—Rió al ver el ceño fruncido en el contrario—...No es como si yo no fuera perfecto para cualquiera~ —Le guiñó un ojo.

-...Jajajajaja...—Rodó los ojos—...No te creas el último dulce del mundo, Taiga...—Sonrió—...Aunque, tal vez pueda darte una probada~ —Relamió sus labios, sensualmente, haciendo que el pelirrojo tragara saliva.

-...Ok...Tú ganas...—Suspiró y lo bajó de su cuerpo—...¿Me ayudas un poco? Estoy algo cansado...—Traqueó su cuello, destensándose un poco.

-...¿Algún aroma en especial? —Sonrió, caminando a su lado, dentro del templo.

-...Sorpréndeme...—Le guiñó un ojo y ambos rieron—...Iré a dejar mi armadura y estaré contigo en unos segundos...—Despejó su frente y la besó. Luego se marchó a su dormitorio.

Kamigami No BasketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora