Viejas heridas

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Para los nórdicos el día empezaba muy mal. Las manchas oscuras bajo los ojos del mayor, el despeinado cabello del segundo y el ceño fruncido del menor, eran claras advertencias de irritación en los mismos.

Nadie debería acercárseles por su bien.

Nadie.

-...Emmmm...—Miyaji se detuvo frente al templo en donde los tres chicos estaban sentados en los escalones. Una gota de sudor bajó por su frente al notar que aura negra que los rodeaba, aumentaba de golpe. Los vellos de su nuca se erizaron y las negras plumas de sus alas se separaron con violencia.

Huyó a toda prisa.

-...Tsh...—Chistó Yukio y observó al pajarillo que se había posado en el árbol junto al templo. Le dedicó una mirada tan horrible que el animal cayó como piedra.

Pobre.

-...Grrrrr...—Gruñó Takao, haciendo que las flores que estaban amontonadas junto a la fuente cercana, se marchitaran.

Pobres.

Una manzana cayó y rodó justo hasta el pie del menor de los nórdicos. Ryo volteó lentamente y tan solo bastó su mirada para que la fruta se pudriera y desapareciera en polvo negro.

Pobre.

Pobres de quienes osaran acercarse más de la cuenta.

-...¿Es mi imaginación o algo huele mal aquí? —Bostezó el peli-lila, aterrizando al lado del rubio alado.

-...N-No lo es...—Señaló el templo que poseía aquel aura negra—...Ni Hades se pone tan irritante.

Murasakibara parpadeó un par de veces y ladeó el rostro.

-...Pero si no es tan malo...—Dijo, haciendo que el rubio le viera con incredulidad—...Ese si lo es...—Señaló al templo contigüo.

Miyaji enarcó una ceja y sus alas se bajaron hasta tocar el suelo. Su rostro estaba azul y varias gotas de sudor habían en su frente, viendo aquel templo. Normalmente siempre estaba iluminado, no importaba si llovía o nevaba, siempre esta lleno de luz, ahora...

Esa luz estaba ennegrecida.

-...¿Q-Qué...? —Murmuró asustado. El peli-lila le vió con curiosidad le acercó un dedo, tocó a penas su hombro y el rubio cayó de la nube.

-...Oh...—Atsushi observó como caía, hasta que desapareció entre las nubes—...Creo que debo arreglar esto...—Suspiró y comió una pequeña bolita dulce, que había conseguido de los terrenales, antes de acercarse al templo en donde los nórdicos estaban—...Buenaaaaaas~ —Saludó.

-...No tiene nada de buenas...—Le gruñó el mayor. Atsushi arrugó el entrecejo e hizo aparecer un báculo de madera.

-...Mendokusai...—Murmuró y se acercó a golpearlos a los tres en la cabeza con el báculo.

-...¡Eso dol- ! Ahhh~ —Bostezó el menor de los tres, parpadeando pesadamente.

-...Ay, mi cabe...cita...—Takao cayó dormido sobre el regazo del mayor.

-...¿Qué nos...hiciste? —Cabeceó y finalmente se dejó caer hacia atrás, roncando suavemente.

-...Buenas noches...—Murmuró Ryo y se acurrucó junto al de cuernos. Atsushi los miró con aburrimiento y comenzó a caminar hacia el templo contigüo. Todos los vellos de su cuerpo se erizaron cuando puso un pie ahí.

Tragó saliva y comenzó a caminar adentro.

Himuro quitaba sus prendas, gruñendo cada vez más fuerte. De todos los dioses, esa falta de sueño lo afectaba más a él. Su belleza dependía de las horas que dormía, y como no había logrado dormir lo suficiente, no era tan bello como siempre, cosa que no le agradaba para nada. Mirarse desnudo frente al espejo frente a él fué una calamidad.

Kamigami No BasketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora