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—Por favor no olviden leer los capítulos que les di a inicio de semestre por favor—grita el profesor de matemáticas—además saben que tienen que hacer los ejercicios del libro de...ah no importa—suspiró con pesadez. Los alumnos se habían ido ya.  Yo me acerqué y saqué de mi mochila un paquete  de hojas, el profesor se queda impresionado y yo simplemente le regalo una pequeña sonrisa.—Sabia que tú no me decepcionarías Rapunzel, siempre cumples con todos mis trabajos antes de tiempo—se sienta para poder tomarlo, se coloca sus lentes y empieza a hojearlo.

—Profesor...¿le puedo hacer una pregunta?—el profesor alza la vista y sonríe ampliamente.

—Ahora estás haciendo una—ríe y sigue pasando las hojas de mi trabajo.

—¿Como puedo ser el león y el zorro al mismo tiempo?—deja de hojear alzando completamente su vista, supongo que no a entendido mi pregunta—Me refiero...aquella frase del libro de Nicolás Maquiavelo, en su libro...

—El príncipe—suspira y se quita sus lentes—el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca experiencia. Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son perversos, y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legitimas para disfrazar la inobservancia. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltos inútiles por la infidelidad de los príncipes. Que el que mejor ha sabido ser zorro, ése ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar—expresa el profesor con mucha sabiduría y delicadeza—Rapunzel, si tú sabes equilibrar ambas razones, podrás dominar cualquier persona, sin que se dé cuenta pero, ¿a que viene todo esto?—.

Lo veo con seriedad, el profesor tenía  razón pero, tampoco es muy prudente que se entere, además el contrato que firme me impide hablar de esto con alguien.

—Simple duda que me surgió cuando lo leí, pensé que no se podría encontrar un equilibrio—él se para y empieza a caminar.

—Realmente es muy difícil, pero...lo más recomendable es ser un zorro, por lo mismo. El león es fuerte pero algo torpe, puede ser temido por todos, pero a la hora de ser astuto, es por eso que las leonas se encargan de ser quienes  cazan, su torpeza no es tanta como la del león, sin embargo, a la hora de querer escapar o saber dónde está la trampa, ambos caen. En cambio el zorro, casa se escabulle, engaña y jamás cae en la trampa, pero no puede defenderse de los que son cazadores...más grandes que el—voltea a verme—trata de ser ambos en esta vida y triunfarás.

Oh my Daddy!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora