—Vamos, sígueme.
Sus conversaciones, se basaban básicamente, en las órdenes que Judas le daba, y ella sólo se limitaba a obedecerlas.
Con cada día que pasaba, menos le costaba aceptar que se había vuelto el objeto de un tipo frio y violento.
Ya llevaba una semana viviendo con ellos, y por algún motivo, nadie miraba las noticias, o al menos a ella no se le permitía.
Con la única con quién podía hablar a veces, era con Michelle, la mujer de uno de los amigos más cercanos de Judas, Mike.
Llegaron hasta la sala, donde ya habían varias personas, entre ellas, Lucía, quien observó con desprecio a Jane, que estaba detrás de Judas.
—¿Por qué la traes? —le inquirió con rabia.
—Ella vendrá conmigo.
—¿Qué? ¡Pero yo siempre voy contigo!
—Las cosas cambiaron, ahora tú irás con Henry.
—¡Pero-!
—Si me sigues jodiendo, te quedarás aquí limpiando —le advirtió Judas ya perdiendo la paciencia.
La joven morena apretó sus puños con rabia, y se acercó a su compañero, quien la observaba con una sonrisa divertida plasmada en su rostro.
—Te han jodido el lugar —murmuró con burla, mientras el resto escuchaba las órdenes de Judas—. ¿Hace cuánto no duermes en su cama?
—Cierra la boca imbécil.
—Tranquila —rio bajo—. Te entiendo, yo también quiero algo de otra persona. Le he pedido tanto a Judas que me la diera por una noche, y se ha negado.
—¿Por qué mierda la querrias tú también?
—Sólo quiero probarla. ¿Por qué sólo Judas puede tener a las más tiernas y dulces? Sólo mírala, es una muñeca dulce e inocente, sumisa. Hace todo lo que él le pide.
—Sólo le tiene miedo.
—Mm, mejor cambiemos de tema —gruñó molesto.
—¿Tanto te jode no poder follártela? —le preguntó ahora ella con burla—. Sólo te queda desearla desde lo lejos, Henrycito, porque esa puta barata, jamás será tuya.
-o-o-o-o-
Judas había permitido que volviera a la casa, luego de sentirse realmente exhausta.
No estaba acostumbrada a entrenar, ella era delgada por genética, pero Judas le hacía realizar jornadas extenuantes de ejercicio a su grupo, para mantenerlos en forma.
Entró a la habitación que compartía con él, y luego de tomar algo de ropa, se dirigió al baño, para tomar una ducha.
Le había permitido tomarse el tiempo que necesitara, por lo que aprovecharía usar la tina, llenarla de agua caliente, y relajarse varios minutos allí.
Se quitó la ropa, y mientras abriá el grifo para cargar la tina, se observó en el espejo, y luego su antebrazo.
La herida ya se veía mucho mejor, y había comenzado a cicatrizar. Una cicatriz que llevaría el resto de su vida.
A diferencia de las otras mujeres, que tenían pareja en aquel tipo de "clan", ella era la única a la que le habían hecho una marca por el método de la escarificación.
Todas ellas llevaban tatuajes, y ahora entendía el porqué Judas le había dicho, que en otras circunstancias le dolería menos.
Suspiró, y entró lentamente dentro de la tina, dejando que el agua cubriera por completo su cuerpo, hasta el cuello.
