X: Pasado

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Volvía con una gran sonrisa a su casa, ansioso por despertar a su hijo con el juguete que tanto deseaba el niño.

Le había costado poco conseguir ahora lo que deseara. Había conocido a un muchacho, con quien ahora vendía drogas.

Y aunque su mujer se había negado rotundamente a que él hiciera ese tipo de trabajo, había preferido mentirle, diciéndole que lo había dejado.

Se sorprendió al ver que la puerta de su casa estaba entreabierta, su esposa jamás la dejaría así.

Después de todo, su hijo ya caminaba, y como todo pequeño que estaba descubriendo el mundo, solo bastaba un descuido para perderlo de vista.

Y luego de abrirla, y entrar, deseó jamás haberlo hecho.

La escena era atroz, escalofriante. Y sintió como su estómago se revolvía, hasta no poder contenerse más, y vomitar junto a la puerta.

Cuando acabó, sus ojos se llenaron de lágrimas, comenzando a llorar de forma histérica.

Se acercó a su mujer, quien yacía en un enorme charco de sangre.

Le habían cortado el cuello, de lado a lado, dejándola ahí para que se desangrara.

—J-Judith —lloró arrodillándose junto a ella—. L-Lo siento mi amor, perdóname. Por favor —pidió suplicante, abrazándose a ella.

Se separó de su rígido cuerpo, y vio un pequeño zapato asomándose por detrás del sofá.

—No, Dios por favor —pronunció en un hilo de voz, corriendo hasta el sofá.

Fue entonces que lo vio, a su pequeño hijo de costado, y mucha sangre rodeándolo.

—No, ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

-o-o-o-o-

—¡Judas! ¡Judas! —gritó, sintiendo como con cada palabra, su garganta de desgarraba—. ¡Sal de ahí, maldito infeliz! ¡Judas!

Luego de unos segundos, un alto muchacho de cabello castaño, ojos azules oscuros, y vestido de traje negro, salió a su encuentro.

—¿Por qué gritas de ese modo?

—¡Los asesinaron! —gritó con rabia.

Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, y su voz sonaba ronca.

—¿A quienes?

—A mi mujer e hijo, los asesinaron como si no fueran nada.

—Te dije que no te metieras  con esos tipos —le dijo en un tono calmo.

Apretó sus puños con rabia, y le entregó su celular, para que mirara lo que había en la pantalla.

—Paga lo que debes, esta fue la ultima advertencia —leyó Judas.

—Necesito que me ayudes, quiero asesinarlos —masculló, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Mi mujer e hijo eran inocentes. Gabriel sólo tenía dos años ¡Y lo fusilaron!

—Mike, yo no quiero problemas —le dijo devolviéndole el celular.

—Eres mi hermano —pronunció afligido—. Soy tu sangre, la lealtad está primero ante todo.

—¿Dónde estabas tú, cuándo casi me asesinan hace dos meses atrás? —preguntó arqueando una ceja.

—En la tumba de mamá —le dijo con un nudo en la garganta—. Jurándole que tú y yo no seríamos como nuestro padre. Y mira —sonrió amargamente—. Asesinaron a mi familia, como lo hicieron con ella.

JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora