Miró con rabia a Henry tirado en el suelo, no sabía si estaba respirando o no, y tampoco le importaba. Le daría una lección a todos.
Tomó al tipo por detrás del cuello, de su ropa, y lo arrastró sin esfuerzo alguno fuera del baño.
—Tienes el resto del día libre. Volveré en un momento —le dijo a Jane, antes de salir, y cerrar lentamente la puerta.
Miró la hora en su reloj de pulsera, y salió de su habitación, arrastrando el cuerpo inconsciente de Henry, hasta el comienzo de las escaleras.
Sabía que todos los miembros de su grupo tendrían que llegar en unos minutos. Y así fue, en grupo de dos, fueron entrando todos.
Y sus murmuros bajos, se hicieron pronto notar en el gran recibidor. Especialmente, por la rabia marcada en las facciones de Judas.
Cuando estuvieron todos parados a los pies de la escalera, incluso Lucía, que había sido ido a buscar por Michelle, Judas se decidió hablar.
—Antes de conocerme, no eran nada, no tenían nada —masculló mirándolos a todos, intimidándolos—. Les di un techo, comida, una familia ¿a cambio de qué? —preguntó esperando que alguno respondiera.
Y nadie lo hizo, porque sabían que sería peor.
—Sólo les pedí lealtad. Yo me encargo de su seguridad, de que no les falta nada, de protegerlos. Somos una familia —recalcó en un tono alto, estremeciendo a más de una de las mujeres—. Nos respetamos, nadie toma lo del otro ¿verdad?
Miró el cuerpo de Henry que estaba frente a sus pies, y lo pateó escaleras abajo, haciéndolo rodar.
—Que esto, le sirva como lección a todos —les dijo mientras bajaba lentamente por las escaleras—. Nadie, toca la pertenencia del otro.
Llegó al último escalón, y sacó el arma que guardaba en la cinturilla de su pantalón.
Apuntó a Henry, y le quitó el seguro, antes de darle el primer disparo en la espalda, luego en la nuca, y otro en la cabeza.
Un silencio sepulcral se generó en ese momento, hasta que Judas habló nuevamente.
—Lucía limpia esto, y deshazte del cadáver —le ordenó a la morena.
Ella lo observó aturdida, y sólo se limitó a asentir con la cabeza.
No iba a contradecirlo.
-o-o-o-o-
Días habían pasado desde la muerte de Henry, y el ambiente se había vuelto muy tenso en el grupo.
Judas lucía más tranquilo, pero nadie se atrevía a acecarse a él, ni a Jane.
Ella se la pasaba encerrada en la habitación del castaño, hasta una mañana, cuando entró Michelle.
La castaña observó a Jane que estaba sentada en frente de la ventana, mirando hacia afuera, y sonrió.
—Es un día muy bonito ¿verdad?
Se giró rápidamente al escuchar la voz de la otra muchacha, asustada.
—Tranquila, yo no te haría daño. Me caes bien —sonrió—. Y... Lamento mucho lo que te hizo ese bastardo.
Se acercó a Jane, y se sentó junto a ella.
—Mike me contó lo que te hizo Henry —murmuró mirándola con pesar—. Y sé que tú no perteneces a nuestro mundo. No sé porque Judas aún te tiene aquí.
—Yo tampoco.
—Es raro ver a Judas tan molesto, por lo que puedo asegurarte, que nadie más se acercará a ti para hacerte daño.
—¿Cómo estar segura de eso?
—Creeme, Judas se encargó de dejar en claro, que nadie puede tocar lo del otro.
—Hace dos días no lo veo ¿Sabes dónde está?
—Nop, Mike también se fue con él, pero no te preocupes, pronto volverán.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Qué hacen aquí? ¿Qué es lo que son realmente?
—Pues... Nosotros realizamos el trabajo que los cobardes, no se atreven a hacer.
—¿A qué te refieres?
—Transportamos drogas, armas. Ajustes de cuentas...
—¿También trata de personas?
—Nop, pero a veces hemos aprovechado algún que otro cadáver para vender sus órganos.
—Dios mío —murmuró con temor.
Michellen sonrió, y le dio una pequeña palmada en uno de sus muslos.
—No es tan malo cuando te acostumbras. Es cómo cualquier otro trabajo. Al principio cuesta, no te gusta mucho, pero terminas aceptándolo.
—¿Y tú también lo has hecho ya?
—Cariño, yo he hecho todo eso, antes de entrar aquí. La vida en la calle no es fácil, eres tú o el otro.
—Comprendo.
—Oye —sonrió—. No tienes idea de lo afortunada que eres. No cualquiera, de hecho ninguna hasta ahora, ha logrado ser la protegidad de Judas. No sé que le hiciste, pero felicidades —pronunció divertida.
Jane la observó sorprendida, sin entenderlo ella tampoco.
En ese momento, Judas entró a su habitación, dedicándole una mirada curiosa a Michelle.
—Sólo vine a hablar un ratito con ella, se la ha pasado aquí encerrada sola.
—Está bien. Mike está abajo, quiere verte.
—De acuerdo —sonrió ampliamente—. Nos vemos —le dijo saludando a Jane, antes de irse.
Realmente había extrañado a su novio, y lo mejor de cada reencuentro, era que el muchacho siempre le traía un obsequio.
—Espero te sientas mejor, porque de lo contrario, tendrás que hacer las cosas igual —pronunció Judas buscando ropa en su armario.
—¿Qué cosas?
—Entrenar, debes mejor la puntería de mierda que tienes. No me sirves si no puedes defenderme, o mínimo, herir a alguien.
—Y-Yo... Yo quiero saber algo.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué aún me tienes aquí? Yo no soy como las otras chicas.
—No, es verdad. No eres como ellas. Eres una inútil. Michelle cuando llegó aquí, le llevó sólo una tarde darle al blanco. Sin contar con sus habilidades con armas blancas, o su agilidad al pelear. A Lucía le llevó una semana aprender a disparar con gran precisión, tan buena como un francotirador profesional. Y así, fue con el resto de las mujeres. En cambio tú, llevas casi un mes aquí, y ni sostener el arma puedes.
—... ¿Y para qué me tienes aún aquí entonces? Sólo asesíname, Judas, hazlo. Sé que no te costaría nada hacerlo, ni deshacerte de mi cuerpo. Deja de cargar con mi maldita existencia, si tan inútil te soy.
—No —Pronunció simpleza.
—¿No? ¿Por qué?
—Porque no. Cuando salga de bañarme, quiero verte lista para entrenar —le dijo antes de entrar al baño.
Jane suspiró, y se pasó ambas manos por la cabeza, frustrada.
...