Capítulo 18

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El pasillo está en silencio. Demasiado frío y silencioso. Me acerco a la puerta de la sala de cuidados intensivos y escucho.

Nada...

Sólo se siente a lo lejos el pitido de alguna máquina funcionando en algún lugar alejado.

Lentamente abro la puerta y entro de manera sigilosa.

Debo verlo. Tengo que saber que está bien. Camino unos pasos hasta que mi vista se adapta a la tenue iluminación de la sala. Todo está demasiado quieto.

Una enfermera dormita en una silla frente a la pantalla de una computadora.

Me acerco muy lentamente a la única cama ocupada y lo veo.

Es él. Alex esta boca arriba, conectado a varias máquinas que pitan incesantemente. Está pálido. Sus hermosos ojos azules están cerrados. No puedo creer que ese hombre tan fuerte, seguro de sí mismo y amable esté de esta manera, pálido y con unas enormes ojeras oscuras rodeando sus bellos ojos.

Uno...

Dos...

Tres... pasos y estoy junto a él. Estiro mi mano para tocarlo y el simple contacto de su piel con la mía hace que comience a convulsionar. El parche que tiene en su abdomen se llena de una gran mancha roja de sangre que no puedo contener con mis manos.

-No. No. No, ALEX.ALEX.- grito desesperada.

Unos brazos grandes me aprisionan fuertemente.

-Ya está. Ya pasó. Respira profundo Sabrina....-

Ciro me abraza y contiene mientras mi conciencia retorna lentamente.

Lágrimas de angustia caen a raudales por mi rostro. Estoy asustada.

-Shhhh. Ya pasó. Te quedaste dormida y tuviste una pesadilla.- dice mientras afloja el abrazo conforme me voy calmando.

Mi corazón lentamente normaliza su marcha, fue todo tan real... Creí que de verdad estaba muriendo.

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Ciro es muy buen compañero para pasar una noche de hospital.

Fué sumamente atento, trajo para comer y beber. Sinceramente no había caído en la cuenta de que mi organismo necesitaba recuperar fuerzas y energía para seguir activo.

Había sido un día larguísimo, lleno de emociones y situaciones que si alguien me lo contaba no lo hubiera creído.

Ciro me contó un poco sobre su vida en Raleigh.

Siempre vivió en el mismo lugar y fue del grupo de amigos de Alex y su hermana en la adolescencia.

Julieth y Ciro eran compañeros de la escuela. Alex estaba tres años más por encima de ellos, pero aun así se llevaban bien.

Me contó que la gran casa de los Smith hasta antes de la muerte de Julieth era uno de los hoteles más requeridos de la ciudad. El padre de Alex y su esposa lo llevaban adelante con inteligencia, buen tino y destreza pero después de la decisión de su hija, todo se fue por la borda y ya nada fue igual.

-Yo la amaba- dice Ciro reposando su cabeza contra la pared en un gesto desesperado.

-Lo siento mucho, Ciro. No sé muy bien porque Julieth tomó esa decisión.

Sólo puedo decirte que a veces en la vida tenemos que aceptar las cosas que nos pasan.

Las decisiones que las personas toman son absolutamente íntimas y si no las respetamos corremos el riesgo de morir con ellas.

Déjala ir ya. Intenta ser feliz. 

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Me gusto hacer este capítulo!

Disfrútenlo!

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