Capítulo 24

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El aroma a tierra mojada invade mis sentidos. A pesar de que todavía estamos casi finalizando el invierno y que las tardes comienzan a ser más largas, el aire frío se hace sentir bastante. Me arropo un poco más en mi abrigo y me siento en uno de los escalones de la entrada de la gran casa.

Me gusta esta ciudad, me gusta este barrio de clase media, con sus casas antiguas y la monotonía de lo cotidiano.

Un perro callejero se acerca y huele mi mano. Si en mí estuviera la posibilidad construiría un refugio para amparar a todos los animales de la calle. Me duele verlos así, solos, sin familia.

Me siento un poco identificada con estos animales abandonados. Siempre buscando una migaja de cariño, siempre esperando la caricia de alguien que por un momento aunque más no sea, cierre las heridas de mi alma.

Si me pongo a analizar mi vida, creo que se reduce a eso... a buscar a alguien que me dé un poco de amor, aunque sea por lástima.

Pero ya no... ya no quiero sentirme así. A medida que pasa el tiempo me doy cuenta que no debo aceptar lo que me puedan dar, aprendí a que yo también valgo por mí misma y que no necesito que nadie nunca más me diga que soy importante: yo sé que soy importante.

Cuando consiga tener a mi bebé lo educaré de tal manera que sienta nada ni nadie podrá hacerlo sentir menos.

Mi hijo tendrá todo mi apoyo desde el minuto cero para crecer sabiendo que logrará todo lo que se proponga. No dejaré que haga cualquier cosa para llamar la atención y sentirse amado. Nunca jamás lo haré vivir a la sombra de otros.

El haber perdido a mis hermanos gemelos me rompió en infinitas partes y de muchos modos diferentes.

Primero saber que nunca más los tendría para mí y después convivir con unos padres que, al no lograr superar la ausencia de ellos me hicieron vivir a la sombra de sus recuerdos.

Cierro mis ojos y doy una fuerte inspiración llenando mis pulmones del aroma a tierra recién mojada. Trato de borrar los amargos recuerdos que me invaden y me prometo a mí misma no volver a enamorarme, sé que no vale la pena después de todo, lo único que anhelo verdaderamente es formar mi propia familia, pequeña, pero llena de amor y tranquilidad para mi hijo y para mí.

-¿En qué piensas Sab?- la voz profunda de Alex hace que mi cuerpo reaccione aunque yo no lo quiera, desde hace algún tiempo no me pertenece, reacciona por si solo ante su cercanía, su voz, su tacto... mi corazón se acelera y me da la impresion que se saldrá por entre mis costillas.

Me molesta y confunde a la vez. No me sirve sentirme así. Me desespera saber que anhelo su contacto pero que a la vez eso me llevara al caos sentimental. Ya pasé por esto. Estoy cansada de creer en las personas.

-En nada en concreto- digo de manera fría.

Alex no tiene idea de la lucha interna que se está desarrollando en mi interior.

Se sienta a mi lado y sin permiso pasa su brazo por mis hombros y me acerca a su pecho.

Unas pesadas lágrimas humedecen mis ojos y lucho por no dejarlas caer.

No quiero que me vea así, no quiero que sepa que su simple presencia remueve sentimientos que yo creía tener controlados.

-Me gusta estar así contigo, me gusta saber que estás protegida aquí entre mis brazos- dice contra mi cabello.

No hizo falta nada más...

Pesadas lágrimas de angustia, miedo y confusión comienzan a salir de mis ojos.

Todo mi cuerpo se sacude en espasmos de angustia. Alex me mira extrañado pero no pronuncia ni una palabra, solo se dedica a contenerme.

A mantenerme con mis piezas unidas sin caer. Odio sentirme así de protegida.

Odio sentir que es él quien no me deja caer.

Quisiera poder gritarle que me suelte, que no me abrace así, que no me quiero enamorar, que no quiero salir rota de nuevo... pero no puedo.

Los sonidos se niegan a salir de mis cuerdas vocales. Así que lo único que logro hacer es llorar y vaciar mi alma, con la certeza de que me va a costar muchísimo no amar a este hombre.

-No entiendo que es lo que pasa Sab- dice mientras limpia una gruesa lagrima que rueda por mi mejilla con uno de sus dedos. -No me gusta verte así, déjame ayudarte- dice mientras me abraza nuevamente.

-Nada, no pasa nada, es solo que... no quiero... no puedo...-

-¿Qué es lo que no puedes, Sab?-

-Nada- digo amargamente. - Nada importante-

No quiero que se ría de lo fácil que soy, me avergüenza pensar lo que debe opinar de mí. Soy una boba enamoradiza que no se la banca. Siempre me lo dijo mi madre: "El que juega con fuego... al final se quema".

Alex no me quiere, solo soy una distracción mientras se recupera de la operación y vuelve a su vida normal.

Está decidido, en unos días salgo a New York y se acabó.

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¿Será que Alex sólo se aprovecha de la situación de vulnerabilidad de Sabrina o de verdad la quiere???

Gracias por tomarse el trabajo de leer y comentar!!!

Vero

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