Suelto el humo del cigarro por la nariz con mi mirada clavada en la exótica muchacha que camina alrededor del parque nacional al lado de su perro. Es ajena a lo que sucede a su alrededor. Su delicado cuerpo está cubierto por unos simples pantalones de mezclilla y una camiseta azul hasta arriba del ombligo. El perro siberiano de color bronce juega con la pelota que ella le lanza, trayéndosela para volver a repetir el mismo proceso. Se vuelve tedioso. Pero me va de la puta madre observar cómo viene y va. Me hace recordar a cuando le quitas la vida a una persona y puedes ver como todos sus errores brillan intensamente en sus ojos.
Posee los ojos azules más claros que he visto en toda mi jodida vida. Aprecio cómo se mueve con cada paso que da al caminar. Sus pálidas y suaves mejillas acarician sus delicados dedos cada vez que estos se colocan en su simétrico rostro, el cual llama la atención por doquier. Sus rellenos labios, esos que forman un perfecto corazón, ofrecen sonrisas cálidas a su alrededor, bate esas rizadas pestañas que cubren sus irises. Lo hace sin tener la verdadera intención de ser el centro de atención, pero le sale de puta madre. Eso es algo que no puedo negar, por más que me reviente en lo más profundo de los cojones.
Aprecio la manera en que ríe cuando su perro se le lanza encima para lamerle el rostro por todos lados. Es una tipa tan llena de luz, tan hermosa y tan amigable que provoca que mis ganas de arrojar aumenten. Me dan asco ese tipo de personas. Demasiado irrealista y demasiado empalagoso. Mis ganas de acabar con todo esto de golpe solo pone un obstáculo más en mi camino. Por más que me daría más placer reventar su cabeza contra una pared y ver como la pintura se mezcla con la sangre tibia, no puedo hacerlo. No quiero escuchar al cojudo de Dimitri reclamarme por años el por qué la maté.
No sé qué siento al verla, no lo sé porque no siento nada de lo que debería. Pensé que sentiría odio, rencor. Pero joder, luce tan inocente y metida en su propio mundo que hasta pena me da intentar acabar con todo eso. Entonces recuerdo todo lo que su padre le hizo a mi madre, y se me pasa. No merece que piense en cómo es ella. Tengo un jodido trabajo y voy a cumplirlo lo más rápido que pueda para volver a tener mi tiempo libre y lejos de las putas mamadas de Dimitri Sokolov.
Conocida, amiga y enemiga. La lista para describirla es demasiado larga, y me pregunto qué fue de aquel niño que quedó hechizado por esa pequeña cría rubia de grandes ojos azules con vestidos floreados. Ese mismo niño que creció y terminó volviéndose un adolescente con las emociones completamente revueltas y cagadas gracias a la porquería de padre que le tocó tener. No puedo echarle toda la culpa a Dimitri, yo también soy jodido porque me gusta ver a las personas explotar de la rabia conmigo. Pero, la mayoría de mis problemas, son gracias a su puta malcrianza.
Lo mismo sucede con la ignorante de Kaia Thalía. El idiota de Hache no hizo un buen trabajo criándola. La ingenua piensa que todos estamos dentro de un cuento de hadas y que llegará un puto príncipe encantador a salvarla. Menuda broma. Príncipe azul mis huevos.
Me reprocho a mí mismo y me doy una abofeteada mentalmente por pensar en la castaña. Joder, verla llorar no formaba parte de mis planes. No quería ser tan duro con ella, porque habíamos estado muy bien hacía unos instantes. Pero tuvo que venir a arruinarlo todo con sus estúpidas preguntas sobre nosotros y una relación. Por supuesto que eso iba a sacar lo peor de mí. Ella lo sabía, y aún así decidió preguntarlo. No es mi culpa. Yo no le pedí nada más que coger, y ella me abrió las piernas, simple.
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Pasando Límites ©
RomanceUriah Sokolov nunca ha tenido piedad, con nada ni con nadie. Siendo capaz de obtener todo lo que quiere con tan solo parpadear, ha dejado de buscar el verdadero placer que provoca ser feliz. En su lugar, su sed por la venganza es lo único que se apo...