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El frío viento de la noche golpea mi piel causando que cada vello de mi piel se erice por completo

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El frío viento de la noche golpea mi piel causando que cada vello de mi piel se erice por completo. La chaqueta de cuero se vuelve mi mejor aliado al igual que los movimientos que me obligo a hacer para conseguir calor corporal. Inhalo profundo, dejando que mis sentidos se vuelvan uno con los de la naturaleza, conectándome completo al mundo de la noche. Él, quien siempre me recibe sin dudarlo debido a que somos hecho del mismo material negro y vacío. 

Aprecio sus ojos verdes moverse de lado a lado con desesperación. Un animal detrás de su presa, espera para atacar en el momento preciso cuando las alertas se han vuelto pólvora en la atmósfera. Esos irises ubican los míos en medio del silencio, necesita solamente de aquello para salir de su escondite a pelear por lo suyo. No duda al correr, dispuesto a ganar y a no detenerse hasta que todo se encuentre hecho cenizas a su alrededor. 

Las rodilleras resuenan contra el césped al ser deslizadas sobre la verdosa zona. La tierra se vuelve parte de él, sus dedos se clavan dentro de ella para sentirla, para mezclarse con cada uno de sus beneficios. La sonrisa que se posa en mis labios demuestra cada uno de mis pensamientos sin necesidad de decirlos. Con el pecho lleno de orgullo, observo la manera en que él admira a cada uno de ellos. Se coloca en posición, yendo directo hacia el más cercano. Cuando el primer golpe es dado, es él quién termina saliendo victorioso después de varios minutos llenos de gritos.

El aire se limpia, dejando que la luz de la luna ilumine el centro del jardín en donde él se ubica. Su pecho sube y baja con fuerza, agitado. Pero la sonrisa de orgullo que tiene en su rostro es la recompensa más dulce de todas. El cabello rizado está despeinado, una fina capa de sudor cruza su frente, pero solo mueve los pies al solitario roble que suele escuchar cada uno de mis pensamientos. Se coloca debajo de él y pega la espalda contra la corteza. El color rosado en sus mejillas muestra su esfuerzo, el cual está más que fascinado por mostrar.

Por el rabillo del ojo aprecio como mi hermana menor sonríe mientras les ofrece vendas a mis primos. Justin me guiña un ojo para hacerme entender que se han retenido de no golpearlo al niño. Mis pies actúan por sí solos y me acerco hacia la oscuridad que rodea al pequeño guerrero que acaba de demostrar que tiene un lugar en medio de todo esto. Sube la mirada encontrando la mía, y el color se esfuma de su rostro por unos cuantos segundos. Retira esos irises verdes, los clava en las palmas de sus manos. El color rosado pálido se vuelve intenso, escarlata. 

Ladeo la cabeza y acerco mi rostro al suyo sintiendo miles de miradas sobre nosotros. Le obligo a mirarme, a mezclar el ritmo de su respiración con la mía. Los tensos músculos se relajan, sus hombros dejan de estar aprisionados contra el roble. Las comisuras de sus labios amenazan con subir en una tímida sonrisa, a lo que sus manos se aferran alrededor de la botella de agua. El plástico resuena cuando juega nerviosamente con este. 

—Muy bien, Keenan —los vellos de su piel se erizan al escuchar el tono de mi voz —. No he visto a un niño que tenga las mismas habilidades que tú.

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora