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Admiro la gran mansión delante de mí, y sorbo por la nariz al sentir mi respiración acelerarse dentro de mis pulmones

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Admiro la gran mansión delante de mí, y sorbo por la nariz al sentir mi respiración acelerarse dentro de mis pulmones. Muerdo mi labio inferior antes de tocar la puerta de la casa, sabiendo que es la mitad de la tarde y que es más que probable que se encuentran cenando. Ladeo la cabeza para prepararme mentalmente para el reencuentro que he estado esperando por mucho tiempo.

No puedo esperar la hora de entrar a su casa después de tiempo para encontrarme con esos ojos azules que eran dueños de las pesadillas de mi madre. El poder apreciar como poco a poco se entera de que la peor pesadilla de todas acaba de entrar a su humilde morada para atormentar el puro corazón de su única hija mujer, quien confía en la bondad de todos los seres humanos, será hermoso.

La puerta de mármol marrón se abre revelando a un niño de ojos azules y rubio cabello. Tiene unas gafas negras cubriendo sus grandes ojos, a lo que su blanco rostro tiene pecas claras contadas. Posee una camiseta verde con el logo de un campamento de verano y pantalones marrones cortos hasta las rodillas. En sus muñecas hay pulseras de hechas de tela con diseños.

Joder, en serio que se parece a su progenitor.

—¿Hola? —me saluda mientras acomoda sus gafas negras —. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Kodiak —le llamo por su nombre haciendo que frunza el ceño —. ¿No te acuerdas de mí?

El gemelo niega con la cabeza por unos segundos antes de abrir los ojos. Sus largas pestañas besan el comienzo de sus sonrojadas mejillas cuando parpadea. Sus labios forman una sonrisa emocionada, por lo que deduzco que su cerebro ha hecho las conexiones necesarias para saber quién soy. Tenía solo cinco años cuando dejé de venir, por lo que era poco probable que se acordara de mí.

—¡Uriah! —exclama emocionado.

A pesar de no verme en mucho tiempo, Kodiak se acerca para abrazarme en un momento fugaz. Recuerdo cuando era un niño amaba quedarse conmigo para aprender cómo hablar y escribir ruso a la perfección junto a su hermano. Esa fue la conexión entre nosotros. Está mucho más alto, llega hasta el lado de mis costillas.

—¡Hace mucho que no te veo! —me dice. Se hace a un lado para dejarme pasar.

—Lo sé, no te veía desde que entraste a inicial —le comento. Despeino su rizado cabello —. Ya no eres tan niño, eh.

—He crecido mucho, ¿a qué no? —sonríe ampliamente. Su ceño se frunce y mira hacia mi brazo derecho —. ¿Qué pasó? ¿Cómo te has hecho ese moretón?

Asiento antes de darle una mentira creíble al decirle que me choqué contra un poste de luz mientras corría por la mañana. Maldigo entre dientes al idiota de Khalid, cuyas marcas han quedado no solo en mi brazo, pero también en mi espalda y pecho. Tengo cortadas gracias a los demás, y las personas del clan tampoco han tenido un bonito día. Joder, agradezco tener putos tatuajes para cubrir el resto.

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora