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La manera en que me observa es demasiado para mi pobre cabeza, la cual está más que confundida

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La manera en que me observa es demasiado para mi pobre cabeza, la cual está más que confundida. Sus ojos verdes recorren mi mano izquierda, la cual ha sido cubierta por un plástico para protegerla. Sus dedos recorren alrededor del dibujo, las yemas de estos me queman por dentro. Le permito acariciar cada centímetro que se le antoja, debido a que es interesante de ver la manera en que su mirada se profundiza cada vez que me observa.

Con mi mano libre dibujo en mi cuaderno, mi mirada se concentra en tratar de captar sus bellos ojos verdes. El lápiz captura su rostro, sus carnosos labios, su pequeña y respingona nariz. La manera en que el piercing parece aferrarse al labio inferior. Me sorprendo a mí misma preguntándome cómo sabrán, si se sentirán igual de suaves de como lucen.

Su mano derecha se acerca a mi rostro una vez más, acariciando con su dedo pulgar mi labio inferior con ternura. Se detiene en el piercing negro que ahora llena este, la sombra de una sonrisa posándose en ellos. Todavía me sonrojo al pensar en que me tengo que acostumbrar a utilizar el artefacto falso de metal. No pensaba ceder en tener metales en mi rostro después de haber tenido suficiente con el tatuaje de la víbora en mi mano izquierda. 

El hombre rubio de ojos verdes acerca su rostro más a mí mientras sus dedos continúan acariciando mi rostro con lentitud. Es como si fuese su primera vez observando a un ser humano, ajeno para él. La manera en que me mira con peculiaridad, con sus cejas frunciéndose cada vez que descubre algo nuevo en mi piel que no había notado antes. 

—¿Te han dicho que eres diferente? —susurra entonces.

«Diferente —pienso —, no hermosa ni bella, pero diferente».

Mis labios poco a poco suben en una sonrisa, gesto el cual no se esperaba. El hombre de ojos verdes me sorprende al sonrojarse, bajando la mirada tímidamente. Sé que no lo quiere decir como un insulto, sino como un halago al marcarme como una persona diferente. Soy una extraña en el mundo en que él se encuentra, ajena a todas las cosas con las que él ha crecido.

—¿Me puedes enseñar? —pregunta entonces. Ladeo la cabeza, mirándole confundida —. Siento que hay cosas que no sé. Por lo menos comparado a todo lo que tú sabes.

—¿Qué quieres que te enseñe? —arqueo una de mis cejas.

—No lo sé, cosas que a ti te gusten como la biología marina —confiesa, a lo que mis ojos se abren gracias a la sorpresa de su secreto. Baja la mirada con las mejillas echas dos focos encendidos —. Me gustaría aprender.

—¿Te gustan los animales marinos?

—Me encantan —admite, para luego alzar su manga derecha y mostrarme el diminuto tatuaje que tiene de una estrella de mar —, desde que soy pequeño me han llamado la atención.

—¿En serio te gusta la biología marina? —vuelvo a preguntar sin poder evitarlo, debido a que nunca he encontrado a alguien más con la misma pasión que yo. 

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora