Muerdo mi labio inferior mientras acaricio sus delicados brazos. Mis manos bajan hasta entrelazarse con las suyas, nuestros dedos se aferran fuertemente ante los ojos observadores de toda su familia. Ofrezco sonrisas falsas, miradas amables y reacciones que son esperadas por mí para quedar bien con ellos.
Puta tortura que no tiene cuando acabar por la santa mierda.
La música suena bajo por los parlantes de la radio mientras que sus familiares conversan alegremente entre sí. Hablan peor que jodidos loros entrenados, y los oídos me zumban gracias a todas las voces que tengo que aguantar. De vez en cuando me hacen preguntas las cuales contesto lentamente al pensar exactamente cada una de las mentiras que tienen que dejar mis labios. La niña rusa luce encantada conmigo y mi personalidad sociable, no deja de comentar al igual que su familia lo fascinados que están conmigo.
Es que yo estoy tan encantado de estar con ellos con la misma emoción que siente un crío al jugar con un cadáver. No hay mejor manera que pasar el día más que esta: aguantar las conversaciones superficiales de esta familia.
Mis cojones si estoy emocionado. Esta mierda no tiene cuándo terminar y parece que cada vez llega más y más gente. Como si esto fuera un puto hogar mágico del que nadie puede salir hasta el presidente también llegue con su regalo de hospitalidad. En algún momento tendré que salir a fumar para liberar tanta tensión.
—Gino —me acerco al primo cuando este está conversando con Liam, quien me mira con las cejas alzadas —. ¿Tienes un encendedor?
—Aquí no te vas a meter tu mota —me dice Liam horrorizado.
—Tranquilo, chico virgen, que solo es un cigarro —le tranquilizo sus humos —. ¿En serio que eres tan puro?
—Ya, venga —Gino ríe y me entrega el encendedor —. ¿Tienes uno más?
—No, de ahí sólo tengo mota y dudo que el chico virgen aprecie que te meta en mis vicios —bromeo, haciéndole reír —. Sí, tengo uno más.
—Te acompaño.
Ambos salimos al decorado jardín para fumar el cigarro que él prende con el encendedor. Exhalo el humo por la nariz y escucho al rubio quejarse sobre ciertos problemas en la empresa de su padre. Entiendo esas cosas, especialmente porque el idiota bueno para nada de Dimitri siempre me mete sus rollos cuando ya están hechos mierdas. Gino le da una larga calada al cigarro antes de devolvérmelo.
—¿Cuándo aprendiste a fumar? —le pregunto.
—Hace dos años —confiesa. No puedo evitar reír —. Lo sé, algo lento. Pero no me gusta hacerlo, sólo de vez en cuando para relajar la tensión.
—Aprendí a fumar a los quince —comento.
—No me sorprende —ríe —. ¿Y cuándo empezó eso de la mota?
—Dieciséis años, en una fiesta de cumpleaños de uno de mis primos —respondo. Exhalo el humo por la boca esta vez —. No recuerdo ni mierda de esa fiesta —digo sincero, lo que le hace reír otra vez —. ¿Alguna vez has probado alguna droga?
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Pasando Límites ©
Storie d'amoreUriah Sokolov nunca ha tenido piedad, con nada ni con nadie. Siendo capaz de obtener todo lo que quiere con tan solo parpadear, ha dejado de buscar el verdadero placer que provoca ser feliz. En su lugar, su sed por la venganza es lo único que se apo...