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—¡No!

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—¡No!

Corro hacia dónde él está para rodearlo fuertemente con mis brazos. Sus labios desprenden un pequeño sonido de dolor cuando se deja caer al suelo, y apoyo su cabeza sobre mi regazo. Sollozo al admirar como su camiseta se tiñe de rojo en cuestión de segundos, y la forma en que el hilo de sangre que corre por la comisura de su boca me hace querer gritar de frustración.

«Estás bien —pienso —, estás bien».

Absolutamente todos miran la escena sin poder creer lo que está sucediendo delante de ellos. Todavía me cuesta asimilar lo que está sucediendo, y no voy a hacerlo porque no pienso dejar que él me deje tan fácilmente. No cuando tenemos miles de promesas juntos, deseos que no hemos cumplido porque todavía no hemos tenido la oportunidad. Me juró estar a mi lado hasta el último de mis días, y pienso hacérselo cumplir.

—Estás bien —le susurro cuando veo cómo me observa.

—E-Eres hermosa —responde con dificultad.

—Alek, no te vas a morir —sollozo en su rostro —. Te lo ordeno, no te vas a morir.

—D-Desde que te vi en el p-parque ese día, me enamoré de ti —admite con una pequeña sonrisa —. M-Me enamoré de c-cómo sonreías a pesar de estar t-triste.

—¡Prometiste no hacerle daño a nadie de nuestros clanes al disparar! —le grita Uriah a Yao, quien se encuentra igual de perplejo que su clan —. ¡Rompiste tu puta promesa!

—¡Smirnov se metió en el camino!

—¡De todas maneras! —replica Aphrodite. Toma el arma del suelo y camina hasta su hermano sin nadie que la detenga. Es una promesa, un juramento hecho en público en el nombre de todos los presentes, por lo que nadie se interpone —. No lo cumpliste.

Por primera vez aprecio miedo en el rostro de Yao. Andréi se acerca por detrás y le toma solamente segundos tumbarlo y quitarle la pistola que tiene en la mano. Yo, por el otro lado, me quito mi chaqueta para presionarla fuertemente contra la herida de Alek, quien hace una mueca de dolor al mismo tiempo que suelta un pequeño grito. Uriah toma la pistola entre sus manos cuando su hermana se la entrega.

—Nuestros juramentos son sagrados —dice Uriah. Mira a Marina cuando esta trata de hablar —. ¿O me equivoco?

—No —afirma ella. Mira a sus pies —. No fue cumplido.

—¡Marina! —Yao mira a su hermana —. ¡Él se metió en el camino!

—Un juramento es un juramento —replica ella —. Prometiste no hacerles daño.

Uriah tiembla de satisfacción al ver miedo puro en el rostro de la persona a la que más odia. Alza el arma ante la mirada de todos. Nadie se mete por el hecho de que sus reglas van más allá de cualquier lealtad que puedan tenerle a su líder.

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora