Estaciono mi auto al lado de la pequeña cabaña de mi familia, la cual no ha sido utilizada en más de tres años. Thalía se ha quedado dormida después de haber estado en el auto por más de cuatro horas para salir de la ciudad. Ya es de noche. Abro la puerta de copiloto de mi camioneta para quitarle el cinturón de seguridad y tomarla entre mis brazos.
Su cuerpo contra el mío desprende calor, a lo que le coloco seguro al auto para caminar hacia la cabaña y abrir la puerta. El lugar se encuentra pulcro por todos lados, y con cuidado avanzo hacia la cama ubicada en la esquina derecha. La echo sobre la superficie apreciando su delicado rostro caer en la almohada suavemente.
Retengo una pequeña risa cuando sus ojos grises empiezan a abrirse poco a poco. Su mirada se clava en mi rostro. Acaricio el suyo con mis dedos, pasando las yemas por su mejilla sonrojada. Su cuerpo tiembla gracias al frío que se acumula por las finas grietas de la madera, a lo que se encorva llevando sus piernas al pecho. Gracias a su vestido, eso provoca que sus bragas sean notables y que pueda apreciar su coño. Relamo mis labios y evito mirar en esa dirección porque no quiero que piense que mi única intención es follarla.
—H-Hace frío —tartamudea media dormida, ahora si no puedo evitar reír.
—Yo lo sé, mi amor —susurro. Beso su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja y tirar de él despacio. Desprende un aroma demasiado encantador —. Hay una que otra forma de ganar calor corporal, ¿sabías?
Me observa con sus ojos grises entrecerrados. Me quito mi chaqueta para ponérsela encima, y ella se esconde debajo de la prenda que está caliente por mi calor corporal. Acerco mis labios a su mejilla y dejo un corto beso con delicadeza. Aprecio su cuerpo tensarse ante la cercanía, y no tarda en alejarse de mí.
—Thalía...
—Quiero irme a casa —responde con los ojos cerrados.
«Paciencia, Uriah —me recuerdo otra vez —, paciencia.»
—Estás conmigo ahora —le recuerdo.
—Quiero a Alek.
—¿Qué? —susurro incrédulo.
—Quiero a Alek.
Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Pero ella es ajena a eso, lo sé cuándo la aprecio acurrucarse más contra la almohada y vuelve a caer dormida como si sus palabras no significaran absolutamente nada para mí. Me alejo de ella, el calor deja mi cuerpo al saber que desea a alguien más que no soy yo. Llegué demasiado tarde una vez más. Muerdo mi labio inferior y me levanto de la cama para cubrirla con una de las mantas sobre el cómodo sofá que hay delante de esta.
«Quiero a Alek», la frase se repite en mi cabeza varias veces, me tortura con lentitud y me arranca cada una de las partículas en mi cuerpo. La puta imagen de ella con él aparece delante de mí una vez más, provoca que un amargo sabor se apodere de mis resecos labios. Puedo verla a ella sonriéndole de la misma manera en que lo hacía conmigo. Puedo ver como toma sus manos entre las suyas para colocarlas en su cintura. Aprecio como ella ríe por las mínimas bromas que salen de la boca de él.
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Pasando Límites ©
RomanceUriah Sokolov nunca ha tenido piedad, con nada ni con nadie. Siendo capaz de obtener todo lo que quiere con tan solo parpadear, ha dejado de buscar el verdadero placer que provoca ser feliz. En su lugar, su sed por la venganza es lo único que se apo...