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—¡Corre que nos alcanzan! —ríe Alek, mientras que ambos corremos por la arena mientras escuchamos los gritos de nuestros padres

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—¡Corre que nos alcanzan! —ríe Alek, mientras que ambos corremos por la arena mientras escuchamos los gritos de nuestros padres.

—¡Los vamos a alcanzar! —grita mi papá.

—¡Corre! —le grito a Alek.

Tomo la mano de mi mejor amigo entre risas mientras que corremos lo más rápido que podemos. Sabemos que nuestros padres son más ágiles que nosotros, y nos van a alcanzar en cualquier momento. Pero lo disfrutamos, porque es uno de los pocos momentos en los que nos dejan jugar con ellos. Caminamos juntos hasta perdernos en un lugar lleno de aventuras que recordaremos en nuestros últimos días en este mundo tan preciado que solamente nos es prestado por unos cuantos años.

Cuando llegamos al borde, el lugar en que el agua besa a su amada arena, los dos nos detenemos para admirar la hermosa vista del sol iluminando absolutamente todo lo que toca. Estiramos los brazos al cielo mientras el aire nos da en el rostro. Nuestros padres nos alcanzan, soy capaz de sentir al mío ponerse detrás de mí y sonrío cuando sus manos se posan sobre mis hombros.

—¡Vamos a nadar!

Sin pensarlo mucho me quito la ropa para quedar solo en mis pantalones cortos. Papá ríe al igual que mi tío, quien me guiña un ojo al verme. Le sonrío cuando alza la cámara de su móvil para tomar una fotografía de nosotros. Alek pone su brazo alrededor de mis hombros y los dos sacamos la lengua en el momento preciso.

—Venga, vamos a meternos —tomo a Alek de la mano para ambos correr hacia el agua.

El mar es frío, pero poco a poco mis pies se acostumbran a la temperatura. Mi mejor amigo y yo nos miramos antes de taparnos la nariz y sumergirnos dentro del océano en el momento exacto en que una ola nos cubre. Ambos salimos a la superficie para salpicarnos.

—¡Tenemos que traer a Andréi y a Khalid la próxima vez! —me dice emocionado. Mira el agua mientras ambos flotamos —. ¡La próxima vez le diré a mi papá!

—¡La próxima vez podemos traer más cosas! —respondo.

—¿Una carrera? —pregunta, mirando hacia la orilla.

—¡Ya estás perdiendo!

Siento que puedo tocar el cielo, que solamente necesito sonreír para poder acariciar las suaves nubes con los dedos. La manera en que los rayos solares iluminan mi piel me hace sentir querido, especial. Me hace pensar en esos lugares llenos de color que mi madre siempre menciona en sus cuentos de hadas. Por primera vez quiero quedarme aquí, siempre. Quiero dedicarme a sonreír de por vida y a reír porque se siente bien. Se siente bien reír hasta que el estómago me duela y se siente bien sentir que no estoy solo. Que tengo a alguien a mi lado.

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora