Parpadeo varias veces con las mejillas sonrojadas al recordar el sueño que tuve hace tres semanas con Alek. Mis hormonas han estado alborotadas últimamente e imagino cosas donde no las hay. El rubio parece haberlo notado, debido a que aquel día tuvo que chasquear los dedos delante de mi rostro para hacerme caer en la realidad de que nada estaba sucediendo entre nosotros.
—Cariño —mi madre me llama la atención —, ¿quieres comer algo?
Mi boca inmediatamente se hace líquido al pensar en los diferentes postres que mi madre es capaz de hacer. Me sorprendo a mí misma deseando por pastel de chocolate, a pesar de que no soy fanática de la textura marrón. He estado teniendo los gustos más raros en los últimos días. Usualmente me sucede cuando me está por venir el período.
—Sí —respondo —. Quiero pastel de chocolate.
—¿Y desde cuándo a mi ángel le gusta el pastel de chocolate? —pregunta mi padre, a lo que Alek ríe por lo bajo sentado en el sofá.
—Desde hace un par de días —confieso.
—No tengo pastel de chocolate, pero puedo ir a comprarlo —sugiere mamá. Besa mi cabeza, lo que me hace sonreír —. Han sido unas semanas tan raras sin ti, te he extrañado demasiado.
—Alek nos la ha robado, ¿qué se puede hacer? —bromea papá, provocando que el rubio ría sonrojado.
Estas tres semanas han sido completamente nuevas para mí. Salir de la seguridad de la casa de mis padres para mudarme a la mansión de Alek ha sido todo un reto, tanto para mí como para ellos. El proceso de mudanza no fue complicado ya que Khalid y Nicola vinieron a llevarse mis cosas personales, pero, igual fue nostálgico ver el rostro de mis padres llenarse de tristeza al verme salir de mi hogar.
Alek prometió que vendríamos a verlos todos los fines de semanas, por lo que nos encontramos aquí sentados compartiendo con ellos. Es increíble lo rápido que se ha ganado la confianza de mis padres, quienes prácticamente lo tratan como si se tratase de Gino.
Mi mejor amigo se encuentra sentado al lado de Alek, a quien le sonríe amablemente cuando este le pregunta si quiere algo de la tienda ya que va a ir a comprar el postre. Es esta una de las cuántas razones por las que lo adoro de pies a cabeza. Gino luce demasiado contento estos últimos días, y no me ha querido contar lo que le sucede ya que quiere que sea una sorpresa. He querido sacarle pequeñas gotas de información sin resultado. Me hago una nota mental de preguntarle una vez más antes de regresar a casa.
—Tienes unos antojos —me comenta el rubio de mi mejor amigo. Se levanta del mueble para dejar un beso en mi frente con una sonrisa ante la mirada preocupada de mi padre —. ¿Quieres que vaya por el pastel?
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Pasando Límites ©
RomantizmUriah Sokolov nunca ha tenido piedad, con nada ni con nadie. Siendo capaz de obtener todo lo que quiere con tan solo parpadear, ha dejado de buscar el verdadero placer que provoca ser feliz. En su lugar, su sed por la venganza es lo único que se apo...