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Los pies del padre de mi hijo se mueven rápidamente por sí solos al entrar a su casa, corren escaleras arriba hacia la habitación de su abuelo sin pensarlo mucho

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Los pies del padre de mi hijo se mueven rápidamente por sí solos al entrar a su casa, corren escaleras arriba hacia la habitación de su abuelo sin pensarlo mucho. Corro detrás de mi enamorado lo más rápido que puedo al no poder evitar sentirme preocupada al pensar en lo peor que puede pasar. Le sigo hasta la última habitación del pasillo, y suspiro con el corazón latiéndome a mil dentro del pecho.

Al entrar, el señor Dorian se encuentra echado en su cama de tres plazas con su rostro pálido. Sube su rostro, y sus ojos se iluminan entre la oscuridad al apreciar a su nieto acercarse. Ninguna de las personas presentes dice algo, aunque sus ojos se abren de la sorpresa al verme. Me quiero encoger cuando siento la mirada de Dimitri sobre mí, pero simplemente no dice nada, regresa toda su atención plena a su padre.

—Uriah —le escucho decir al abuelo Dorian con una sonrisa. Su voz suena suave, igual de potente que siempre a pesar de que su rostro luce delicado. El padre de mi hijo suspira de alivio al ver que se encuentra bien —. Emperador, ¿por qué has venido así tan apurado? ¿Qué te han dicho?

—¿Qué sucede, baba? ¿Cómo te sientes? —ignora su pregunta Uriah, sus bellos ojos azules brillan con preocupación.

La mano derecha del hombre de tercera edad se posa suavemente sobre la mejilla de su nieto. Los vellos de mi piel se erizan al pensar en que Uriah se alejará de la muestra de afecto por costumbre. Nunca le han gustado las caricias, por lo que todavía me sorprende que se deje tocar por mis manos. Todos en la habitación retienen una exclamación de sorpresa cuando él coloca la suya sobre la de su abuelo, y se inclina más ante la caricia con una suave sonrisa.

No puedo evitar sonreír con ternura al ver la hermosa escena que ambos forman delante de todos. Me confirma que su abuelo es probablemente la única persona de su familia a la cual le permite tocarle. Ni siquiera Aphrodite cruza esa fina línea con él por miedo a ser rechazada cruelmente. Pero con el señor Dorian es completamente lo opuesto. Él es el único que puede tocarlo de la misma forma en la que yo lo hago. Es la persona en esta casa que tiene ese privilegio tan querido por muchos. Tienen una conexión especial, una que me recuerda mucho a la relación que poseo con mi padre.

Disimuladamente dirijo la mirada hacia Dimitri, quien aprecia la escena igual de sorprendido que los demás. Sus ojos azules brillan llenos de lágrimas al ver a su hijo mayor, y la sombra de una sonrisa aparece en sus rellenos labios rosados. Ladea la cabeza con las manos en los bolsillos del pantalón, y gira el rostro para observar a Roxanne fielmente a su lado. Ella le entrega una dulce sonrisa a través de sus ojos rojizos gracias a haber estado llorando.

—Estoy bien, emperador. Solamente me desmayé porque... —el señor deja de hablar cuando sus ojos encuentran los míos a través de las demás personas. Sus labios se entreabren con una gran sonrisa de felicidad que me causa alegría dentro del pecho —. ¡Kaia Thalía! —exclama con emoción. Estira sus manos para indicarme a que me acerque a donde está.

Pasando Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora