«Tercer libro de la Saga Amores Complicados»
«Libros anteriores: Lady Elizabeth y Toxic»
«No es necesario leer los dos primeros libros para comprender este»
¿Qué pasaría sino es ella la damisela que necesita ser rescatada? ¿Qué pasaría si es él quié...
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Pasado...
—¿Qué te parece visitar el cajón por primera vez? —me pregunta Garret, mientras no dejo de golpear el saco que está frente a mí.
—¿Estás hablando enserio? —pregunté—. ¿Acaso quieres que mi hermano rompa cada hueso de tu cuerpo si se entera? —paré mis golpes y al fin me atreví a verle.
Le veo encogerse de hombros —No me importaría, con tal de verte disfrutar de darle una paliza a alguien —me dice con demasiada seguridad—. Además el cajón no es tan malo y más ahora que Kirk ya no está —asegura.
Suelto un suspiro —¿No dejarás de insistir hasta que acepté, verdad? —inquiero.
Asiente con una enorme sonrisa —Tienes que decir si y más nada —avisa y suelto un bufido.
—Vale, iré —acabo aceptando—. Pero si el ambiente no me gusta, me largo y no podrás evitarlo. ¿Lo entiendes Garret? —advertí.
Sus brazos me rodearon —Claro que lo entiendo, no te arrepentirás de haber dicho si —besa mi mejilla de manera sonora. Inmaduro.
—Hey, quita tus manos de mi hermana —advierte Isaac y le propina un golpe en la nuca. Suelto una carcajada ante las quejas de Garret y de las amenazas por parte de mi hermano.
Jamás iban a cambiar, así pasasen miles de años. Sonreí al verles, eran la familia que cualquiera quisiera tener. Aunque son algo sobre protectores y no sólo eso: ¡son demasiado celosos! Ambos. Y eso que Garret no es un Blaire, si lo fuera madre mía. No habría quien le aguantará, por supuesto que no.
Vamos, me cuidan como si fuera una niña pequeña. La cual necesita que la protejan y demás. ¡Soy prácticamente un adulto! Tengo dieciocho años y tengo la edad suficiente como para cuidarme sola. ¿Pero como se lo explico a ellos? Exacto, no hay manera de hacerlo.
Vuelvo mi atención al saco e ignoro a los dos idiotas a mi lado. Los cuales siguen discutiendo y no puedo evitar soltar un bufido. No veo la hora de que crezcan y me dejen en paz.
(...)
—No tenías que traerme —digo, mientras observo el lugar.
—No te he traído sólo porque si, ¿vale? —avisa—. Moría de ganas de venir y he aprovechado de que al fin te decidiste a dar una vuelta por el lugar. Además en la universidad se rumorea que un compañero nuestro pelea aquí y quiero verle —se sincera y yo ruedo mis ojos. Típico de mi mejor amiga, siempre atenta a los rumores de la universidad.
