Por un estúpido error.

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Venticinque:

Por un estúpido error.

Pasado

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Pasado...

Abro la puerta de casa y no dejó de tambalearme de un lado a otro mientras lo hago. Mierda, no debí beber tanto. Suelto una risa por aquel pensamiento, que más daba. Estos meses han sido los más difíciles de todos y me estoy hundiendo en mi propia miseria.

¡Maldición, Acacia! ¿Porque? ¿Porque no fui yo? Perderte a ti es lo más difícil que he tenido que pasar, después de la muerte de mamá. ¿Acaso mi destino es este? ¿Perder a cada persona que amo? ¿También me quitaran a Dalia o papá? ¿A Ceto? ¿Qué más deberé perder? Y si me enamoro como un lo loco de alguien, se la llevarán también. ¿Será así?

En cuanto intento subir las escaleras, me caigo de bruces sobre las mismas. Debo tener un aspecto deplorable y asqueroso.

Lo siento tanto, debí protegerle más. Hice un puta promesa y no la pude cumplir. ¿Qué clase de hermano soy sino puedo proteger a mi pequeña? Pues eso, no soy nada. Soy basura. Soy lo que el mundo no necesita en él.

No puedo evitar comenzar a reír, creo que he perdido la poca cordura que me quedaba. Si es que había un poco de ella en mí, aún. Lamento que el resto tenga que verme así, con esta actitud mediocre. ¿Pero que podía hacer? La Policía no hacía una mierda por encontrarle, el hijo de puta seguía suelto y nadie movía un dedo para meterle tras las rejas. ¡Tenía las jodidos pruebas de que era el culpable de su muerte! ¿Y eso ha servido de algo? Pues no.

Demetrios tenía a todos en sus bolsillos y a nadie le importaba detenerle. Ninguno quería acabar con él o al menos ponerle un alto. Tenía a la ciudad de Atenas a su merced y había instalado en la misma su reinado de terror. Porque sí, muchos temían lo que podía hacer. Qué va, nadie tenía las pelotas necesarias para ponerle un fin. O quizá los hay, pero no desean acabar como yo. En la ruina y perdiendo a quien más amas. Soy patético, realmente lo soy.

—¿Pero que demonios Stéfano? —pregunta la dulce voz de Dalia, siento sus pasos acercándose a mí.

No quería que me viera así, con este aspecto tan repugnante. Levanté mi mano derecha y así pidiéndole que parase. No la quería cerca de mí, no ahora, no en este puto momento.

—Déjame en paz —pedí y la oí reír irónica.

—Pues te enteras que no te dejaré —avisa y retoma su camino hacia mí—. ¿Seguirás de este modo? ¿Crees que Acacia quería que acabases así? ¿En serio Stef? —quiere saber e intenta levantarme del suelo, cosa que logra con bastante dificultad. Tampoco es que pusiera de mi parte, me estaba comportando como todo un imbécil.

—Que más da lo que Acacia quisiera, ella ya no está —dolor, eso había en aquellas palabras.

Dalia me obligó a sentarme en el sofá y luego se sentó a mi lado. Ambos observamos el techo de la habitación, pensando lo que diríamos.

Sálvame #PremiosPlaneta2020 #CHW2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora