Gloria, Honor y Sangre!!! La caida de los Dragones.

Rusia.(estrategias)

Dimitri tenia 3 reglas.

La numero uno era sencilla nunca fraternizar demasiado con la poblaciòn.

La numero dos las ordenes eran absolutas.

La numero tres lleva suficiente flechas para nunca detenerse.

Con esas sencillas era capaz de mantener su trabajo como capitan de arqueros, uno de los fieles sirvientes de la casa Zmey e individuo callado y calmado, no porque amara mantener un rostro duro y fuerte, sino por necesidad obligatoria para mantenerse cuerdo.

El era un fiel habitante del Oblast de Murmasnk, un murmasnkiano un habitante hecho de hielo, temblado con el frio de las regiones màs frias pero tambien era curiosidad que aquel territorio fuera de los màs productivos agricolas en el Imperio Ruso.

Desde su juventud habia formado parte de los ejercitos privados de los Zmey y asi habia sido hasta su mayoria de edad, era de los màs viejos oficiales recordaba con entusiasmo y melancolia al padre de Vivenka, recordaba a veces sus primeras misionees atacar, matar, tomar, destruir, controlar, someter aquellos tiempos era menos caoticos, con los años Dmitry habia observado que el miedo ya no funcionaba en la poblaciòn que se levantaba y creaba grandes fortalezas que duraban por por meses antes que los desplegaran, era muy fastidioso tener que cumplir las ordenes del Zar que no utilizaba a sus perros mimados que a pesar de su excelente posiciòn y acumulaciòn de poder no eran a subestimar, habian sido varias veces que demostraron porque eran tan excelentes como ellos, los ejercitos de los dragones de Hielo o apodados los Blancos, soldados con armaduras blancas gracias al hierro blanco que sacaban de las minas de las zonas frias, resistentes al hielo y tambien podrian resistir ataques de armas de acero, incluso tacticas como emboscadas, asaltos, ataques nocturnos, defensores, forticadores eran la especialidad de sus ejercitos y por supuesto supresiòn.

Estaba descontento la misiòn habia terminado en varios territorios de Georgia, su mision exterminar la insidia y cualquier forma de revuelta, cualquier cosa contra Rusia y los zares.

-Coronel Dmitry- llego uno de los mensajeros ansioso

-Entregame eso- ordeno antes de pasar por màs parafernaliam reviso el sello draconiano, el sello de la Zmey despues de observar que su contenido era abolutamente para si mismo, desplego su anillo propio ante la cera con el sello de los Zmey, antes de que este se disolviera.

Sintio lastima la magia dentro del sello Zmey y de otros sellos de dragon se podria sincronizar con ciertos anillos de sus oficiales para un mayor secreto de sus ordenes, por lo que si otro hubiera intentado abrir la correspondencia no solo habia provocado que se borrara todo el contenido de la carta sino que provocaria una explosiòn de hielo que mataria todo en un rango de 30 metros.

Leyo con avidez intentado saber las ordenes de su dragona y señora, despues de todo se sorprendio, se sento mientras llegaban oficiales de menor rango y se reunian alrededor, conversando en voz baja mientras esperaban a dar sus reportes, se levanto y tambaleo un poco, la edad le llegaba la armadura que alguna ves pudo portar tan facilmente comenzaba a pesarle pensar que alguna ves penso que nunca seria molesta pero ahora con los años, empezaba a ralentizarlo.

-Ivan, donde esta Ivan- dijo con desgana, era de los mejores oficiales que habia tenido e incluso habia desplegado una unidad para someter varios pueblos, le sorprendia que ahora no hubiera llegado.

-Se ha quedado demasiado con sus unidades en su ciudad de origen- dijo uno de los hombres

-Mierda- se sento en la silla de pronto, si Ivan habia cometido el error de pensar en traicionarlos no lo detendria pero deberia matarlo, era una lastima siempre trataba de evitar que los comandantes regresaran a sus casas si se les debia aniquilar por eso una de sus reglas era fraternizar con la poblaciòn habia momentos donde deberia simplemente ejecutar a un par de primerizos para dejar en claro sus ordenes, pero rebeliones enteras de unidades aquello era un dolor de cabeza combatir contra soldados entrenados y con moral era suficiente para batallas de desgaste.