Capitulo 11

395 6 0
                                    

Entre risas, insinuaciones y tocamientos nos bebemos casi toda la botella de champán mientras estamos en la bonita y enorme terraza de la suite. Madrid está a mis pies y me encanta mirar a mi alrededor. Todavía le doy vueltas a la proposición que me hizo en el restaurante.

¿Debería aceptarla o rechazarla por lo que significa?

Me encuentro algo achispada. No estoy acostumbrada a beber y menos aún champán. Justin habla con alguien por el móvil y lo observo. Vestido con esos vaqueros de cintura baja y la camiseta negra me pone a cien. Es fuerte y atlético. El típico hombre de ojos miel y pelo corto que, si lo ves, no puedes evitar mirarlo. Me sorprendo al ver que no lleva ningún tatuaje. Hoy casi todos los hombres de su edad tienen uno. Aunque casi que me alegro, porque, con lo que me gustan a mí los tatuajes, se lo estaría chupando todo el día.

Recorro con lascivia su cuerpo. Me detengo en la parte superior de sus vaqueros y entonces me doy cuenta de que tiene desabrochado el primer botón. Me pone. Me excita. Me incita. Me provoca. Instantes después, suelta el móvil y se dirige hacia la cubitera. Me mira y sonríe. Calor. Tengo mucho calor. Sirve unas últimas copas y deja la botella vacía boca abajo. Se acerca a mí, me entrega mi copa y murmura besándome la frente:

—Pasemos al dormitorio.

Los nervios de nuevo se apoderan de mí y siento que mi sexo se contrae. Voy a ponerme los tacones pero él dice que no, así que le hago caso.

Ha llegado el momento que llevo deseando, anhelando e imaginando desde que lo vi esperándome en la puerta de mi casa con el Ferrari.

Cuando entramos en uno de los preciosos y espaciosos dormitorios, clavo mis ojos en la enorme cama. Una king size. Justin se mueve por la habitación y, de repente, una sensual música nos envuelve. Se sienta y apoya una mano en la cama. Con la otra sujeta la copa y le da un trago.

—¿Estás preparada para jugar, pequeña?

Mis partes bajas se contraen por la anticipación y siento cómo me humedezco. Viéndolo así, tan sexy, tan varonil… Estoy dispuesta para todo lo que él quiera y consigo responder:

—Sí.

Lo veo asentir.

Se levanta. Abre un cajón.

Saca dos pañuelos de seda negros, una cámara de vídeo y unos guantes. Eso me sorprende y me asusta al mismo tiempo. Pero, incapaz de moverme, me quedo parada a la espera de que se acerque a mí. Lo hace. Pasa su lengua con provocación por mi boca y me aprieta el trasero con su mano.

—Tienes un culito precioso. Estoy deseando poseerlo.

Asustada, doy un paso atrás.

¡Nunca he practicado sexo anal!

Justin entiende mi callada respuesta. Da un paso hacia mí. Me agarra de nuevo del trasero y mientras vuelve a apretarme contra él murmura, excitándome:

—Tranquila, pequeña. Hoy no penetraré tu bonito trasero. Me excita saber que seré el primero, pero quiero hacerte disfrutar y, cuando lo hagamos, será poco a poco y estimulándote para que sientas placer, no dolor. Confía en mí.

Trago el nudo de emociones que tengo atascadas en mi garganta con la intención de decir algo.

—Hoy jugaremos con los sentidos —prosigue—. Pondré esta cámara sobre aquel mueble para grabarlo todo. Así luego podremos ver juntos lo ocurrido, ¿te parece?

—No me gustan las grabaciones… —consigo decir.

Esboza una cautivadora sonrisa. Los ojos le brillan y me mira desde su altura.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora