Pasan los días y no vuelvo a preguntar quién era aquella mujer. El miércoles por la tarde recibo una llamada de mi padre. Mi hermana ya le ha ido con el cuento de que vuelvo a estar con Justin y él está feliz por mí. Se alegra de corazón.
El jueves, cuando llego a trabajar, me extraño al ver a Miguel recogiendo sus cosas.
—¿Qué haces?
—Recogiendo mis cosas.
—¿Por qué?
Miguel suspira y se encoge de hombros.
—No me renuevan el contrato y, amablemente, me han informado de que hoy es mi último día de trabajo.
Lo miro, pasmada. ¿Es que mi jefa no le puede renovar el contrato? Me siento incapaz de quedarme callada.
—Pero, vamos a ver, pedazo de idiota. ¿Cómo es que no te renuevan el contrato? ¿Lo has hablado con el señor Bieber?
—No. ¿Para qué? Le caigo mal, ya lo sabes.
—Pero… pero tienes que hablar con él —insisto—. Miguel, hay muchísimo paro y Müller actualmente es tu única opción.
—¿Y?
Veo movimiento en el despacho de mi jefa y pregunto:
—¿Y con la jefa has hablado? Ella y tú os lleváis muy bien y…
—Ella ha sido quien me ha dicho que no me lo renuevan —contesta Miguel.
Eso me remueve las tripas. ¿Cómo puede ser que esa bruja no le pueda renovar el contrato siendo él su amante? E incapaz de aguantar un segundo más el secreto que guardo desde hace meses, cuchicheo:
—¿Y tú no vas a hacer nada para que cambie de opinión? —Miguel me mira y añado—: Mira, Miguel, no me chupo el dedo y sé que estáis liados. Es más, alguna vez, yo estaba en el archivo cuando lo habéis hecho en su despacho.
La cara de mi compañero se descompone.
—¡No me jodas! ¿Tú lo sabías?
—Sí. Y por eso no entiendo por qué ella no hace algo para renovártelo.
Miguel se apoya en la mesa.
—Mira, _______, lo único que te puedo decir es que tu jefa y yo ya no tenemos nada desde hace un mes. Ella ya se ha buscado a otro. Óscar, el vigilante jurado.
—¿Óscar?
—Sí.
—Pero si es un crío…
—Exacto, preciosa. Ya sabes que a la jefa le gustan jovencitos.
Estoy desconcertada cuando Miguel añade:
—Mira, _______. No te enrolles con ningún jefe porque, cuando se canse de ti, patadita al canto y a otra cosa mariposa.
Eso me llega al alma. Si él supiera…
En ese momento miro hacia el despacho de Justin y veo que está al teléfono. Tengo que hablar con él. Miguel es un buen trabajador y se merece que le renueven el contrato.
—Voy a hablar con el señor Bieber.
—¿Estás loca?
—Tú déjame a mí, ¿vale?
Miguel se encoge de hombros, se sienta a su mesa y sigue guardando sus cosas mientras yo me dirijo hacia el despacho de Justin y llamo con los nudillos a la puerta. Cuando entro, Justin ya ha colgado el teléfono y mira unos papeles.
—¿Qué desea, señorita Flores?
Sin dejar de interpretar mi papel, pregunto directamente:
—Señor Bieber, ¿por qué no le ha renovado el contrato a su secretario?
Justin me mira, sorprendido.
—¿De qué habla?
—Miguel está recogiendo sus cosas. Mi jefa le ha dicho que no le renuevan el contrato.
Está tan sorprendido como yo.
—Si su jefa ha decidido no renovarle el contrato, sus motivos tendrá, ¿no cree?
—Pero es su secretario… —insisto.
El hombre del que estoy enamorada me mira.
—Nunca ha sido de mi agrado y lo sabe usted, señorita —replica—. El que ese joven y su jefa ocupen sus horas de trabajo en otra cosa que no sea trabajar no me gusta nada. Su profesionalidad para mí ha quedado totalmente anulada.
Me quedo pasmada, mirándolo, pero él sigue con su discurso:
—Y antes de que suelte alguna de sus perlas, que la estoy viendo venir, señorita Flores, déjeme recordarle que esas cosas sólo me las permito yo en la empresa, ¿entendido?
Todavía más boquiabierta respondo:
—Eso es abuso de poder.
—Exacto. Pero aquí el jefe soy yo.
Esa contestación me deja sin palabras.
—Señorita Flores, ¿qué es lo que ha venido usted a pedirme?
Lo fustigo con la mirada y contesta:
—Que no lo despidan. Encontrar trabajo hoy en día está muy difícil.
Justin me mira… me mira… me mira y finalmente dice:
—Lo siento, señorita Flores, pero no puedo hacer nada.
Oigo una puerta, miro hacia atrás y veo que mi jefa sale de su despacho. Pasa por delante de Miguel y ni lo mira. La furia me corroe y cuchicheo en voz baja para que nadie nos oiga.
—¿Cómo que no puedes hacer nada? Eres el jefe, ¡joder! Esa idiota, por no decir algo peor, se ha buscado a otro amante y por eso lo despide. Por el amor de Dios, Justin… ¿quieres hacer algo? Reubícalo en la empresa. Él ha sido el secretario de tu padre durante mucho tiempo y el tuyo, aunque no le tengas mucho aprecio.
—¿Tanto te importa Miguel?
Su pregunta me hierve la sangre.
—No me importa en el sentido que tú crees, así que no comiences a pensar cosas raras o me cabrearé. Simplemente te estoy diciendo que Miguel es un chico joven que sin este trabajo no va a tener con qué comer. Él, al igual que tú, tiene unos gastos, necesita un techo donde dormir y unos alimentos que comer y… y… ¡Diosss! ¿Tan difícil es entender lo que digo?
El gesto de Justin no cambia, pero cuando se rasca el mentón murmura:
—¿Te he dicho alguna vez que cuando te enfadas te pones preciosa?
—¡Justin!
—Muy bien —suspira—. Hablaré con personal. Lo renovarán pero haré que lo pasen a otro departamento. No quiero verlo aquí, ¿entendido?
—¡Graciassssssssssssssss!
Quiero saltar de alegría, pero me contengo. Sé que Justin obligará a personal a que lo renueven.
—Por cierto, señorita Flores, ¿cuándo le tienen que renovar a usted el contrato?
—En enero.
Justin se apoya en su sillón, me mira de arriba abajo y murmura:
—Ándese con cuidado, porque como yo me entere de que ha hecho usted algo parecido a lo de su compañero, en el archivo o en cualquier lugar dentro de la empresa, va a la calle de cabeza.
Mi gesto debe de ser indescriptible. Justin sonríe con malicia.
—¿Algo más?
—No… bueno, sí. —Veo que levanta una ceja y murmuro—: Está usted muy guapo cuando sonríe.
Se ríe y, divertida, me doy la vuelta y salgo. Me siento en mi mesa y cinco minutos después suena el teléfono de la mesa de Miguel. Es personal. Le indica que le renuevan el contrato y que lo reubican en ese departamento.
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?