A las once y media, mi amiga Rocío pasa a buscarme y juntas vamos a ver a su sobrino. Como me ha dicho mi padre, el niño es precioso. A la una ya estamos de vuelta en casa y nos bañamos en la piscina. El agua está fresquita y muy rica.
Rocío me cuenta sus cosas e intenta interrogarme sobre Fernando. Pero en cuanto ve que no quiero hablar sobre el tema, lo deja estar y hablamos de otras cosas. A las dos y media, mi amiga regresa a su casa y yo me quedo tirada en la piscina. Suena mi teléfono. Un mensaje. Es Fernando para invitarme a comer. Rechazo la invitación y me tiro en la hamaca a escuchar música.
Mi móvil pita de nuevo. Maldigo. Lo cojo pero me quedo sin aire cuando leo: «¿Tomas algo conmigo?». ¡Es Justin!
El corazón me palpita.
Justin está en Madrid y yo a demasiados kilómetros de él. Cojo la Coca-Cola y bebo. La garganta de pronto se me ha quedado seca y el móvil vuelve a sonar otra vez.
«Sabes que no soy paciente. Responde.»
Con las manos temblorosas comienzo a teclear, pero ¡no doy una! Finalmente consigo poner: «Estoy de vacaciones».
Lo envío y las tripas se me encogen hasta que oigo que el móvil pita y leo su respuesta. «Lo sé. Muy bonita la puerta roja del chalet de tu padre.»
Cuando leo eso, doy un chillido, suelto el móvil, cojo un pareo y corro hacia la puerta como alma que lleva el diablo. En mi carrera, arraso las sillas del patio y me dejo la cadera, pero no me importa.
¡Justin está allí!
Abro rápidamente la puerta pero es tal mi ceguera que no veo ningún coche que pueda ser de él, hasta que un pitido me hace mirar a mi derecha y veo un hombre sobre una imponente moto. Se baja de ella, se quita el casco y sus ojos y su boca me sonríen.
Sin importarme nada, ni nadie, corro hacia él y me tiro a sus brazos. Es tal mi impulso que estamos los dos a punto de rodar por el suelo, pero nada, absolutamente nada me importa. Sólo lo abrazo y me estremezco cuando vuelvo a oír su voz en mi oído:
—Pequeña… te he echado de menos.
Estoy nerviosa. ¡Histérica!
Justin, ¡mi Justin!, está entre mis brazos. En Jerez. En la puerta de la casa de mi padre. Me ha buscado. Me ha encontrado y eso es lo único que quiero pensar.
Cuando me separo de él, siento su mirada recorrer mi cuerpo y entonces soy consciente de mi estado.
— Justin, podías haber avisado. Mira qué pintas tengo.
Él no contesta. Sólo me mira y entonces me agarra de la nuca y me acerca a él, dispuesto a darme un apasionado beso que hace que todo Jerez tiemble.
—Estás preciosa, cariño.
¡Ay, Dios! Me va a dar algo ¡Y encima me llama cariño!
—¿Cómo está tu brazo? —pregunta de pronto.
Lo levanto y le enseño la marca de la plancha.
—Perfecto.
Eric hace un gesto con la cabeza y lo invito a pasar a mi casa.
Me sigue y le ofrezco una cerveza. La rechaza y pide agua. Lo hago esperar en la piscina mientras me visto. Se resiste pero le hago entender que es la casa de mi padre y que puede aparecer en cualquier momento. Acepta mis explicaciones y accede a mi petición. Tardo en vestirme cinco minutos. Unos vaqueros, un top y arreando.
Cuando aparezco, Justin me mira.
—Has recibido un par de mensajes de Fernando.
Resoplo y, antes de poder responder, Justin me atrae hacia él y me besa con posesión. Sus besos me hacen entender que me ha echado tanto de menos como yo a él, y eso me gusta. Aunque aún me tiene que explicar muchas cosas. Entre besos,
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?