Capitulo 43

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El 27 de agosto me reincorporo a mi trabajo.

Mi jefa está de vacaciones y eso me permite un respiro. No tener su tóxica presencia a mi alrededor es lo mejor para mí. Miguel tampoco está y echo en falta sus bromas. Pero mi estado de ánimo es tan apático que casi prefiero que nadie me mire ni me hable.

Cada vez que miro hacia su despacho o entro en el archivo, el alma se me cae a los pies. Irremediablemente pienso en Justin. En las cosas que me decía, que me hacía en aquel lugar y tengo que hacer grandes esfuerzos por no llorar.

Mis amigos no han salido de vacaciones, por lo que quedo con ellos algunas tardes cuando salgo del gimnasio y nos vamos al cine o a tomar algo. Mi buen amigo Nacho intenta hablar conmigo, pero yo me niego. No quiero recordar lo ocurrido. La presencia de Justin en mi corazón todavía está demasiado presente y hasta que no consiga olvidarlo, sé que mi vida no volverá a la normalidad.

El 31 de agosto recibo un mensaje de Fernando. Está en Madrid por un caso hasta el día 4 de setiembre y se aloja, como siempre, en un hotel cercano a mi casa. Quedamos en vernos.

Lo llevo un día a cenar a la Cava Baja y otro día a un restaurante japonés. Esos días, tras la cena, quedo con mis amigos y nos vamos de copas todos juntos. Sorprendentemente veo que hace muy buenas migas con mi amiga Azu y eso me complace. Fernando cumple con su palabra. Se comporta como un amigo y se lo agradezco.

El 3 de setiembre, mi jefa, Miguel y casi toda la plantilla de la empresa Müller reaparecen en la oficina. El ritmo vuelve a ser frenético y, cuando me quiero dar cuenta, mi jefa ya me ha sumergido en un mar de papeles de nuevo. Miguel ha vuelto de sus vacaciones encantado. Me cuenta anécdotas mientras trabajamos, lo que me hace reír. El teléfono interno suena y mi jefa me indica que pase a su despacho. No tardo en hacerlo.

—Siéntate, ________. —Obedezco, y ella prosigue—: Como recordarás, el viaje del señor Bieber a las delegaciones de Müller por España se tuvo que aplazar hasta después de verano, ¿verdad?

—Sí.

—Pues bien. He hablado con el señor Bieber y esos viajes se van a retomar.

Se me encoge el estómago y comienzo a inquietarme. Oír hablar de él me pone cardíaca. Volver a ver a Justin es lo que necesito, aunque sé que no es lo más recomendable para mí.

—Quiero que prepares los dosieres pertenecientes a todas las delegaciones. Bieber quiere comenzar con el viaje este miércoles.

—De acuerdo.

Me quedo parada. El miércoles lo voy a ver. Estoy a punto de gritar como una loca cuando mi jefa dice:

—_______, vamos… no te quedes parada como un pasmarote.

Asiento. Me levanto, pero cuando voy a salir del despacho, oigo que dice:

—Por cierto, esta vez seré yo quien acompañe al señor Bieber. Él mismo me lo pidió ayer cuando me reuní con él en el Villa Magna.

Escuchar eso me supone un mazazo. Justin está en Madrid y no se ha dignado ni a llamarme. Mis ridículas ilusiones de volver a verlo se disipan de un plumazo, pero consigo sonreír afirmativamente. Cuando salgo del despacho siento que las piernas me flaquean y corro a sentarme a mi mesa. Miguel se da cuenta.

—¿Qué te pasa?

—Nada. Será el calor —respondo.

Cuando salgo de la oficina estoy en trance. Estoy ofendida. Furiosa y altamente enfadada. Voy al parking y cojo el coche y sin saber por qué me encamino al paseo de la Castellana. Al pasar frente al hotel donde Justin se aloja, lo miro, me desvío por una de sus callejuelas y aparco. Como una idiota, me dirijo hacia el hotel, pero no entro. Me quedo parada a escasos metros de la puerta sin saber qué hacer.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora