Capitulo 40

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Dos días después, tras la noche de sexo lujurioso que pasamos en el cuartito de juegos de Frida y Andrés, la vida sigue su rumbo. Cada vez estoy más colgada por Justin y él cada vez está más pendiente de mí. Todo lo que necesito o deseo, antes de que yo lo pida, él me lo da. ¿Se estará enamorando de mí?

Esa mañana, Andrés decide encargar una paellita en la playa. Sobre las dos de la tarde bajamos a comerla al chiringuito. Está deliciosa. La mejor paellita mixta que he comido en mi vida. El teléfono de Justin suena continuamente y tan pronto leo el nombre de Marta como el de Betta. No digo nada, él ya lo dice todo con sus gestos. Tras la paella decidimos tirarnos en la playa un ratito a tomar el sol.

El teléfono de Justin vuelve a sonar. Finalmente observo que teclea en él, pero poco después se agobia y le pide a Andrés que lo lleve al chalet. Su humor ha cambiado y, aunque lo intenta disimular, su cara no lo puede negar.

Rápidamente me levanto y comienzo a recoger las cosas. Justin, al verme, me coge de la mano.

—Quédate con Frida, cielo. Andrés regresará para estar con vosotras.

—No… no, yo me voy contigo —insisto.

—He dicho que te quedes, ______… no quiero compañía. Me duele la cabeza y quiero estar solo.

Su humor me exaspera.

—Mira, chato, me importa un bledo si no quieres compañía, he dicho que regreso contigo y no se hable más.

—¡Maldita sea! —gruñe—. He dicho que te quedes.

Su gruñido no me asusta.

—No me gustan los numeritos y menos cuando no sé de qué van. Por lo tanto me lo vas a aclarar e iré contigo.

Pero Justin se niega. Está irascible y, por más que intento convencerlo, lo único que consigo es que se enfade a cada segundo más conmigo. Al final, Frida se interpone entre los dos y pone paz. Andrés habla algo con Justin y lo tranquiliza. No entiendo por qué se ha puesto así y me niego a darle un beso cuando se marcha con Andrés.

Durante un rato, Frida y yo permanecemos calladas mientras tomamos el sol, hasta que ella dice:

—_______, no te preocupes. No pasa nada.

Me muerdo los labios. Estoy enfadada. Me siento en la toalla.

—Sí. Sí pasa, Frida. Sus cambios de humor me desesperan. Tan pronto está bien, como…

—Os conocéis desde hace poco, ¿verdad?

—Sí. Hará unos dos meses más o menos.

—¿Sólo ese tiempo?

—Sí.

Hace un gesto con la cabeza.

—Pues, chica… te aseguro que conozco a Justin desde hace muchos años y nunca lo he visto tan atontadito con una mujer.

—Sí… seguro.

—Te lo prometo,_______. No tengo por qué engañarte.

Asiento, deseosa de creer lo que ella dice. Lo necesito. Pero entonces recuerdo lo enfadado que estaba.

—No lo conozco apenas, Frida. No me deja conocerlo salvo en el plano sexual y, aunque con él estoy descubriendo cosas que me gustan y que sin él nunca habría experimentado, quiero y necesito saber de él. De Justin como persona.

Frida arruga la comisura de los labios. Quiero preguntarle mil cosas.

—¿Quiénes son Betta y Marta? Cada día recibe varios mensajes de ellas.

Noto que mi pregunta incomoda a Frida.

—Sé que sabes de lo que hablo. No lo niegues. Por favor, dime qué pasa.

Frida se sube las gafas de sol para mirarme directamente a los ojos y murmura:

—______…

Durante unos instantes, la miro a los ojos y finalmente bajo la mirada, rendida. Todo es hermético en torno a él y murmuro mientras me tumbo en la toalla:

—De acuerdo, Frida, tomemos el sol.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora