Capitulo 42

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En Jerez, mi padre no habla, sólo me mira.

Hace tres días que he llegado y soy una piltrafilla humana. Sabe que no estoy bien, que algo ha ocurrido entre Justin y yo, pero respeta mi silencio. Los vecinos de mi padre son otro cantar. Continuamente me preguntan por el Frankfurt y eso me desespera. Algunas veces no tienen tacto y ésta es una de esas veces.

Alguien avisa a Fernando de que estoy allí. Me envía mensajes al móvil y al tercer día se presenta en mi casa. Estoy en la piscina tumbada sobre una hamaca, cuando lo veo llegar.

—Hola —saluda.

—Hola —respondo.

Se sienta en la hamaca que hay junto a la mía y no dice nada. Ninguno decimos nada. Mi padre se asoma por la ventana de la cocina y nos mira, pero no se acerca a nosotros. Deja que hablemos.

—¿Estás bien _______?

—Sí.

Silencio… ninguno dice nada más hasta que Fernando añade:

—Siento que estés así.

—No pasa nada —respondo con una sonrisa—. Como tú dijiste, yo solita me he dado contra el muro.

—No me alegro por ello, ________.

—Lo sé.

De nuevo, silencio entre los dos. De pronto, comienza a sonar en la radio la canción Satisfaction de los Rolling Stones y sin poder remediarlo sonreímos. Al final soy yo la que dice:

—Siempre que escucho esta canción me acuerdo de la fiesta que dio Rocío hace unos años. ¿Te acuerdas de la que liamos con esta canción?

Fernando asiente, sonríe y comienza a cantarla. Yo lo sigo. Él se levanta, comienza a bailar mientras canta y yo me río. Al final, me pongo de pie y canto y bailo junto a él la canción, mientras me olvido de todos mis problemas.

Cuando la canción acaba, los dos nos reímos, nos miramos. Levanto los brazos en busca de un abrazo y nos abrazamos.

—Así me gusta verte, _______. Feliz y divertida. Como tú eres. Perdóname por haberme metido donde no me llamaban, pero a veces los hombres hacemos cosas de idiotas.

—Estás perdonado, Fernando. Perdóname tú a mí también.

—Por supuesto. De eso no te quepa la menor duda.

Esa anoche salgo a cenar con él y vamos a los sitios donde sabemos que nos encontraremos con los amigos. Mi amiga Rocío se sorprende al verme aparecer con él, y no me pregunta por Justin. Nadie hace la más mínima referencia al hombre con el que me vieron las últimas semanas y yo me limito a no pensar y a disfrutar lo mejor que puedo.

Los días pasan y Justin no se pone en contacto conmigo. No entiendo cómo unas maravillosas vacaciones pueden acabar así, tan de repente, y con tal mal rollo, cuando él y yo nos entendemos sólo con la mirada. La presencia de Fernando esos días me hace sonreír. No ha intentado nada conmigo. No se ha acercado a mí más de lo estricto y le agradezco que se comporte como un amigo.

Mi hermana aparece sin avisar con Jesús y la niña, como hace siempre. Mi padre se vuelve loco de felicidad. Tener a sus dos hijas y a su nieta para él es lo más y no puede ocultar su orgullo.

Luz, mi sobrina, es la alegría de la casa. Estar con ella para mí es un soplo de aire fresco. Mi hermana y mi cuñado están felices. No paran de hacerse arrumacos y salen todas las noches a cenar y llegan a las mil. Eso me hace sonreír. Llevaba años sin ver a Raquel tan sonriente, activa y enamorada.

Contenta por su felicidad, veo cómo mi cuñado la observa, cómo se cruzan miradas y cómo buscan, en cuanto pueden, su intimidad. Es tal el descaro de la pareja que hasta mi padre los mira a veces asombrado. Mi hermana intenta hablar conmigo. Sabe que estoy mal, aunque sonrío, pero yo le pido que lo dejemos para más adelante. Por primera vez en mi vida, la pesada de mi hermana respeta mi decisión. Debe verme fatal.

Una noche, después de que Fernando me deje en casa sobre las tres de la mañana, entro en la casa de mi padre y me dirijo al balancín que hay en la parte trasera. Hace una noche perfecta y las estrellas se ven maravillosamente bien. Mi padre me ve por la ventana y viene a sentarse a mi lado. Trae dos Coca-Colas. Cojo una y él le da un trago a la suya.

—Estoy muy feliz por ver a tu hermana tan contenta, pero me apena verte a ti tan triste, cuando, por norma, la situación suele ser al revés.

—Que le dure mucho, papá. El que ella esté así nos hace felices a todos.

Ambos sonreímos y mi padre cuchichea:

—No me extrañaría que dentro de poco me hagan abuelo otra vez… Pero ¿tú los has visto?

Divertida, asiento y más al ver cómo mi padre menea la cabeza.

—Sí, papá, los he visto. Es maravilloso ver que su relación va viento en popa.

Volvemos a tomar un nuevo trago de nuestras Coca-Colas.

—Escucha, morenita. Tú vales mucho y estoy seguro de que Justin lo sabe.

—¿Y de qué sirve eso, papá?

—De mucho, cariño, ya lo verás. Justin es un hombre que se viste por los pies y verás cómo no te deja escapar.

—A lo mejor soy yo quien lo deja escapar a él.

Mi padre sonríe y me acaricia el pelo.

—Pues entonces, morenita, serás tú la que haga la mayor tontería de su vida.

Incapaz de callar un segundo más el secreto que guardo, lo miro y digo:

—Papá, Justin es mi jefe. El jefazo de la empresa. Ahora ya lo sabes.

Mi padre se queda callado durante unos segundos y se rasca la barba.

—¿Está casado?

—No, papá… Justin está soltero y sin compromiso. ¿Por quién me has tomado?

Siento que mi padre respira. Lo último que hubiera querido escuchar era que él estaba casado y sé que mi respuesta, en cierto modo, lo alivia.

—No te mira como un jefe y yo sé lo que digo, hija. Ese hombre te mira como a una mujer a la que quiere y desea proteger. Pero tengo que decirte que Fernando te mira igual y me da pena el chaval.

Me encojo de hombros y suspiro. Al ver que no digo nada más del tema me pregunta:

—Entonces, ¿regresas a Madrid mañana?

—Sí. Cuando desayune cargo el coche y rumbo a la ciudad. Quiero llegar a buena hora para ir a comprar y todas esas cosas.

—¿Cuándo volverás?

—Pues no lo sé, papá, en cuanto tenga más de cuatro días juntos. Ya sabes que venir para estar unas horas no me gusta y…

—Lo sé… cariño… lo sé.

Como cuando era pequeña, me abraza, me acuna en sus brazos y me besa el pelo.

—Sé que vas a ser feliz porque te lo mereces. Y si tú y ese Justin no os dais una nueva oportunidad, os vais a arrepentir el resto de vuestras vidas. Piénsalo, ¿vale?

—Vale, papá… lo pensaré.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora