Tras despedirme de mi familia me monto en el coche de Justin.
He claudicado.
He claudicado y de nuevo estoy junto a él.
Mi cabeza da vueltas y vueltas mientras intento entender qué estoy haciendo. De pronto, me fijo en la carretera. Creía que iríamos hacia Zahara, a la casa de Frida y Andrés, y me sorprendo al ver que nos dirigimos hacia la preciosa villa que Justin alquiló en verano.
Una vez que la valla metálica se cierra tras nosotros, observo la preciosa casa al fondo y murmuro:
—¿Qué hacemos aquí?
Justin me mira.
—Necesitamos estar solos.
Asiento.
Nada me apetece más que eso.
Cuando para el coche y nos bajamos, Justin coge mi equipaje con una mano y me da la otra. Me agarra con fuerza, con posesión, y entramos en el interior de la casa. Mi sorpresa es mayúscula al ver cómo ha cambiado el entorno. Muebles modernos. Paredes lisas y de colores. Un pantalla de plasma enorme. Una chimenea por estrenar. Todo, absolutamente todo, es nuevo.
Lo miro sorprendida. Veo que pone música y, antes de que yo diga nada, él aclara:
—He comprado la casa.
Increíble. Pero ¿cómo es posible que no me haya enterado de que la ha comprado?
—¿Has comprado esta casa?
—Sí. Para ti.
—¿Para mí?
—Sí, cariño. Era mi sorpresa de Reyes Magos.
Asombrada, miro a mi alrededor.
—Ven —dice Justin tras soltar mi equipaje—. Tenemos que hablar.
La música envuelve la estancia, y sin que pueda dejar de mirar y admirar lo bonita y elegante que está, me siento en el confortable sillón ante la crepitante chimenea.
—Estás preciosa con ese vestido —asegura, sentándose a mi lado.
—Gracias. Lo creas o no, lo compré para ti.
Después de un gesto de asentimiento, pasea su mirada por mi cuerpo, y mi Iceman no puede evitar decir:
—Pero era a otros a quienes les pensabas regalar las vistas que el vestido da.
Ya estamos.
Ya comenzamos.
¡Ya me está picando!
Cuento hasta cuarenta y cinco; no, hasta cuarenta y seis. Resoplo y finalmente contesto:
—Como te dije una vez, no soy una santa. Y cuando no tengo pareja, regalo y doy de mí lo que yo quiero, a quien yo quiero y cuando yo quiero. — Justin arquea una ceja, y yo prosigo—: Soy mi única dueña, y eso te tiene que quedar clarito de una vez por todas.
—Exacto: cuando no tienes pareja, que no es el caso —insiste sin apartar sus ojos de mí.
De repente, soy consciente de que suena una canción que me gusta mucho. ¡Dios, lo que me he acordado de Justin estos días mientras la escuchaba! Volvemos a mirarnos como rivales en tanto la voz de Ricardo Montaner canta:
‘Convénceme de ser feliz, convénceme.
Convénceme de no morir, convénceme.
Que no es igual felicidad y plenitud
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?