Después de un maravilloso sábado juntos, el domingo de madrugada me despierto sobre las seis de la mañana y oigo unos extraños ruidos en el baño. Me levanto y me sorprendo al ver a Justin vomitando. Al verme aparecer, me pide enfadado que salga y que espere fuera. Le hago caso y cuando sale, con gesto dolorido, se sienta en el sillón y cierra los ojos.
—¿Qué te ocurre?
—Algo me debió de sentar mal anoche.
—¿Quieres una manzanilla para que te asiente el estómago?
Justin, con los ojos cerrados, niega con la cabeza y murmura:
—Por favor… apaga la luz y vete a dormir.
—Pero…
—________—susurra, enfadado.
—Pero qué gruñón eres, ¡por Dios! —insisto.
—Vale… soy un gruñón. Ahora, por favor, haz lo que te pido.
Sin decir nada más desaparezco y me tumbo en la cama. No quiero darle muchas vueltas a lo ocurrido. Intento entender que, si está mal, lo que menos le apetece es tenerme a mí al lado haciéndole preguntas. Me duermo y me despierto sobre las diez. Nada más abrir los ojos, veo a Justin a mi lado. Sonríe y su apariencia es buena.
—Buenos días.
—Buenos días… ¿estás mejor?
—Perfecto. Como te dije algo me debió de sentar mal. —Voy a hablar y dice—: Mira lo que he preparado para ti.
A mis pies hay una bandeja con el desayuno. Y, sobre ella, una flor de papel. Como una tontorrona, la cojo y sonrío. Él me besa y murmura:
—Déjame un hueco en la cama, luego desayunamos, ¿te parece?
—Sí.
A las doce, tras hacer el amor, lo veo tan bien, tan repuesto, que le propongo enseñarle el popular Rastro de Madrid. Lo arrastro hasta el metro, un lugar en el que Justin nunca ha estado.
—En algo soy la primera —le murmuro, haciéndolo reír—. La primerita que te ha llevado al metro de Madrid.
Cuando nos bajamos en la parada de metro de La Latina, su sorpresa es mayúscula. Ver tanta cantidad de gente de toda índole lo sorprende.
Se empeña en comprarme unos pendientes de plata que he estado mirando en un puestecito. Para mi gusto, cuarenta euros es carísimo. Para su gusto, una baratija. Al final acepto. Pero a cambio, en otro puesto le compro una camiseta de Madrid con el mensaje «Lo mejor de Madrid… tú». Le hago quitarse su camisa en medio del rastro y le insto a que se ponga la camiseta que yo le he comprado. Accede y está guapísimo con ella puesta.
Nos hacemos unas fotos con mi móvil y las guardo como mi mayor tesoro.
Encantada, paseamos de la mano como una pareja más, hasta que, al llegar frente a un puesto de lamparitas hippies, quiere comprar dos para llevárselas a Alemania y acordarse de su visita al rastro. Me hace elegir y yo elijo dos de color lila claro. Cuando las paga, me confiesa que una es para mí. Eso me emociona. Cada uno tendrá una en su hogar y, siempre que las miremos, nos acordaremos del otro.
Tras aquello, caminamos un rato más por el rastro hasta que Justin se niega en redondo a seguir. La gente me da sin querer en el brazo y no quiere que nadie me haga daño. Lo horroriza que vuelva a sentir dolor. Al final, por no escucharlo, accedo a marcharnos y cogemos un taxi. Lo llevo a comer al Retiro.
Le propongo un par de restaurantes, pero él prefiere algo más íntimo.
Al final, compro unos bocadillos de tortilla y nos sentamos en el mullido césped a comer, mientras reímos y revisamos las bonitas lamparitas.
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?