A las once obligo a Nacho a que me deje en casa. Seguro que Justin estará a punto de ver la notita y la tarta y espero su reacción.
A las once y media, camino por la casa aún con los tacones. Estoy convencida de que eso lo hará reaccionar y llegará en cualquier momento.
A las doce, mi desesperación ya es latente. ¿Se habrán puesto a jugar y no habrán pedido los postres?
A la una de la madrugada, frustrada porque mi plan no ha funcionado, tiro los tacones contra el sofá justo en el momento en el que me suena el móvil. Me lanzo en plancha a por él. Un mensaje. Justin. Las manos me tiemblan cuando leo: «Gracias por la felicitación, señora Bieber».
Boquiabierta leo y vuelvo a leer el mensaje ¿Ya está? ¿No va a hacer ni a decir nada más?
Malhumorada, suelto el móvil y doy un trago a mi Coca-Cola. Deseo coger el móvil y llamarlo para ponerlo a caer de un burro. Pero no. Ahora sí que doy el cerrojazo definitivo al caso Justin.
Con desgana, me quito el bonito vestido, el sofisticado moño y la sugerente ropa interior que me he comprado esa tarde. Me planto mi pijama de nubecitas azules y me dirijo al baño para desmaquillarme. Saco una toallita desmaquillante y me lío con un ojo. No puedo ver lo que estoy haciendo, sólo que paseo la toallita en círculos mientras pienso en Justin.
De pronto, oigo que alguien llama con los nudillos a la puerta de mi casa. Mi corazón salta por la emoción. Suelto la toallita y corro para mirar por la mirilla. Me quedo sin palabras cuando veo a Justin al otro lado. Sin pensar en mi aspecto, abro y me encuentro frente a frente con él. ¡Con Eric!
—¿Señora Bieber?
Está impresionante con su traje oscuro y la camisa blanca abierta. Su porte, como siempre, es intimidatorio, varonil y su cara… ¡Oh, su cara…! Esa cara de mala leche me encanta y sin querer, ni poder, ni pensar en remediarlo digo:
—Vale… soy lo peor.
—¿Tú has osado decir en el Moroccio que eras la señora Bieber? —insiste.
Doy un paso atrás. Él lo da hacia el frente.
—Sí… perdón… perdón, pero necesitaba enfadarte.
—¿Enfadarme?
Da otro paso adelante. Yo doy otro atrás.
— Justin, escucha —me retiro rápidamente el pelo de la cara— … Sé que no he procedido bien. He abusado de tu generosidad y he tomado el pelo a los del restaurante. Te prometo que te reembolsaré mi cena y la de mi amigo. Pero te juro que sólo lo hice para que te cabrearas y vinieras hasta mi casa y así…
—¿Y así qué?
Su mirada es intimidatoria. Feroz. Pero aun así prosigo. Es mi única oportunidad. Él está ante mí y no la voy a desaprovechar.
—Necesito pedirte perdón por lo tonta que fui el día que me marché de Zahara y… —resoplo y me encojo de hombros ante su silencio—. Te echo de menos Justin. Te quiero.
Su gesto cambia. Se suaviza.
¡Oh, sí…! ¡Oh, sí!
Mi corazón salta de felicidad, justo en el momento que él da un paso hacia mí para abrazarme. Me aúpa y yo le echo los brazos al cuello. Enredo mis piernas a su cintura y así, sin hablar, cierro la puerta de mi casa. Dispuesta a no soltarlo nunca más en mi vida.
Durante unos minutos, ninguno de los dos habla. Sólo nos abrazamos y disfrutamos de nuestra cercanía hasta que Justin me da un beso en el cuello y me aprieta con fuerza.
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ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&Tu
FanfictionUna novela erótica, sensual y tremendamente morbosa... ¿te atreves a entrar en ella?