Capitulo 28

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Con el lunes comienza la semana laboral. No he vuelto a saber nada de Fernando y casi que lo agradezco. Cada vez que pienso lo que hice me avergüenzo. Soy una cabrona con todas las letras. Me aproveché de la debilidad que siente por mí y, en cuanto conseguí lo que quise, lo dejé sin pensar en sus sentimientos.

Miro mi correo mil veces, dos mil, tres mil, pero Justin no contesta. Da la callada por respuesta y eso me enfurece más. Definitivamente no le importo. He sido un rollito más para él y tengo que asumirlo. ¡Soy imbécil!

Mi jefa llega y hoy está especialmente impertinente. Miguel intenta quitármela de encima y lo hace de la mejor forma que sabe. ¡Sexo! Yo me hago la tonta y hago como que no me entero de nada. En el fondo, hoy le agradezco a Miguel que la tenga ocupada.

(…)

Los días pasan y mi tatuaje apenas me molesta. He seguido todas las instrucciones que Nacho me dio, y aún lo llevo bajo el plástico que él me puso.

Continúo sin noticias de Justin.

Mi jefa, como siempre, sigue tan simpática. Me llena la mesa de trabajo hasta el último día y yo, como buena pringada, me lío con él. Si hay algo que mi padre me ha enseñado es a no dejar nada a medias nunca.

El jueves salgo con mis amigos a tomar unas cervezas. Nacho está entre ellos y me pregunta por mi tatuaje. Es el único que lo sabe y me niego a que lo sepa nadie más. Quedo con él en pasar el viernes por su estudio para que lo vea.

¡Y por fin es viernes!

En unas horas cojo las vacaciones.

Sigo sin saber nada de Justin y del supuesto viaje a las delegaciones, por lo que lo doy por olvidado. Tras darle mil vueltas a la cabeza, decido no pensar en ello. Algo imposible, pues Justin no me abandona.

Cuando apago mi ordenador y me despido de mis compañeros, casi no me lo creo. Voy a estar casi un mes fuera de aquella oficina, de aquel ambiente, y eso me apetece una barbaridad. Cuando salgo, voy directamente a ver a Nacho. Me ve el tatuaje y me indica que ya me puedo quitar el plástico que lo protege.

Al llegar a casa, tengo un mensaje de mi hermana en el contestador.

Me pide que me quede con mi sobrina dos noches. Tiene planes con Jesús. Incapaz de hacer lo contrario, le digo que sí. Mi hermana está desatada y eso me hace sonreír.

A las nueve de la noche, mi tremenda sobrina llega a casa y se hace dueña de la televisión, mientras mi hermana, entre suspiros y aspavientos, me cuenta sus últimas hazañas sexuales. Cuando se va, mi sobrina me pide que llame a TelePizza y juntas nos comemos una pizza de jamón de York mientras me hace tragarme los absurdos dibujos de Bob Esponja. ¿Por qué le gustarán?

A las doce, agotada de tanto Bob Esponja, Calamardo y de oír «burguer-cangre-burguer», nos vamos a la cama. Luz se empeña en dormir conmigo y yo accedo, encantada.

El domingo por la mañana, mi hermana aparece más feliz que una perdiz, y tras decirme «¡Ya te contaré!», se marcha con prisas con mi sobrina. Mi cuñado la espera en doble fila en el coche.

Aquella noche, tras un día tirada en el sofá, observo mi maleta. Al día siguiente me voy para Jerez a pasar unos días con mi padre. Me bebo un vaso de agua y me meto en la cama aunque, antes de apagar la luz de la lamparita, miro los labios marcados de Justin en ella. Apago la luz y decido dormir. Lo necesito.

Mi llegada a Jerez, a la casa de mi padre, como siempre es motivo de algarabía en el vecindario. Lola, la jarandera, me abraza; Pepi, la de la bodega, me besuquea. El Bicharón y el Lucena, cuando me ven, dan triples mortales de alegría. Todos me quieren. Mi padre es un hombre muy apreciado. Tiene el típico taller de coches y motos de toda la vida, «Taller Flores», y es más conocido aquí que el vino fino.

ρí∂ємє ℓσ qυє qυιєяαѕ-|нσт|JustinBieber&TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora